BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO B
¿Necesitaba ser bautizado Jesús?
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / @emilioroz
El Bautismo era visto, en tiempos de Jesús, como la confesión de todas las culpas y el
deseo de comenzar una nueva vida, era habitual entre los habitantes de la región de
Judea y Jerusalén. Nos hallamos aquí ante dos puntos interesantes, el primero es que
Jesús proviene de Nazaret de Galilea, es decir, su deseo de bautizarse trasciende los
límites geográficos “normales”. El segundo es aun más complejo, si Jesús es el hijo
unigénito de Dios, es más, es la segunda persona de la Trinidad: Dios-hecho-hombre, de
dónde proviene su pecado.
A lo largo de toda la historia las distintas escuelas teológicas han intentado responder al
interrogante que plantea este acontecimiento, que claro está inaugura de algún modo su
vida pública, pero que en su esencia resultaría prescindible para el mismo Hijo de Dios.
¿Qué pecados trae consigo? ¿Cómo podía pasar de su vida anterior a una vida nueva en
la que Dios fuera su eje si él mismo es Dios?
Juan se sorprende cuando ve que es el Mesías quien le solicita el bautismo y le dice que
es él quien debe ser bautizado, a lo que recibe como respuesta: “Déjalo ahora. Está bien
que cumplamos así toda justicia” (Mt 3,15), afirmar que su bautismo sirve tan solo para
cumplir el propósito de ser fiel a la Ley sería demasiado simplista, sin embargo algo de
esto deja entreverse en esta práctica sacramental: Jesús quiere ser uno más en medio de
su pueblo, su humanidad aun sin haber sido dañada por el pecado lo hace par respecto
de sus contemporáneos.
No obstante su bautismo tiene aun una dimensión muy superior, en él toda la historia
humana es recapitulada, la misma agua sobre la que se mecía el espíritu divino al
momento de la creación es signo sensible de la intervención divina en la historia desde
siempre y para siempre. “El bautismo de Jesús se entiende así como compendio de toda
la historia, en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro…” nos dice nuestro
Papa emérito Benedicto XVI. (Jesús de Nazaret I, pp 42)
Es por el bautismo mediante el cual los anhelos y sufrimientos de todos los hombres, de
cada uno de nosotros, son renovados y alcanzan su sentido más verdadero, pues nuestra
humanidad es regenerada, hecha de nuevo en el Hijo que se sumerge en nuestra
condición sin ser afectado por ello. Así la voz del Padre que lo designa como su
predilecto no hace más que confirmar la vocación salvífica y el deseo de amor de Dios
por todos nosotros.-