DOMINGO IV DE ADVIENTO CICLO B.
JESÚS NACE EN PERSONAS NO EN TEMPLOS.
Cuando Lucas narra su evangelio y particularmente la infancia de Jesús lo hace
desde su experiencia del Resucitado para contar el vuelco que la Pascua da a su
vida y a la comprensión de la historia de Jesús. Así la infancia de Jesús solo
puede ser comprendida desde el corazón cambiado por la Pascua; a quienes ha
tocado y cambiado la muerte y la resurrección de Jesús podrán comprender el
sentido de su nacimiento en Belén. Orar un nacimiento legendario desde la
experiencia de la fe es algo totalmente diferente a ojear una novela histórica de
cualquier personaje mundial ya fallecido.
La responsabilidad y el testimonio de un creyente en Navidad no está en la
novena, ni los villancicos, tampoco en la natilla y los buñuelos o el encuentro
familiar; y mucho menos en el matiz pagano y consumista que ha entorpecido
la navidad cristiana; el relato creyente de la Navidad está en saber dar razón de
la Encarnación de Dios en Jesucristo para hacernos más humanos y aceptar la
humanidad de Jesús que nos salva de nuestros egoísmos para nosotros salvar a
los demás; porque Dios en Jesucristo no salva sino por medio de hombres que
ya han sido salvados.
Llamamos Encarnación a la decisión por amor que tuvo Dios de formar parte de
nuestra vida, haciendo de nuestro corazón su casa y de mi casa su hogar cuando
pudo haber venido a habitar en una casa material hecha por nuestras manos
como David pretendió construirla para Yahveh: “¿Te has dado cuenta que yo
vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una
tienda de campaña? (Primera lectura) !Quería David buscar un sitio para Dios
con el fin de manipularlo para su beneficio! De ser posible Dios estaría por
habilidad de David en manos nuestras sabiendo donde lo podríamos encontrar
para hacerlo objeto de nuestros deseos. Dios le recordó a David en él a nosotros
promedio de Natán: “Piensas que vas a ser tú el que me construyes una casa
para que yo habite en ella? No, fue Dios el que hizo del corazón de David su
casa, David era la casa de Dios.
En el evangelio de Lucas el ángel reemplaza a Natán para ser enviado a una
pequeña ciudad de Nazaret en donde encontrará una nueva casa: el vientre de
María.
TODO OCURRIÓ EN UN HOGAR.
El anuncio de la presencia de Dios es para anunciar una misión a la persona y a
la casa escogida: María. Todo se inicia a partir de esta nueva casa con un
saludo. “Alégrate llena de gracia el Se￱or está contigo” luego una palabra de fe
para sanar la angustia que impide engendrar: “No temas María porque has
hallado gracia ante Dios, concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por
nombre Jesús. María pidi￳ un signo de anticipo: “¿C￳mo será esto pues yo
permanezco virgen?”; Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez,
ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque
para Dios no hay nada imposible”; María respondi￳ con un consentimiento en
agradecimiento: “Yo soy la esclava del Señor cúmplase en mí lo que me has
dicho” “Y el ángel se retir￳ de su presencia” Cuando María comienza a ser el
templo de Dios, el ángel se retira como signo de confianza y de inicio de la
realización de lo que Dios ha prometido.
Dios no busca templos para vivir sino personas para nacer y crecer en ellas y
busquen otros para que hagan dóciles sus corazones y nazca en ellos Jesús.
Si celebramos la Navidad consumista no necesitamos hogares ni nacimientos
tampoco requerimos de vientres ni palabra; nos basta el pesebre en cualquier
rincón.
Si prescindimos de la Navidad en familia, negamos el hogar de Nazaret que
podría ser un referente para mejorar o reconstruir el nuestro.
Si celebramos una navidad sin relación con los pobres estamos destruyendo al
Emmanuel, Dios con nosotros.
Si nos alegramos con el consumismo navideño perdemos la alegría de la
salvación del Salvador que necesita nuestra vida.
María concibió primero a Jesús en su corazón que en su cuerpo decía San
Agustín.
JESÚS NACE EN PERSONAS NO EN TEMPLOS.
Cuando Lucas narra su evangelio y particularmente la infancia de Jesús lo hace
desde su experiencia del Resucitado para contar el vuelco que la Pascua da a su
vida y a la comprensión de la historia de Jesús. Así la infancia de Jesús solo
puede ser comprendida desde el corazón cambiado por la Pascua; a quienes ha
tocado y cambiado la muerte y la resurrección de Jesús podrán comprender el
sentido de su nacimiento en Belén. Orar un nacimiento legendario desde la
experiencia de la fe es algo totalmente diferente a ojear una novela histórica de
cualquier personaje mundial ya fallecido.
La responsabilidad y el testimonio de un creyente en Navidad no está en la
novena, ni los villancicos, tampoco en la natilla y los buñuelos o el encuentro
familiar; y mucho menos en el matiz pagano y consumista que ha entorpecido
la navidad cristiana; el relato creyente de la Navidad está en saber dar razón de
la Encarnación de Dios en Jesucristo para hacernos más humanos y aceptar la
humanidad de Jesús que nos salva de nuestros egoísmos para nosotros salvar a
los demás; porque Dios en Jesucristo no salva sino por medio de hombres que
ya han sido salvados.
Llamamos Encarnación a la decisión por amor que tuvo Dios de formar parte de
nuestra vida, haciendo de nuestro corazón su casa y de mi casa su hogar cuando
pudo haber venido a habitar en una casa material hecha por nuestras manos
como David pretendió construirla para Yahveh: “¿Te has dado cuenta que yo
vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una
tienda de campaña? (Primera lectura) !Quería David buscar un sitio para Dios
con el fin de manipularlo para su beneficio! De ser posible Dios estaría por
habilidad de David en manos nuestras sabiendo donde lo podríamos encontrar
para hacerlo objeto de nuestros deseos. Dios le recordó a David en él a nosotros
promedio de Natán: “Piensas que vas a ser tú el que me construyes una casa
para que yo habite en ella? No, fue Dios el que hizo del corazón de David su
casa, David era la casa de Dios.
En el evangelio de Lucas el ángel reemplaza a Natán para ser enviado a una
pequeña ciudad de Nazaret en donde encontrará una nueva casa: el vientre de
María.
TODO OCURRIÓ EN UN HOGAR.
El anuncio de la presencia de Dios es para anunciar una misión a la persona y a
la casa escogida: María. Todo se inicia a partir de esta nueva casa con un
saludo. “Alégrate llena de gracia el Se￱or está contigo” luego una palabra de fe
para sanar la angustia que impide engendrar: “No temas María porque has
hallado gracia ante Dios, concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por
nombre Jesús. María pidi￳ un signo de anticipo: “¿C￳mo será esto pues yo
permanezco virgen?”; Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez,
ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque
para Dios no hay nada imposible”; María respondi￳ con un consentimiento en
agradecimiento: “Yo soy la esclava del Señor cúmplase en mí lo que me has
dicho” “Y el ángel se retir￳ de su presencia” Cuando María comienza a ser el
templo de Dios, el ángel se retira como signo de confianza y de inicio de la
realización de lo que Dios ha prometido.
Dios no busca templos para vivir sino personas para nacer y crecer en ellas y
busquen otros para que hagan dóciles sus corazones y nazca en ellos Jesús.
Si celebramos la Navidad consumista no necesitamos hogares ni nacimientos
tampoco requerimos de vientres ni palabra; nos basta el pesebre en cualquier
rincón.
Si prescindimos de la Navidad en familia, negamos el hogar de Nazaret que
podría ser un referente para mejorar o reconstruir el nuestro.
Si celebramos una navidad sin relación con los pobres estamos destruyendo al
Emmanuel, Dios con nosotros.
Si nos alegramos con el consumismo navideño perdemos la alegría de la
salvación del Salvador que necesita nuestra vida.
María concibió primero a Jesús en su corazón que en su cuerpo decía San
Agustín.
Padre Emilio Betancur Múnera