I DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO B
Is 63, 16c-17. 19c; 64, 1-7; Sal 79; 1Co 1,
"Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que
un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada
uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis
cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar
del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre
dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!"
Este tiempo de Adviento que hoy iniciamos nos lleva a mirar a Dios, a mirarlo
como Padre que no deja nunca de pensar en nosotros. Esta «llegada» es parte
del cumplimiento de su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo
aquello que impide nuestra verdadera felicidad; el Adviento invita a todos a
tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un
llamamiento saludable que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas,
de los meses. El único verdadero Dios no es un Dios que está en el cielo,
desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-
viene.
El profeta Isaías se sitúa en el contexto del exilio de Israel y clama a Dios
retornar a su pueblo como un Padre; pero ese clamor surge porque el pueblo ha
experimentado que la dureza de su corazón los ha llevado a extraviarse, y sufre
la consecuencia de su propia justicia. Este tiempo de Adviento es maravilloso y
un regalo de Dios porque tantas veces nosotros sufrimos y reclamamos a Dios
porque sufrimos, pero el sufrimiento se debe a causa de que cosechamos el
fruto de nuestras acciones que muchas veces recae sobre nosotros mismo o
sobre gente inocente, pero Dios permite, no lo quiere, por el bien del hombre
que salga a la luz lo que hay en su corazón; lamentablemente en estos días hay
acciones que redundan sobre inocentes: pedofilia, feminicidio, eutanasia, aborto,
etc., que muchas veces llevan a escandalizar a las sociedades, pero estas
atrocidades como se las enfoca desde su raíz, que está en el corazón del hombre
podrían irse incrementando en el transcurso del tiempo como con tristeza
contemplamos hoy en la sociedad. Las palabras del profeta invocando a Dios que
vuelva, que vuelva a su pueblo y sea el Padre de su pueblo; como sea nuestro
Padre y Pastor de nuestras vidas.
En el evangelio se está marcando fuertemente dos palabras que nos introducen
al marco litúrgico del tiempo de Adviento, según el evangelio de Marcos:
“…vigilad y velad…”. La invitación a la vigilancia se nos manifiesta en el Salmo
responsorial, el cual nos pone de frente a la realidad de sufrimiento que vive el
hombre cuando se aparta del camino de Dios, cuando por causa de la
contumacia de su corazón y como consecuencia de la infidelidad pierde de vista
el sentido de su vida y de su historia, porque los proyectos de Dios los deja de
lado. Surge así el clamor de este salmo que invita al retorno, a volver. Dios
siempre está dispuesto a «regresar» a su pueblo, pero es necesario que también
el pueblo «regrese» a Él (Dios Padre), con la fidelidad. Si nos convertimos del
pecado.
Hay otra expresión en el evangelio de este día que el evangelista Marcos señala:
“…no sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos…”, hablando desde la
fe estar dormidos consiste en no diferenciar entre el bien y el mal, vivir una vida
disipada, indiferente, porque lo que cuenta son nuestros mezquinos intereses
personales y por eso solamente reaccionamos cuando se ven tocados nuestros
intereses: sean pecuniarios, de relaciones sociales, afectivos (por eso hoy día
hay muchos feminicidios), etc. De esta manera “estar dormidos” es simplemente
vivir de espaldas a Dios, el hecho de estar en la Iglesia y pertenecer a un grupo
parroquial, o haber optado por una opción de vida al servicio como hoy mucho
se habla “a los pobres”, podemos estar dormidos; porque la dormición según el
sentido del evangelio de esta mañana no es no hacer nada o estar pasivo,
porque se pueden hacer muchas cosas, e incluso hasta en defensa de otros,
pero si esto tiene como eje nuestro yo, nuestros criterios, estamos dormidos,
nos encontramos dormidos; por eso San León Magno dice: “quién es el que
duerme: el que vive esclavo de sus fantasías” (Comentario al evangelio de
Marcos).
Así pasamos a las palabras claves del evangelio, que es: “vigilad y velad…”, por
eso al inicio de este tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita a vigilar y velar, y
cómo se puede vigilar y velar, tenemos la perícopa de las vírgenes prudentes,
para que el Señor llene nuestra alcuza de aceite que es su propia Palabra: Cristo
en nuestra vida, y así el Señor nos ayude a no endurecer nuestros oídos para
escuchar su voz; Dios quiere ser nuestro Padre, como reclama el Profeta Isaías
en la primera lectura, pero cómo podrá ser nuestro Padre si no escuchamos su
voz y no queremos seguirlo, porque se antepone nuestro yo, nuestros proyectos
e intenciones que expresan lo que nosotros queremos y no lo que Dios tantas
veces desea para nosotros. Como le sucede al siervo que entierra el talento,
Dios nos dé gracias para que nuestra vida sea fecunda, pero según su designio,
pero el talento lo enterramos cuando anteponemos lo que llamamos nuestra
autonomía, mi libertad, ante lo que Dios nos invita, esto como el Papa lo está
repitiendo en varios momentos sucede sobre todo en la vida consagrada; que el
Señor nos ayude a vigilar y velar en este tiempo de Adviento como las vírgenes
prudentes que esperan a su Señor para entrar al banquete de bodas.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar