I Domingo de Adviento, Ciclo B
Honorio López, C.M..
“Velad, no sabéis cuando vendrá el due￱o de la casa”
Quiero encender bien y muy conscientemente la primera vela de este Adviento. El
que vino –Jesucristo– es el que viene cada día y toca a mi puerta, y es el que
vendrá al final de los tiempos. ¿Le abrimos, lo seguimos, lo esperamos?
No podemos hacerlo adormilados, o en pijama y como entre bostezos. Pues se trata
–como lo recuerda san Pablo en la segunda lectura– de “participar en la vida de
Jesucristo, Se￱or nuestro”, no en un ensue￱o de narcotizados por los criterios del
mundo y sus variadas modas. El Adviento es búsqueda, oración, compromiso y
encuentro. Es hora de esperanza y conversión. ¡No te duermas!
Puedo escoger un Adviento rutinario, intrascendente, de cristiano almidonado, de
cristiano de nombre que se acomoda al color morado como a las hojas del otoño.
Puedo escoger –y pedir– un Adviento que me despierte, que me cuestione la vida,
que me contagie de Jesucristo y de su causa. ¿Qué escojo?
San Cipriano –pastor de mártires y él mismo mártir– decía en el siglo III:
“queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera”. Esa espera que es d￳cil,
fiel, activa y llena de servicios.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)