IV Domingo de Adviento, Ciclo B
DEJARSE ENCONTRAR
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Las más extendidas ansias de la humanidad desde sus inicios, se dirigen al
encuentro con lo Trascendente. Petroglifos y pinturas rupestres. Amuletos e ídolos.
Pócimas y sortilegios, van en esta dirección. El hombre busca a Dios, de cualquier
manera que se lo imagine. Nunca lo consigue, pero esta indagación, pese a que a
veces le angustie, se le hace imperiosa necesidad.
Hace unos años se editaron varios libros con un título genérico del siguiente tenor:
las mejores oraciones de todos los tiempos y lugares. Se trata de plegarias que
fueron escritas. El lenguaje más antiguo y más universal, aun hoy en día, es el
dibujo, pero los volúmenes de los que os hablo se refieren a textos anotados. Son
preciosas expresiones, en algunos casos desgarradores deseos dirigidos a una
divinidad o a un dios entre otros muchos.
El hombre es un ser insatisfecho, no hay duda. ¿Es un ser de existencia fracasada?
El pueblo hebreo fue el depositario de un nuevo rumbo. La iniciativa cambia de
sentido. No es el hombre que se eleva, es Dios que baja. Se le reveló el designio a
Abraham en Siquem y los profetas progresivamente lo fueron desvelando.
Llegó el momento de hacerse efectivo, visible, operante. Fue Navidad. Es Navidad.
Mis queridos jóvenes lectores, ignoro vuestra actitud, sólo quisiera que no fuese
mediocre. Que no os dejaseis aprisionar por el capitalismo consumista. Que no os
contentaseis con el poseer, comprar, usar, tirar y volver de nuevo a iniciar el
mismo ciclo. Es un engaño que favorece al comercio. Si sois jóvenes, jóvenes de
espíritu, aunque la biología os asigne ya la edad adulta, debéis saber que es
necesario sentirse unido a Dios para el goce pleno de la vida.
Dejaos llevar por la iniciativa divina. Por grande que pueda ser vuestro deseo,
mayor lo es el de Dios. No quiero darle más vueltas. Os ofrezco un texto
maravilloso de San Bernardo que siempre me ha emocionado. Al leerlo imaginad la
escena en vuestro interior. Os aconsejo que, si podéis, tengáis presente o
recordéis, alguna de las pinturas de la Anunciación de Fra Angélico, el que pintaba
de rodillas.
“Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de
varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta,
porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los
condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta
palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en
seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos
creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora
restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida...
No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra
que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el rey y señor del universo
desea tu belleza, desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a
tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu
silencio; ahora él prefiere tu palabra. El mismo, desde las alturas te llama:
«Levántate, amada mía, preciosa mía, ven...déjame oír tu voz» (Cant 2,13-14)
Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel;
responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe
la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna...
Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas
entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu
puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a
buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por
la devoción, abre por el consentimiento.
«Aquí está la esclava del Señor, --dice la Virgen-- hágase en mí según tu palabra.»
(Lc 1, 38)”
Solo os añado que estos días, la advocación de Santa María que celebramos, es la
de la Virgen de la Esperanza. Desde los tiempos del arte románico hasta nuestros
días, ha habido artistas que han plasmado imágenes de Nuestra Señora
embarazada. Por si no lo sabéis, se la llama también María de la O. (El origen de
esta expresión es litúrgico, pero no quiero alargarme, solo os advierto que también
se la llama Virgen Encinta o Virgen de la Divina Enfermera)