II Domingo de Adviento, Ciclo B
Javier Balda, C.M.
“Preparad el camino al Señor”
Voz que llega a ti. Voz que te obliga a detenerte. Voz que necesita silencio para ser
escuchada. Voz que te pide soledad y vacío dentro de ti para que puedas
interiorizarla. Voz que te exige responsabilidad y sinceridad para aceptarla y dejarte
cuestionar por ella. Voz que te invita a mirar tu pasado y tu presente pero no para
quedarte en ellos sino para ponerte en pie. Prepárate a recibir con gozo y alegría al
Señor que llega, al Señor que está cerca de ti.
Descubre tu corazón creado para el amor y reconcíliate contigo mismo, con tu
hermano y con Dios. Aviva el fuego de la fe y deja que ella te guíe por el camino de
la vida. Enfréntate con tus principios y valores humanos y cristianos y conviértelos
en leyes para tu misma vida. Valoriza tu propia dignidad y entrégala cuando te
entregues a los demás. Sé sincero contigo mismo, con Dios y con los demás.
Esfuérzate. Abre tus oídos, los del cuerpo y los del alma, a la voz que te llama y
apaga todos los aparatos que con sus gritos no te dejan escucharla. Alimenta tu
corazón y deja que palpite aceleradamente ante la presencia cercana del Amado
que viene. Extiende tus brazos y corre al encuentro del Señor que llega para
abrazarte, para compartir contigo su amor, para entregaros juntos por la salvación
de los hombres. Eres tú, el llamado, el hombre creado a imagen y semejanza de
Dios. Renueva tu dignidad. Vive tu dignidad. Eres tú, el llamado, el elegido, el
consagrado por el Bautismo. Renueva tus compromisos. Sé de verdad hijo de Dios.
Eres tú, el amigo del Señor, su discípulo. Renueva tu compromiso de fidelidad. Haz
que su evangelio se haga vida en tu vida, déjate transformar por Él y sé, tú mismo,
evangelio para los demás. Eres tú miembro de la Iglesia de Jesús. Defiende tus
derechos y cumple con tus obligaciones. Lo que hagas o dejes de hacer siempre
repercutirá en los demás. Guarda silencio. Escucha la voz que te llama. Aséate y sal
a su encuentro. Él está cerca. Él se ha fijado en ti. Él te necesita. Él te ama. No lo
dejes pasar. Él quiere compartir contiguo su vida, su Plan de salvación. Abre tus
manos y tu corazón. Deja que Él te tome, y después, vete con Él. No te
arrepentirás.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)