Vísperas de la Solemnidad de María, Madre de Dios y acción de gracias
31 de diciembre
...la Solemnidad de María, Madre de Dios, su presencia maternal nos
asegura que Dios no nos abandona… nunca
Al terminar este año, viene muy a modo recordar el mandato del Apóstol: “Vivan
(…) apoyados en la fe, (…) rebosando en acción de gracias” ( Col 2, 6-7). Nos
reunimos esta noche para elevar un himno de acción de gracias a Dios, Señor del
tiempo y de la historia.Cada momento de nuestra vida no es provisional, es
definitivo, y cada una de nuestras acciones está llena de eternidad; en efecto, la
respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro
futuro.
La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es cíclica, sino lineal: es
un camino que va hacia una realización. Un año que pasó, por lo tanto, no nos
conduce a una realidad que termina sino a una realidad que se cumple, es un
ulterior paso hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y
una meta de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y
fuente de nuestra Leticia, alegría.
Mientras llega al término el año 2014, recojamos, como en una cesta, los días, las
semanas, los meses que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y
preguntémonos valientemente: ¿cómo hemos vivido el tiempo que Él nos dio? ¿Lo
hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos
sabido usarlo también para los demás? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para estar
con Dios, en la oración, en el silencio, en la adoración? (Francisco 2013).
Dando respuesta a lo que nos hemos planteado, al concluir el Año del Señor 2014,
no podemos menos de agradecer y pedir perdón. Las dos cosas juntas: agradecer y
pedir perdón. Agradecemos todos los beneficios que Dios nos ha dado, y, sobre
todo, su paciencia y su fidelidad, que se manifiestan en la sucesión de los tiempos,
pero de modo singular en la plenitud del tiempo, cuando “envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer» ( Gal 4, 4).
El año que termina y el que se anuncia en el horizonte están puestos bajo la mirada
y la bendición de la santísima Madre de Dios. Pongamos, en esta noche, en las
manos de la Madre de Dios nuestra acción de gracias al Señor por los beneficios
que nos ha concedido abundantemente en los últimos doce meses. El primer
sentimiento que nace espontáneamente esta noche en el corazón es precisamente
el de alabanza y acción de gracias a Aquel que nos hace el don del tiempo,
oportunidad preciosa de hacer el bien; añadamos la petición de perdón por no
haberlo quizás empleado siempre útilmente.
Al venir al mundo, el Verbo eterno del Padre nos reveló la cercanía de Dios y la
verdad última sobre el hombre y sobre su destino eterno; vino a quedarse con
nosotros para ser nuestro apoyo insustituible, especialmente en las inevitables
dificultades de cada día. Y esta tarde la Virgen misma nos recuerda qué gran regalo
nos ha hecho Jesús con su nacimiento, qué precioso ‘tesoro’ constituye para
nosotros su Encarnación. En su Nacimiento Jesús viene a ofrecer su Palabra como
lámpara que guía nuestros pasos; viene a ofrecerse a sí mismo; y en nuestra
existencia cotidiana debemos saber dar razón de él, nuestra esperanza cierta,
conscientes de que “el misterio del hombre sólo se esclarece verdaderamente en el
misterio del Verbo encarnado” ( GS 22).
En nuestro tiempo, marcado por la inseguridad y la preocupación por el futuro, es
necesario experimentar la presencia viva de Cristo. María, Estrella de la esperanza,
es quien nos conduce a él. El Espíritu Santo nos asegura la fuerza necesaria para
dar testimonio de la alegría de la fe y de la belleza de ser cristianos. La sociedad
necesita ciudadanos que no se preocupen sólo de sus propios intereses, porque, si
cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina.
Aunque en el horizonte se ciernen no pocas sombras sobre nuestro futuro, no
debemos tener miedo. Nuestra gran esperanza como creyentes es la vida eterna en
la comunión de Cristo y de toda la familia de Dios. Esta gran esperanza nos da la
fuerza para afrontar y superar las dificultades de la vida en este mundo.
En estas vísperas de la Solemnidad de María, Madre de Dios, su presencia maternal
nos asegura que Dios no nos abandona nunca, si nos entregamos a él y seguimos
sus enseñanzas. Así pues, con filial afecto y confianza encomendemos a María las
esperanzas y los anhelos, así como los temores y las dificultades que llevamos en el
corazón, mientras despedimos el año 2014 y nos preparamos para acoger el 2015.
Ella, la Virgen Madre, nos ofrece al Niño que yace en el pesebre como nuestra
esperanza segura.
Llenos de confianza, podremos entonces cantar al concluir: “Tú, Señor, eres
nuestra esperanza, no quedaremos confundidos eternamente”. Sí, Señor, en ti
esperamos, hoy y siempre; tú eres nuestra esperanza. Amén.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)