DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD
LA PALABRA ES PERFORMATIVA
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / @emilioroz
Si tuviésemos que definir el término “palabra” diríamos que es un segmento compuesto
por símbolos, letras, que sumados a otros de mayor o menor longitud crean el habla,
generan una cadena de habla verbal o escrita. Así el evangelio de Juan del que hoy
leemos su prólogo nos ofrece la genealogía de fe en Jesús, mientras que Mateo (1,1-17)
y Lucas (3, 23-28) nos presentan las genealogías familiares del hijo de José y de María,
con similitudes y diferencias entre ambos, con el fin de mostrarnos su procedencia de la
estirpe de David.
La introducción a Juan pone de manifiesto la existencia de la Palabra como anticipo a
todo lo demás, afirma de ella que existía desde siempre y junto a Dios, incluso en el
momento mismo de la creación. Así, nos permite afirmar que la Palabra era y es Dios,
pues así como una cadena de palabras generan una realidad, Dios mismo crea por medio
de ella, el relato de la creación en el libro del Génesis es gráfico al respecto, “dijo
Dios…”
El hablar de Dios es creador, podemos afirmar que es performativo, en tanto hace las
cosas por medio de palabras; la filosofía del lenguaje dirá que el lenguaje performativo
es aquel que va creando por medio del lenguaje mismo. El milagro divino está, así, en la
voluntad creadora de Dios y en la mantención de las cosas, pues la sola palabra divina
podría hacer que las cosas mismas dejaran de ser y existir.
Finalmente afirma que la Palabra habito entre nosotros, es decir, el origen de
procedencia de Jesús no es sino Dios, la palabra mora en medio de las realidades
temporales sin por ello sufrir modificación alguna pero comprometiéndose con la
realidad de los hombres de todos los tiempos, he aquí la voluntad salvífica de Dios, pues
Aquel que es el verbo encarnado no vino una sola vez, sino que lo hizo para siempre, la
voluntad creadora de Dios se comprende a la luz de su amor y su deseo de salvación
para todos los hombres sin distinción alguna.
Aquel en el que habita la perfección en tanto es la perfección misma, camina entre
nosotros, comparte nuestra vida, nos auxilia en el camino. La perfección devuelve la
amistad perdida a la imperfección y la invita a caminar hacia la plenitud de la vida.
Quien cree en Él accede a este milagro, esta es la razón por la que le pertenencia a la
comunidad cristiana no se limita a espacios físico-temporales sino que en nuestra
situación actual con las limitaciones propias de cada uno somos miembros de la
comunidad de los hijos e hijas de Dios.-