II Domingo de Adviento, Ciclo B
Julio César Villalobos, C.M.
¿Dejaré que Dios me cambie? Conversión, tarea de siempre
Juan, una vez se encontró con un amigo después de muchos, muchos años. Este
amigo, a quien llamaremos Santiago le hace la pregunta a Juan que ha marcado su
vida por muchos a￱os: “Oye Juan, por fin ¿pudiste cambiar tu vida?, ¿dejaste que
Dios ingrese en tu coraz￳n?” Santiago encontr￳, por enésima vez la misma
respuesta: “yo soy así y a mí nadie me va a cambiar”, “así soy y así moriré”.
¿Sabes querido hermano y hermana en la fe por qué el mundo está como está?
Porque todavía no termina de convencerse de que su vida no tiene que ser siempre
la misma, que necesitamos crecer siempre para adelante y nunca para atrás.
Adviento, decíamos la anterior semana, que es un tiempo para detenernos delante
de Dios para preguntarnos: ¿cómo vamos caminando?, ¿hacia dónde queremos
llegar?, ¿podemos ser vigilantes?, ¿podemos esperar a Dios con esperanza?
Isaías pone un grito lleno de esperanza: “…que lo torcido se enderece, y lo
escabroso se iguale” (Is.40,1-5, 9-11). Estamos en tiempos difíciles, donde una vez
más se constata que Dios es el “eterno ausente” en el diario vivir. Adviento es un
tiempo para que lo que está mal empiece a ser mejor. Si estuve en las tinieblas,
me acerco a la luz, si reemplacé a Dios por juegos de azar o brujería o alcohol o
drogas, entonces renuncio a todo ello y afirmo mi fe; si no fui testimonio para
otros, entonces me comprometo a ser luz para los demás, etc. Y según el profeta
Isaías hay una razón para tomar esa actitud de enderezar lo que no está derecho:
“Se revelará la gloria de Dios”, “el Se￱or Dios llega con poder”.
¿Puedo gritarle a Dios como lo hizo el salmista?: “Muéstranos, Se￱or tu
misericordia, y danos tu salvaci￳n” (Salmo 84).
¿Sabes que Dios jamás quiere que perezcamos?, ¿sabes que Dios sigue
interesándose por ti, por mí y todos los tuyos? Escucha a San Pedro: “Lo que ocurre
es que tiene mucha paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca,
sino que todos se conviertan” (2Pd.3,8-14).
Te has puesto a pensar: si Dios viene, ¿qué cuentas le puedo dar?, ¿qué puedo
decirle?, ¿cómo nos puede encontrar el Señor cuando venga? Nadie tiene la vida
comprada. Hay una recomendaci￳n del ap￳stol: “mientras esperan estos
acontecimientos, procuren que Dios los encuentre en paz con él…”
San Juan Bautista surge, como uno de los personajes del adviento que viene con
una invitaci￳n que se convierte en una exigencia: “Una voz grita en el desierto:
preparen el camino del Se￱or…allanen sus senderos” (cf.Mc.1,1-8). Una de las
características de la espiritualidad de San Juan Bautista era: el de invitar siempre a
todos a la conversión, y él mismo se ponía como ejemplo de que es posible la
conversión.
Juan el bautista, reconoce que Jesús es la única autoridad en su vida y tiene que
ser la única autoridad en la vida de los demás: “Yo les he bautizado con agua, pero
él les bautizará con Espíritu Santo”.
Conversión es un cambio radical y permanente de nuestra vida. Y esto es posible
con la gracia de Dios, con Dios mismo. Es necesario: una apertura constante a él,
una caridad fraterna con los demás, solidaridad para con los pobres, coherencia de
vida, etc.
¿Dejaré que Dios me cambie? Conversión, tarea de siempre.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)