La novedad de Dios
El Papa Francisco en la clausura del Sínodo de la familia en octubre del año pasado, en
un discurso vibrante, retó a la Iglesia, nos retó, a dejarnos sorprender por la novedad de
Dios. ¡Dios es novedad! No hay cómo encerrarlo en esquemas o rituales, ni siquiera en
dogmas. Es más grande incluso, que nuestra conciencia. Desborda el corazón en
bondad, intimidad, verdad sobrepasando en todo nuestras limitaciones.
Cuando iniciamos el año, lo deseamos nuevo, lo queremos nuevo. Sólo que nuestra
mentalidad es posesiva y, definitivamente arcaica. El año nuevo podría ser lo mismo de
siempre. El libro del Eclesiástico nos invita a dejarnos habitar por la Sabiduría de Dios.
Darle cabida a la Sabiduría en nuestro corazón es permitir que se vaya cambiando en
nosotros toda la estructura mental, los principios orientadores, la praxis de nuestra fe.
Pablo pide el don de la Sabiduría como presencia reveladora de la novedad de Cristo en
nuestras vidas. Descubrirlo es abrir las antenas de nuestra existencia a la comunión
universal sintonizando con todos los pueblos y culturas, dejándonos desbordar por sus
maravillas, aceptando las diferencias y proclamando con nuestra propia vida el amor de
Dios que nos abre permanentemente a lo inédito, a lo impredecible e impensable. Así
es Dios y no se deja encajar por nuestras miopías y seguridades. Las desborda.
El evangelio de Juan hace eco a la Palabra creadora que irrumpe en nuestro medio
como ráfaga de luz que viene a iluminar nuestro camino. El evangelista lo constata con
dolor: “Las tinieblas no lo recibieron”. La Palabra quiere doblegar nuestra cerrazón y la
luz busca derrotar las tinieblas. Necesitamos en el nuevo año echar mano de la Palabra
y dejarnos iluminar para que todo transcurra en la novedad amorosa de nuestro Dios.
Cochabamba 04.01.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com