Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
La Familia de Jesús: María y José
La fiesta de la Navidad nos acerca en el día de la Sagrada Familia a la
contemplación de las tres figuras que la componen concentrando siempre la
atención en Jesús. Los relatos narrados en los dos primeros capítulos de los
evangelios de Mateo y Lucas tienen un interés más teológico que histórico y no
tratan de mostrar tanto lo que a Jesús le pasó desde el principio cuanto de revelar
quién es Él desde el principio.
En el Evangelio de Mateo se cuenta el origen de Jesús desde una perspectiva de
Pasión (Mt 2,13-23). Jesús es el Hijo de Dios pero la manifestación plena de este
misterio pasa por la muerte en la cruz y la resurrección. Eso ya está preconizado en
el relato de su origen, que desvela su identidad y su misión. Por ello Mateo nos
cuenta cómo Jesús no ha hecho más que nacer y su presencia desagrada ya al
poder establecido. La hostilidad de Herodes y de los fariseos buscando la muerte
del niño prefigura el destino de Jesús en la cruz y las persecuciones de los
discípulos en la iglesia naciente. No olvidemos que hoy, día 28, es también el día de
los santos inocentes . Todo se narra en forma de relato midrásico, es decir,
iluminando los acontecimientos vinculados al origen y a la familia de Jesús desde
textos del Antiguo Testamento. Así Mateo muestra que Jesús es el Hijo de Dios y
que con él se abre paso en la historia el plan salvífico de Dios, aunque éste
encuentre la hostilidad en el mundo desde el principio. José, el hombre justo y
bueno , verdadero protagonista en el Evangelio de Mateo, el que cumple la
justicia divina mucho más trascendente que la justicia legal y está dispuesto
a realizar la voluntad de Dios, orienta su vida, su camino y su destino, según el
plan de Dios, y la Virgen María, su esposa, constituyen realmente la familia de
Jesús, siendo fieles en todo momento a Dios.
Por su parte el texto evangélico de este domingo es el de la presentación de Señor
Jesús en el templo narrado por Lucas (Lc 2,22-40) . En el templo de Jerusalén dos
figuras no sacerdotales, la de Simeón y Ana, hombre y mujer, se presentan
como testigos de toda la humanidad redimida que se abraza a su Señor ,
reconociendo, celebrando y proclamando que el encuentro con Jesús, el Mesías
Salvador, es la causa de la gran alegría del ser humano, pues en él se cumplen
todas las promesas divinas, se contempla la salvación y se revela la luz de Dios a
todos los pueblos y naciones de la tierra. Éste es el contenido del maravilloso himno
de Simeón. Pero Lucas muestra además el tenor mariano de la escena y la misión
singular de la Virgen María .
A ella particularmente, como primera discípula de Jesús, va destinado el segundo
oráculo de Simeón que es de estilo profético y constituye un primer anuncio de
la pasión al revelar también el camino y el destino paradójico del mesianismo de
Jesús, pues él será al mismo tiempo piedra de choque (cf. Is 8,14) y de
resurrección para la multitud. Jesús será signo discutido a lo largo de su vida
pública hasta la entrega de la vida en la cruz. La participación discipular de
María en el destino de su hijo queda reflejada en la imagen de que una espada
traspasará su vida, con lo cual se revela que ella es la candelaria de la luz
mesiánica que su hijo en la cruz será para el mundo. La otra mujer de la escena, la
profetisa Ana, viuda, representante de los pobres que esperan siempre la
liberación, glorifica a Dios al contemplar a Jesús el Mesías, como también hará el
centurión al contemplar la muerte de Jesú s en la cruz. También ella se
convierte en mensajera del evangelio, pues habla de Jesús a todos los que
aguardan la liberación.
De la mano de la Virgen María y de José, su esposo, y como Simeón, que tuvo la
dicha de tener en sus brazos a Jesús, hoy es un día hermoso para presentar ante el
mundo a Jesús como luz de todos los pueblos y como nuevo templo de Dios, al cual
pueden tener acceso todos los seres humanos gracias a la mediación solidaria y
fraternal de J esús, nuestro hermano, el hermano de toda la familia
humana. Como Ana, hablemos de Jesús abiertamente a los demás, pues quien se
encuentre con él, encuentra la alegría de la vida .
En estos días de Navidad, concentrados en Jesús, junto a María y José, nace la
fraternidad mesiánica universal, la nueva familia que encabezada por
Jesús abre un tiempo irreversible de luz en esta tierra de sombras. De esta familia
ya forman parte los pobres, como Ana y Simeón. La misión de José y María fue
proteger y cuidar al niño para saliera adelante su vida. La de Ana y Simeón fue
anunciarlo al mundo, después de encontrarse con él. Ésta es también la gran
misión de la familia cristiana y de las conciencias responsables en la vida de la
Iglesia. Proteger y defender a los más débiles y a los inocentes,
particularmente a los niños y a los jóvenes, a las mujeres maltratadas y a los
ancianos abandonados y a todo tipo de pobres es la gran tarea de la Iglesia. Y si
esto conlleva como resultado la confrontación con poderes públicos, con
instituciones, con estados o con ideologías que persiguen, descuidan o abandonan a
los inocentes, hemos de tener como referente a San José , el hombre justo
que, más allá de la legalidad imperante y a veces permisiva del mal , se sitúa
en el orden de la justicia divina y concentra su misión en sacar adelante la vida del
niño Jesús, confiando siempre en que el plan de Dios se cumplirá.
El papa Francisco nos recordaba el día de Navidad, y lo hace continuamente, que
no podemos olvidar que hoy se sigue persiguiendo a muchos cristianos en el mundo
y que se sigue matando o dejando que malvivan o mueran muchos inocentes, sobre
todo, niños. Los inocentes y las víctimas de tanto Herodes que anda suelto se
cuentan por miles. Nuestra conciencia responsable, y mucho más si es cristiana, no
puede olvidarse nunca de los inocentes, de los niños abandonados,
maltratados, explotados y vejados, ni de aquellos a los que se les ha
impedido nacer. En todos ellos se hace presente Jesús inocente, hermanado
con ellos por la sangre de su cruz. De igual modo Jesús inocente está presente
en los millones de personas que mueren de hambre en el mundo así como en el
número ingente de los empobrecidos en esta última fase de la gran injusticia
cometida por el capitalismo salvaje que ha incrementado sobremanera el colectivo
de los que sufren sus consecuencias.
La Carta a los Colosenses, por su parte, despliega todo un elenco de actitudes y
de conductas centradas también en Dios para exhortar a los creyentes a vivir y
enseñar la auténtica sabiduría (Col 3,12-21). Por eso, especialmente en las
relaciones familiares, se requiere misericordia, bondad, humildad, dulzura,
comprensión y, sobre todo, una vida en la que fluya el perdón recíproco. El
libro del Eclesiástico proyectaba (Eclo 3,3-7.14-17) estas actitudes particularmente
en las relaciones de los hijos hacia los padres, y concedía al respeto y a la honra
hacia el padre y la madre, así como la atención y el cuidado hacia ambos, el
altísimo valor de perdonar pecados. Todas estas virtudes tienen su culmen en el
amor y han de ser las señas de identidad de quienes viven en continua acción de
gracias al Padre, dejando que la Palabra habite en todos nosotros y enriquezca
nuestras vidas.
La carta a los Colosenses repite hasta tres veces la necesidad de dar gracias a
Dios . "De bien nacidos es ser agradecidos" dice nuestro refrán popular. Esa
orientación de la vida en una gratitud constantemente celebrada ante Dios es la
clave de la verdadera fuente de la alegría humana, que encuentra su culmen en
toda Eucaristía.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura