I Domingo de Adviento, Ciclo A
Título alarmante… e inquietante...
el que he leído en primera página y con letras destacadas en un
importante diario capitalino El título: “PLATO LLENO ”. “El programa que
va al rescate de la comida que sobra” En el primer instante me llené de
gozo… ¡ En la Argentina no se ha perdido el espíritu solidario!, pensé… y
sigo felicitando a los organizadores de ese programa.
A poco de leer el artículo y reflexionar sobre “comida tirada” y “familias
argentinas tienen que alimentarse” ---quitar el hambre--- con la
comida que tiran otras familias argentinas… sentí indignación (no
bronca). Es decir, una honda pena, en mi corazón cristiano y argentino,
ante el quiebre del tejido social argentino . El abismo que se ha abierto en la
sociedad argentina entre los que comen hasta hartarse y que otros tengan
que comer las sobras…, es un escándalo argentino y de la Iglesia en
sus comunidades parroquiales. En donde no pocos de los bien satisfechos
en comida y bebida asisten a Misa dominical. Y pensé: ¡qué bochorno para
la Iglesia en la Argentina! Mientras unos comen hasta tirar comida, otros
mueren de hambre... Y recordé la Parábola de Jesús sobre el rico Epulón y
el mendigo Lázaro. Recomiendo releerla. Lucas 16, 19 Los cristianos… los
que en las encuestas se anotan como “católicos”… o van a misa el Domingo
la tienen que asumir en todo su mensaje para no escuchar lo que escuchó
el rico Epulón demasiado tarde. La brecha entre el rico Epulón que
banqueteaba y el pordiosero Lázaro después de la muerte de los dos se
había transformado en un abismo infranqueable para el rico Epulón que
lamentaba irremediablemente su suerte desgraciada y no alcanzar un alivio
de parte de Lázaro que gozaba en el Cielo en la medida que había sufrido
en las puertas del Palacio del rico. Es que el rico Epulón ocupado en sus
placeres no había querido escuchar que el más allá se prepara en el más
acá. En esta historia ganamos la felicidad eterna o la perdemos para
siempre. Dios se hizo hombre para transformar la historia humana en
historia de felicidad eterna. Dios que es Amor no condena a nadie. Se
autocondena el que pretende vivir su vida según propios gustos sin
interesarle la vida de los demás. La solidaridad real y efectiva con los que
sufren es camino de felicidad eterna. Y también nosotros pastores - obispos
y presbíteros- tenemos que hacer lectura orante con esta Parábola para
trazar líneas pastorales a nuestras comunidades de Iglesia. Al leer la noticia
del matutino capitalino y releer la Parábola del rico Epulón y el pobre
Lázaro, pienso que en la Iglesia se ha perdido el Evangelio social y político .
Hago esta afirmación a ciencia y conciencia. Con mi experiencia pastoral
de varias décadas llego a la conclusión que para la mayoría de católicos de
clase media hacia arriba, unir el Evangelio a la Política es casi una herejía…Y
sin embargo, si el Evangelio de Jesús no llega a ser Buena Noticia en
nuestros foros políticos, la brecha entre ricos y pobres se irá ahondando por
falta de justicia social y en forma silenciosa, pero, progresiva la muerte por
falta de alimentación irá diezmando vidas, nuevas generaciones nacerán
débiles, mental y físicamente atrofiados. Pienso que los obispos y
sacerdotes hemos de despertar a nuestras comunidades de la
indiferencia social política . Es laudable el esfuerzo de muchas y muchos
en ayudar como el caso publicado en el matutino de referencia. Pero no
alcanza a solucionar la catástrofe social de la hambruna argentina.
La ayuda por laudable que fuere es un calmante pero no erradica el mal
social. Sólo una política humana y humanizante devolverá al país la
igualdad fraternal de familia social. Es hora que los que tengamos Fe
Cristiana nos ayudemos para encontrar caminos de solución en vista a
recuperar la fraternidad social- política en la Argentina . Que cada uno no
espere que otros lo hagan sino que cada uno se diga: si no Yo, ¿quién? Si
no es ahora ¿cuándo? Encaremos la vida como Dios la ha proyectado
con infinito amor de Padre. Por eso, hasta nos da el placer de una buena
mesa, fruto del trabajo . Por eso una sociedad humana jamás será feliz
sin justicia social, como lo afirmó Juan Pablo II cerrando un Congreso
Mundial de la Familia haciéndose eco bíblico (Eclesiástico 2,42)
Miguel Esteban Hesayne. Obispo