Tercera semana de Adviento
LUNES
La profecía de la estrella
Números 24,2-7 y 15-17
“En el pueblo de Jacob brilla una estrella, un jefe empu￱a el cetro de Israel”
Comencemos contextualizando el pasaje
Cuenta el libro de los Números que cuando el pueblo de Israel, liderado por
Moisés, ya estaba a punto de llegar a la tierra prometida, tuvo que acampar en
las estepas de Moab (22,1; ojalá se leyera por cuenta propia todo el relato de
Números 22 al 24).
El entonces rey de esta región, llamado Balak, quien tenía conocimiento del
último combate y de la victoria de los israelitas sobre los amorreos, decidió
preventivamente contratar a un profeta independiente, traído del oriente (de
Aram, según 23,7), con el fin de que hiciera uso de sus artes mágicas en contra
del pueblo de Israel.
De esta manera, el profeta Balaam, tenía como tarea no sólo evitar la ruina de
Balak ―invocando bendiciones sobre el que lo contrató y maldiciones sobre el
enemigo― sino, en última instancia, impedir la culminaci￳n del éxodo de Israel.
Ahora sí, vamos directo al texto
El profeta Balaám intenta en cuatro ocasiones cumplir con su tarea, pero no lo
consigue. El trata de cumplir su contrato, pero en cada ocasión Dios invierte las
cosas: en lugar de maldecir, lo que hace Balaam –inspirado por Yahvé- es
enviarle grandes bendiciones a Israel.
A pesar de ser un profeta que sale de un trasfondo oscuro, Balaám es un tipo
honesto, él deja que Yaveh tome posesión de él y dice la verdad ante todo, a
pesar de que le han pagado para que profetice según los intereses de su
contratista.
Por eso es interesante notar en el texto de hoy la respectiva acreditación
profética que recibe, la cual se repite dos veces en el pasaje: profecía del
hombre clarividente que escucha palabras de Dios, y conoce los planes
del Altísimo; que tiene visiones del Todopoderoso, y cae en trance y se
le abren los ojos (Nm 24,3-4 y 15-16).
En el marco de estas palabras se introducen dos predicciones ―las más altas de
las cuatro que pronuncia Balaam― sobre el futuro de Israel:
Primer oráculo :
“¡Jacob, qué bellos son tus campamentos!” (24,5-7).
Balaám predice la prosperidad de Israel en todos los sentidos: a nivel urbano el
signo son sus construcciones, y a nivel rural la fertilidad de sus sembrados. La
gloria de Israel cruzará incluso las fronteras, ya que de su descendencia anuncia
la venida de “ un héroe que dominará pueblos numerosos ” (v.7).
Segundo oráculo:
“Lo veo en el futuro,
lo diviso allá muy lejos:
en el pueblo de Jacob brilla una estrella ,
un jefe empuña el cetro de Israel” (24,17).
De nuevo Balaám pronuncia palabras de alabanza para Israel. Con la visión de
la “estrella” y del “cetro” se apunta a la esperanza futura, no s￳lo de Israel sino
del mundo entero.
Con estos dos símbolos, la profecía se refiere al surgimiento de la monarquía
davídica: David era la “estrella” que el profeta extranjero estaba prediciendo y el
hombre al cual se le daría el “cetro” del reino unificado de Judá y de Israel.
BALAAM, EL MESÍAS Y JUAN BAUTISTA
En el judaísmo tardío esta profecía fue interpretada como un anuncio del Mesías,
quien sería un rey, un ungido, de descendencia davídica. El Mesías sería “un hijo
de la estrella”. Esta profecía está en el trasfondo del relato de los magos y la
estrella que leeremos próximamente en Mateo 2,1-10, especialmente en la
frase: “ Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle ” (v.2b).
Al rey moabita Balak no le funcionó el plan de guerra, más bien, por el contrario,
Dios hizo de su enemigo un instrumento de bendición.
Igualmente en el camino de Jesús, ya desde su nacimiento ―como
efectivamente le sucedi￳ con el rey Herodes―, se presentarán nuevos y
peligrosos adversarios.
En el Evangelio de hoy, en Mateo 21,23-27, las máximas autoridades judías se
interponen en el camino de Jesús para cuestionar hipócritamente su autoridad.
Pero Jesús revierte el ataque a Él, en un serio cuestionamiento a la actitud
religiosa de los líderes de Israel que no tomaron en serio a Juan Bautista, de ahí
que tengan desacreditada su autoridad.
De nuevo hoy la figura de Juan Bautista aparece en primer plano en la pregunta
de Jesús: “ El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los
hombres? ” (v.25). La bella historia del profeta Balaam, cuyo ministerio oscila
entre los intereses “de los hombres” y los del “cielo”, le sirve de tel￳n de fondo
al ministerio del último de los profetas que le preparó el camino al Señor y nos
cuestiona a nosotros sobre las componendas que hacemos para no tomar en
serio la Palabra que viene de Dios.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:
1. De vez en cuando vemos cómo Dios obra giros extraños, en los que un
enemigo puede convertirse en amigo, así como sucedió con Balaám. ¿Puedo
constatar en mi vida o en mi comunidad algún caso?
2. El rey Balak se valió de la religión para intentar bendecir la guerra e implorar
el castigo contra los adversarios. ¿Esto es válido?
3. ¿C￳mo entendemos el símbolo de la “estrella” que se coloca en estos días en
los pesebres, en los alumbrados y las otras decoraciones navideñas? ¿Es un
simple objeto decorativo?
4. ¿Al servicio de quién está mi compromiso profético en el mundo?
5. Con alguna frecuencia se oye decir: “las cosas se toman según de quien
vengan”. ¿De d￳nde viene la Palabra que leo en la Escritura y c￳mo debo
recibirla?
“Danos tus ojos, oh María, para descifrar el misterio que se esconde dentro de
los frágiles miembros del Hijo.
Enséñanos a reconocer su rostro en el rostro de los niños de toda raza y cultura.
Ayúdanos a ser testigos creíbles de su mensaje de paz y de amor”
(San Juan Pablo II)
Padre Fidel Oñoro CJM