Natividad del Señor, Misa del día, Ciclo B.
COMPLEJA NAVIDAD
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Si habéis leído alguna de las reflexiones que yo os he escrito para la liturgia de las
dos anteriores misas propias de este día, a vosotros, mis queridos jóvenes lectores,
os han podido parecer tal vez de contenido enigmático o que escondía la intención
propia de un aguafiestas.
Os decía que la Navidad es cosa seria. Que pretende que gocemos de seria
felicidad. Lejos de mediocridades, chabacanerías e injustos derroches. El corazón se
alegra cuando recibe amor y cuando ama. El intelecto cuando avanza en
conocimientos que iluminan la mente y le son interesantes. El evangelio de Juan se
expresa en este sentido. Escuchamos a veces gritos o ruidos, sin que nada digan, ni
expresen. Son voces a las que les faltan las palabras. El sonido se extingue, la
palabra queda, no lo olvidéis.
Dios es Dios. Es Padre. Es Palabra. Es Espíritu. Personas únicas tan unidas que son
una sola entidad. Para los que estamos sumergidos en esta realidad espacio
temporal, la palabra, las palabras, son imprescindibles para orientarnos. Si la
Palabra es Persona divina, se convierte en Verdad, Camino y Vida. Juan, el
Bautista, fue personaje imprescindible. Era voz, era sonido, vehículo trasmisor de la
Palabra.
Pero llegó y acampo entre nosotros y le hicimos poco caso. Pero no se desanimó, ni
levanto su tienda y se fue a otra realidad, situada en otro planeta, mejor dicho, en
otra existencia. Le desanimamos, pero Él no se desanimó y continúa esperándonos.
Nos espera en los pobres, en los perseguidos, en los que sufren enfermedades
propias de Tercer Mundo al que pertenecen y de las cuales nosotros nos libramos.
Juan no era perezoso. Juan no buscaba triunfar, ni satisfacer su vanidad. Juan era
austero. Antes de que se acabe esta Navidad, no dejéis ninguno de vosotros, mis
queridos jóvenes lectores, de hacer algún gesto que le imite. Anunciaréis también
vosotros a un Salvador que nuestra actualidad desengañada, desalentada y
deprimida, tanto necesita.