Segunda semana de Adviento
MIÉRCOLES
Es la hora de la fortaleza
Isaías 40,25-31
“Dios Desde siempre es Yahveh, creador de los confines de la tierra, que no se
cansa ni se fatiga y cuya inteligencia es inescrutable”
Queremos vivir intensamente pero en el camino comienzan a aparecer
situaciones que nublan nuestros horizontes. Entonces andamos con los brazos
caídos, sin entusiasmo para las iniciativas, con sentimientos negativos con
relación al futuro nuestro y de la sociedad.
Uno de los enemigos de la esperanza es el cansancio: cansarse de esperar
promesas que no se cumplen, cansarse de luchar en la vida sin ver resultados,
cansarse de Dios y de sus exigencias, cansarse de los hermanos en la fe y de
cargar con sus cansancios, cansarse incluso de sí mismo. Es precisamente
frente a esta realidad que las crisis humanas o espirituales tocan fondo.
Ante tanto cansancio y desilusión, el Adviento renueva nuestra esperanza.
Hoy Isaías nos confronta y nos dice: “ los que confían en el Señor recobran
las fuerzas y vuelan como águilas, corren incansables y avanzan sin
fatigarse ” (40,31).
¿Cómo es que se puede llegar a esta conclusión? El profeta Isaías nos propone
para ello un camino espiritual que tiene pasos bien definidos.
1. Dios es poderoso
Partiendo de una pregunta inicialmente implícita “¿Qué pasa con Dios, que no se
hace sentir?”, el profeta comienza con una vigorosa presentaci￳n del Dios que
no tiene rival ni comparación.
Para ello coloca al hombre frente al espectáculo de una noche estrellada y le
pregunta, como si estuviera en la escuela: “¿Quién creó todo aquello?”
(40,26).
El pueblo se da un poco de tiempo para ver y entender. Entonces nota cómo el
universo tiene animación, una animación que ayuda a entender la obra de Dios
en la tierra. Se trata de un movimiento parecido al que Dios realizaba con su
pueblo cuando lo sacaba de Egipto como si fuera un ejército o al que un pastor
realiza cuando llama las ovejas por su nombre. La conclusión es que todo esto
sucede “ gracias a su esfuerzo y al vigor de su energía ”.
2. Mi vida está bajo la mirada de Dios
Con un gran énfasis el profeta nos recuerda entonces que Dios conoce bien a
cada hombre y no se ha olvidado de ninguno, que Dios no ha soltado su
responsabilidad sobre la tierra.
Cuando el hombre entiende el amor de Dios en su vida, entonces ya no puede
seguir quejándose de Dios se ha olvidado de él diciendo: “El Se￱or no se da
cuenta de lo que me pasa”; literalmente: “Oculto está mi camino para
Yahveh y a Dios se le pasa mi derecho” (v.27). No se puede dudar que Dios
sea capaz de intervenir en la historia humana para salvarla: ¡Es tanta su fuerza
y tal su poderío! ―como dice el v.26.
Por lo tanto, no se puede nunca concluir que Dios se haya cansado de uno.
Como si hubiera “tirado la toalla” de tanto insistir para salvarme. Más bien, hay
motivos para pensar lo contrario. Veamos esta preciosa captación del ser de
Dios que aparece en el corazón de nuestra profecía de hoy (v.28):
Él es Dios eterno , él tiene tiempo y tiene sus tiempos.
Él no desfallece ni se cansa ”, es un obrero incansable.
Él es inteligente (a la máxima potencia), es decir, sabe lo que está
haciendo, si se demora no hay que preocuparse sino más bien confiar en él.
3. El poder y el amor de Dios renuevan continuamente mis fuerzas
Y al final aparece lo más bello, Dios le comparte su fortaleza al hombre: “ Al
cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas la energía le acrecienta
(v.29). Dios restablece las fuerzas del que está cansado y cura su fragilidad.
Y todavía hay más: Dios le da fuerzas al hombre para que no se canse. Se
supone que los jóvenes se fatigan menos, puesto que están en la etapa de la
plenitud de la fortaleza física (40,30). Sin embargo, esto no es nada en
comparaci￳n con la fuerza interior que Dios le da a quien se abandona en Él: “ a
los que esperan en Yahveh él les renovará el vigor ” (v.31).
Quien apoya su vida en Dios nota como emerge desde dentro de él una
continua y vigorosa juventud. Esto lo explica la profecía con el símbolo del
águila.
En la Biblia, el águila es símbolo de potencia y longevidad; así como aparece,
por ejemplo, en Deuteronomio 32,11 y en el Salmo 103,5b. La tradición hebrea
le pone mucha atención al águila real de Palestina, la cual, cuando llega a la
vejez renueva la hermosura de su plumaje. Por eso es imagen de la renovación
de la vida y de la ancianidad como una nueva juventud. El águila entre más
vieja es más bella.
Con el paso de los años nuestra existencia biológica se va desmoronando, pero
al mismo tiempo gana en Dios un valor extraordinario. De esta manera,
conscientes de nuestros límites pero también de la cercanía de Dios, cuando
miramos hacia el futuro vemos que brilla una luminosa esperanza.
Esta profecía se realiza en Jesús (Mateo 11,28-30)
Isaías dice que esto lo viven “ los que confían en el Señor ” (v.31). En el
evangelio que hoy la Iglesia sirve en la liturgia de la Palabra, escuchamos a
Jesús que nos dice “ Vengan a mí ”, para que apoyemos todo en la humildad y la
mansedumbre de su corazón. En Él se realiza la profecía.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:
1. ¿Qué me agobia interiormente? ¿Qué fatigas no me dejan avanzar?
2. ¿Dónde he encontrado nuevas fuerzas para retomar el camino? ¿Dónde están
mis apoyos?
3. ¿Me he sentido abandonado por Dios? ¿Qué imagen tengo de Él? ¿Qué
características tiene Dios en esta profecía?
4. Qué me dice la frase: “Todo ocurre según el proyecto de Dios, por eso hay
que confiar en Él”?
4. ¿Qué espero de la venida del Señor?
Padre Fidel Oñoro CJM