XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Rosalino Dizon Reyes.
Dios será todo para todos (1 Cor 15, 28)
La realeza de Jesucristo pone en cuestión toda otra realeza. Él solo tiene pleno
derecho a la lealtad de todos.
Es tan cuestionable llamar a alguien rey como llamarle rabí o padre o maestro. Uno
solo hay. Además, aun un rabí, padre o maestro muy bueno no es intachable del
todo.
Uno solo es totalmente bueno y no defrauda, Dios. Ni a los infieles les retira su
gracia o, como lo expresa san Vicente de Paúl, «ni siquiera abandona jamás a una
persona mala que espere en su misericordia» (IV:303).
Dios es el Padre sumamente bondadoso. Ha demostrado por la muerte de Cristo la
anchura, longitud, altura y profundidad de su amor. Él es el Gran Rey que ha
sometido todo a su Hijo. Para guiarnos de cerca siempre, ha constituido Gran Rabí
o Maestro al que es el camino, la verdad y la vida.
Solo Jesucristo basta; él es todo para nosotros. Él es el Rey de nuestros sueños y
anhelos. A diferencia de los reyes mundanos soberbios que se arrogan el
denominado derecho divino de los reyes y se aferran desesperadamente a la capa
magna, Jesús se despoja de su realeza y toma la condición de esclavo.
Jesús no es nada como los dirigentes que se abusan brutalmente de los que están
bajo su cuidado. Nuestro Rey es más bien la viva imagen de su Padre quien
destituye a los negligentes y oportunistas pastores y se encarga personalmente de
sus ovejas, apacentándolas, dándoles reposo, buscando a las perdidas, sanando a
las heridas, y separando las ovejas de las cabras.
El Rey del universo es indudablemente la respuesta definitiva a las plegarias de los
humildes que cantan el salmo 72. Jesús rige al pueblo con justicia y a los afligidos
con rectitud. Desbarata la maldad e instaura el reino eterno de paz, justicia y
caridad. Salva a los desvalidos, compadeciéndose de ellos. Aprecia su sangre; por
eso, los rescata de la opresión.
Y tanto afirma y procura el valor de los pobres que se identifica con ellos. Se servirá
luego de ellos como el criterio decisivo de juicio: herederán su reino quienes asisten
a los necesitados; quienes no, tendrán que apartarse de él. Estos últimos, por
avengonzar en la Cena del Señor a los sin nada y dejarlos pasar hambre, comerán
el pan de lágrimas hasta el último trocito y beberán hasta las heces el vino del furor
divino.
Senor Jesús, haz que te contemplemos y te sirvamos en los pobres y un día nos
unamos a ti y a ellos en tu reino.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)