COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
07 de Diciembre de 2014 – 2do. Domingo de Adviento
Evangelio según San Marcos 1, 1-8
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en
el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para
prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando
un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y
todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del
Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un
cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba,
diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy
digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he
bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
ADVIENTO 2: PREPARARNOS PARA EL ENCUENTRO
Estamos en este tiempo de preparación para recibir al Señor, que viene para que
nosotros regresemos a Él. De allí la importancia de esta preparación para el
encuentro. Uno debe preguntarse: “¿cómo nos preparamos en este tiempo de
espera, de conversión, de definiciones, de decisiones?”, porque no podemos
improvisar.
Hay mucha gente que improvisa y que vive de acuerdo a los efectos del momento,
a los resultados mediáticos y a una terrible superficialidad. Debemos darnos cuenta
que también nosotros tenemos que “allanar” nuestros caminos. A veces nuestro
caminar es tortuoso, a veces oscuro, a veces pesado, a veces esclavizado con
ciertas adicciones, egoísmos; y a veces estamos muy preocupados, agobiados. Por
eso es importante poner empeño en la preparación para el encuentro.
No estamos nacidos para la esclavitud, para el egoísmo –aunque este egoísmo nos
acompañe durante toda la vida-. Tenemos que encontrarnos para recibir a Aquél
que viene, preparándonos convenientemente para vivir con intensidad la fuerza de
recibir a Jesús, al Hijo de Dios y de María Virgen, al Mesías, al Enviado.
Así, encontrándolo pasaremos por la prueba de la purificación; porque tenemos que
ser purificados para estar más livianos, más sueltos, más libres, con mayores
vínculos. Con la fuerza de Él, que está presente en nosotros, debemos dar
testimonio no de nosotros sino de Él. Saber que sólo por el amor nuestra obras
tendrán valor de mérito y fecundarán nuestra actividad. Dios se encarna para que,
por medio de la fe y la conversión, esté presente en nuestro pesebre personal.
Hagámosle lugar, ordenemos nuestras cosas, organicémonos de nuevo;
prioricemos, demos valor a lo que tiene valor, alejémonos y dejemos de lado
aquello que nos hace perder fuerza, vida, integridad, profundidad. Se los deseo de
todo corazón.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén