I Domingo de Adviento, Ciclo B
Esperanza
Padre Pedrojosé Ynaraja
ESPERANZA
El calendario litúrgico cambia de tercio, entramos en el ciclo B, durante el cual nos
acompañarán, en la misa dominical, textos del evangelio de Mateo, excepto en
algunas ocasiones especiales, que se nos proclamarán fragmentos del de Juan.
Vistas en conjunto las tres lecturas de hoy expresan muy bien el sentido de este
tiempo: etapa de preparación. Observando con algún detenimiento,
comprobaremos que la primera y la tercera nos llaman a la Esperanza y es a esta
actitud exclusiva y genuinamente humana, la que voy brevemente a explicar, mis
queridos jóvenes lectores.
Si observáis en vuestro entorno y si examináis vuestro interior, comprobaréis que
nuestra actualidad está enferma de Esperanza. Por si no lo habéis advertido, os lo
digo ahora, esta virtud tan olvidada, la escribiré siempre con mayúscula. Os
recomiendo que si estáis interesados por ella, leáis a Charles Peguy. Este autor
místico francés es un poco difícil de asimilar. Su lenguaje es llano y sencillo, pero
repetitivo. Os trasmito una imagen muy suya: la Esperanza es como una criatura
pequeñita que va de la mano de sus dos hermanas mayores: la Fe y la Caridad.
Vivimos muchos en lo que se ha venido a llamar la sociedad del bienestar. Otros,
con acierto, la califican como la del derroche. Me estoy refiriendo a lo que llamamos
Primer Mundo. La ausencia de Esperanza era una realidad un tanto oculta hace
unos a￱os. Al introducirse “como elefante en una cristalería”, la crisis econ￳mica,
esta pandemia se ha hecho mucho más visible y la enfermedad ha empeorado la
situación.
El fenómeno del suicidio molesta a todos. Cuando acontece en una persona joven
es todavía más enojosa y se trata, generalmente, de ocultar por parte de los
allegados, sea familia o amistades. Pues sucede que, a la noticia de la muerte, de
inmediato viene la pregunta ¿la provocaron los padres? ¿tal vez es consecuencia de
un fracaso sentimental? A nadie le gusta verse involucrado en ello, más vale, pues,
tratar de ignorarlo, relegarlo al olvido.
Pero el triste fenómeno continúa existiendo. Tal vez no se recurra a él por diversos
motivos, pero se acude a la droga de cualquier clase, incluido el alcoholismo, como
a una muerte obtenida a plazos.
Pensaréis, mis queridos jóvenes lectores, que me he vuelto trágico o pesimista y no
os acusaré de que así lo imaginéis. Pero os advierto que la única manera de
elevarse a la Esperanza, que es algo muy superior al optimismo, es conociendo la
profundidad de donde estamos.
El profeta Isaías nos anuncia un cambio radical. Utiliza un vocabulario propio de
una cultura agrícola y de tiempos lejanos. De las espadas forjarán arados, de las
lanzas podaderas, dice. Debemos hacer un esfuerzo y traducirlo a nuestra
actualidad. Tal vez podamos expresarlo así: los cañones, las minas antipersona, los
misiles, se convertirán en diversiones festivas, en fuegos de artificio para la fiesta
final, la gran celebración. Él habla de Jerusalén, nosotros debemos atribuirlo a la
Iglesia y no iremos errados. Habréis observado que en la Santa Madre Iglesia
brotan las flores del martirio con una fuerza y cantidad que nunca se dieron en
otros tiempos. Que si a nuestro alrededor observamos indiferencia y los media se
abonan a difundir maldades y desvelar vicios entre personas que ocupan lugares
importantes, que en muchos casos son ciertas, no olvidemos que para lograr la
limpieza de un tejido, debemos conocer primero con detalle las características de la
mancha.
Otro síntoma. Si en otros tiempos, con deseos de dominio, los países que se creían
civilizados ejercieron poder injusto sobre otros, principalmente del hemisferio sur,
que vivían pobremente y se aprovecharon para ventaja propia, ahora no hay rincón
del mundo donde un misionero esté presente con su testimonio y junto a él, una
escuela y un hospital.
Mártires y misioneros son la Esperanza. Diminuta semilla que germina y crece.
Un fenómeno inesperado ha sido la elección del Papa Francisco que ofrece una
imagen nueva de la Iglesia. Ahora bien, si no debemos ignorar su valor y su valer,
tampoco desdeñar a quienes le acompañan, los que conociéndole lo escogieron y,
sintiéndolos a su lado, le dan coraje y ánimos para la difícil tarea, preparada por
sus antecesores, de renovar a la Iglesia.
No perdáis la Esperanza, fundamentarla en la Iglesia de Jesucristo. Que crezca el
conocimiento y vivencia de la Fe. Que no olvidéis el Amor. Amor de conmiseración
con los indigentes, de cuerpo y de espíritu. Amor generoso de amistad, de
comunicación sin precauciones. Amor de enamoramiento, proyecto común y
generoso de un obrar juntos, para mejorar el futuro, otorgando a la sociedad
nuevas vidas y a la Iglesia nuevos santos.
El egoísmo y la pereza son obstáculos que debéis superar. Estad preparados.
-- TEMPLOS Y TEMPLO-el de Herodes
Empiezo por donde tal vez debería acabar. La gran superficie plana que
observamos hoy, inmejorable vista que se tiene desde el lugar de la Ascensión, la
llamamos los peregrinos y turistas, explanada del templo. El nombre local es Al-
Haram Al-Sharif, el Noble Santuario, por parte de los musulmanes y Har Habayit, el
Monte del Templo, por los judíos.
Estos últimos afirman que corresponde al área del templo que edificó Herodes el
Grande, el de la matanza de los inocentes, restaurando y agrandando la antigua
edificación. En algún espacio que no es seguro localizar, estaba el Santuario del que
después hablaré. Esta incertidumbre es el motivo de que los más ortodoxos no se
atrevan a desplazarse por el lugar, no fuera que lo hicieran por el espacio donde se
alzaba el Santo de los Santos, al que sólo al Sumo sacerdote le estaba permitido
acceder. En la actualidad las normas policiales les permiten recorrerla, pero no orar
allí. Pretender hacerlo o pasear con aires de dominio y propiedad, provocó el inicio
de la segunda intifada. La soberanía sobre esta superficie, en cierta manera, la
tiene el rey de Jordania.
La comunidad judaica, fiel a la Ley de Moisés, reza y celebra su fe a los pies del
Muro Occidental o Kotel. El lugar es considerado sagrado, aunque un espacio
cubierto, a la izquierda según se mira, sea con más propiedad una sinagoga. Está
permitido moverse sin que nadie lo impida, ni exijan pagar entrada. Lo que, eso sí,
debe hacerlo cubierta su cabeza y sin ningún signo religioso ostensible que no se
correspondan con el espíritu del lugar. Puede uno cubrirse con lo que sea y si no
dispone de nada, se le facilita una Kipá antes de aproximarse. El gran muro está
dividido en dos partes, la mayor, a la izquierda está reservada a los varones, la de
la derecha y menor, a las mujeres. La diferencia de tamaño radica en que al
embarazo y la lactancia se les considera actitudes religiosas que eximen de la
obligación de acudir a la sinagoga.
Según dicen las crónicas, un grupo actual de fieles judíos, prepara la edificación del
tercer templo y ya tienen a punto la Menorá y otros utensilios sagrados,
incensarios, altares de incienso etc. También se preparan con estudio minucioso,
los destinados a ser sacerdotes. Excuso decir que estos proyectos irritan a la
comunidad musulmana enormemente.
Los fieles a las enseñanzas del Corán, llaman al lugar la explanada de las
mezquitas. Al-Aqsa, es la que cumple esencialmente esta misión. Lugar privilegiado
de oración, también lo es de disputas. Murió allí asesinado Abdalà, bisabuelo del
actual soberano de Jordania. El rey hachemita se cree y siente descendiente del
profeta Mahoma y protector de este sitio santo.
La otra singular edificación, la Cúpula de la Roca, sin ser estrictamente una
mezquita, es el tercer lugar más sagrado del Islam. Alberga bajo la preciosa cúpula
dorada, enorme y preciosa, la llamada "Roca Fundacional", cuyo significado es de
suma importancia tanto para el credo hebreo, como el musulmán. Sobre ella
Abraham iba a sacrificar a su hijo. Posteriormente, sobre dicha formación pétrea, se
situaba el recinto más sagrado del Templo de Salomón, el Devir, el lugar santísimo.
Según la tradición musulmana, también sobre la misma roca, el profeta Mahoma
ascendió a los cielos, siendo portado por Buraq, caballo alado con cabeza humana,
que allí lo condujo mediante una "travesía nocturna".
Vuelvo ahora a los tiempos de Jesús. Ya dije la semana pasada que esta inmensa
explanada, trapezoide que medía 500x300 metros, en números redondos, tenía la
particularidad respecto a los precedentes templos, de tener un gran espacio abierto
a los gentiles de cualquier procedencia y entregados a ejercer las más diversas
dedicaciones.
Bajo los soportales se podían refugiar, protegiéndose de las inclemencias, los que
enseñaban, imagino que debía ser algo semejante a lo que cuentan es el Hyde Park
londinense. El maestro se sentaba en una piedra y en su entorno, en el pavimento,
los discípulos. La enseñanza era aparentemente improvisada, ya que se ejercía
dialogando, de acuerdo con las preguntas que los interesados discípulos hacían al
rabino. Una tal escena corresponde al encuentro del Jesús inquieto que había
subido, según normas, a Jerusalén, cuando ya era mayor de edad, tal como le
correspondía por los 12 años cumplidos, como cuenta el evangelio de Lucas (2,42).
También la referencia que hace Pablo, en Hechos 22,3, diciendo que estudió la Ley
a los pies de Gamaliel, correspondería a este mismo espacio.
En el área central se situarían los agentes de cambio, los mercaderes, los curiosos y
cualquier persona, varón o mujer, rico o pobre que quisiera estar o moverse por
allí. El Señor expulsó a los que profanaban el Templo, habiéndolo convertido en
vulgar mercado, pero atendió también a los que se interesaban por su doctrina,
como cuenta el evangelio de Juan en 12,21
El espacio central estaba acotado, reservado exclusivamente a los fieles judíos.
Quien lo franqueara y no lo fuera, se exponía a morir. Todavía se conserva alguna
lápida que lo advierte: “Ningún extranjero deberá introducirse tras las barreras que
rodean al santuario. Al que se le pille no tendrá a nadie más que a sí mismo, a
quien culpar de su muerte, que se producirá de inmediato.”
Pasado el muro fronterizo, se entraba en espacio sagrado. Fundamentalmente era
una plaza donde acudían los fieles a cumplir deberes religiosos. En sus ángulos
extremos, unos pequeños recintos servían para guardar el dinero sagrado, el
aceite, la leña para los sacrificios y servían también para la observación de aquellos
que habiendo sido considerados leprosos, se sentían curados, tornando a sus
domicilios con una especie de certificado de buena salud. Varones y mujeres
rezaban allí. Muchas escenas, diálogos y vivencias evangélicas, se situarían en este
ámbito.
Pasar la solemne puerta de Nicanor, ya era cosa exclusiva de varones. En este
espacio interior se ofrecían las víctimas, que eran aceptadas por los levitas,
degolladas si se trataba de holocaustos y ofrecidas en el gran altar de bloques de
piedra sin labrar que allí se levantaba. La parábola del publicano y del fariseo,
seguramente que los oyentes la situarían mentalmente aquí.
El edificio que veía ante sí el fiel judío era el Santuario. La primera estancia la
ocupaba el gran candelabro o Menorá, el altar del incienso y el de los panes. Un
velo separaba esta estancia de la otra, el Debir, el Santo de los Santos, que en
tiempo de Jesús estaba totalmente vacío, expresando así la total espiritualidad del
Dios de Israel. Solamente estaba permitida la entrada al Sumo Sacerdote, el día de
la Expiación.