III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
NADA DE WASAP O SEMEJANTES: CONTACTO PERSONAL
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
La pasada semana, la liturgia dominical había encabezado la lectura evangélica que
este año será del texto de Marcos, incluyendo un relato de Juan, en el que el
encuentro de los primeros discípulos con el Maestro tenía mucha hondura humana.
Recordémoslo de nuevo. Convivieron, Juan y Andres, con el Maestro un día en su
domicilio, que, dicho sea de paso, ninguno de ellos contó cómo era. El único eco
que tuvo, resuena en su comportamiento posterior: con Él uno se sentía bien. No
hay que olvidar estos detalles, antes de continuar con el relato de hoy.
Todos sabéis, mis queridos jóvenes lectores que hay inventos que deslumbran y
entusiasman y posteriormente se abandonan. Su vigencia puede ser corta o larga,
pero es superada o se vuelve a anteriores procederes. Estamos viendo que las
sencillas bombillas incandescentes, de filamento de wolframio incandescente en el
vacío, es superada por la que luce en atmosfera enrarecida de yodo, entre otras
mejoras, de las que llamamos halógenas y de inmediato contemplamos las ya
omnipresentes electrónicas, o las de Led, que van arrinconando a las anteriores.
Sentimos cierta nostalgia por las que inventó T. Edison y han alumbrado durante
tanto tiempo (y aun alumbran hoy, no se olvide). Pero ¿Quién se acuerda de los
cristales de galena, corazoncito de nuestros primeros receptores de radio
personales? ¿o de los faroles de petróleo que iluminaban tenuemente nuestros
campamentos veraniegos? ¿o de las plumas estilográficas, que llenaron tantos
cuadernos de apuntes?. Algunos de vosotros, seguramente, ni siquiera sabréis de lo
qué os estoy hablando, en algunos casos.
El título de esta mi aportación de hoy, quiere ser provocativo. No ignoro el valor de
los sistemas de comunicación rápidos y baratos de los que disponéis ahora
vosotros, pero temo que no tengáis en cuenta sus limitaciones. Yo siempre
recuerdo el testimonio de León Bloy, mi gran admirado ogro místico. Vivían en
Paris, se encontraban paseando cada día, él y su enamorada, pero, posteriormente
a este rato, se escribían cartas. Nos han llegado con el título de “cartas a su novia”
las del escritor. Las que le dirigía ella, que yo sepa, no. Pero León se refiere a ellas
en sus misivas. Eran relaciones profundas, comprometedoras, simultáneas o
complementarias a sus conversaciones. También, y mucho más, las de Jesús con
los apóstoles. En aquel tiempo, casi nadie sabía escribir. En el entorno de Jesús,
Juan y seguramente Leví, serían los únicos capaces de leer y escribir. Ni existían
tres correos que se repartieran diariamente, como en tiempos de L. Bloy, ni los e-
mail que ahora nos permiten casi instantáneamente recibir correos desde próximas
o lejanas tierras y ser buzones abiertos permanentemente.
Al Maestro esto no le importaría, sabía dedicar tiempo suficiente para compartir con
quien a Él se le acercase o le siguiera. Lo corrobora el encuentro con el intelectual
Nicodemo y las largas confidencias del Cenáculo que nos trasmite el texto de Juan,
amén de los posteriores tormentosos de su agonía en el huerto de Getsemaní.
La primera enseñanza que debemos sacar hoy es que es preciso entablar una
relación personal con el Señor y estar dispuesto a escuchar su llamada, de la
manera y contenido que sea y afrontarla con docilidad. Nos exija lo que quiera Él
exigirnos.
Lo segundo que aprendemos es que toda elección supone una renuncia. Seguir a
Jesús implicó dejar las redes, su negocio, su oficio. Y los Apóstoles fueron capaces
de hacerlo.
Yo no sé qué pensáis de la canción “pescador de hombres” algunos creen que ya
está manida, hace poco en la misa papal del 12 de diciembre, la escuché muy bien
interpretada, y a mí me gusta mucho. Por la orilla del Lago de Genesaret o
cruzándolo, en la habitual travesía que el peregrino hace, oigo en mi interior: “Tú
me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre… era algo parecido y
lloro emocionado, y le vuelvo a decir sí, que sí. Pero también me pasa en otros
momentos. Hace pocos días iba yo por una anónima calle muy de mañana. Era
Navidad, de repente, me vino a la mente las palabras de Santa María: me alegro en
Dios mi salvador… y también lloré de emoción contento y me propuse seguirle con
más cercanía…
Vosotros, mis queridos jóvenes lectores, también pasaréis por momentos
semejantes. Imitadles y dejando las redes que a vosotros os atrapen, proponeos
seguirle, no lo dudéis.
La segunda lectura, el texto de San Pablo a los de Corinto, no tiene desperdicio si
sabemos referir el contenido a nuestro contexto. En vez de los ejemplos que el
apóstol pone, traducidlos a realidades vuestras, como inquietudes y pertenencias a
corrientes políticas, a adhesiones a deportes o sus clubes, a cursos y cursillos a los
que tan aficionados son los de hoy, con el deseo de que amplíen acudiendo a ellos
sus porvenires profesionales, Adherirse a estos valores, positivos sin duda, pero
limitados, con la intensidad que solo exigen los supremos, dificulta mucho el
progreso en la Fe, la Esperanza y la Caridad. Al acabar una manifestación
multitudinaria ¿se os ocurre entrar en una iglesia a rezar fervorosamente? Es un
ejemplo de termómetro espiritual que os podéis aplicar.