DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO CICLO B
¿DE QUÉ NOS SANA JESÚS?
La comunidad de los discípulos que Jesús ha formado deja el mar, signo del mal por
la cantidad de cetáceos desconocidos y peligroso para Israel; se inaugura entrando
Jesús a enseñar el sábado en la sinagoga de Cafarnaúm, icono de la pureza judía y
el shabat; día por excelencia de la celebración de Dios como creador y liberador.
Los ritos de la sinagoga no eran los procedimientos ideales frente al mal; pero si un
buen sitio y momento oportuno para Jesús comenzar la lucha contra el mal como
advenimiento del reino.
SE LE ACABÓ EL TIEMPO AL MAL
Que “el tiempo se haya cumplido” significa que el mal podía ser vencido.
Impresionante que en la sinagoga esté un hombre esclavizado por un espíritu
impuro; preaviso al templo cristiano heredero de la sinagoga, a donde llega el
sufrimiento multiplicado con más necesidad de sanación que de ritos y
adoctrinamiento. La comunidad de los discípulos comienza a darse cuenta de lo que
significa: “Os haré pescadores de hombres”. Si los discípulos no tienen que ver
directamente con el milagro al menos estaban aprendiendo como se sanaba
(exorcizaba) el mal incompatible con el amor de Dios hecho compasión en Jesús.
JESÚS ES” DICIENDO Y HACIENDO”
” Que quieres tú con nosotros has venido a acabar con nosotros”, enfermos,
excluidos, victimarios, esclavizados, hechos inhumanos por la religión como ley;
pero para Jesús sujetos de humanidad y primeros destinatarios del Reino. Los
“espíritus impuros” conocen la autoridad de Jesús pero nunca piden la sanación: “sé
que eres el consagrado por Dios” Jesús le obliga, secreto mesiánico, porque no
quiere que su persona sea divulgada antes que los discípulos lo descubran como
mesías en la cruz y resurrección.
Vale la pena descubrir cuáles son los males que hay en nuestro interior ¡para saber
de qué nos puede sanar Jesús!; preguntarnos quien nos habla al interior, en
manos de quien esta nuestra vida, cuales son las ideologías que nos dominan, las
seguridades que nos entusiasman, las ofertas de la cultura que nos esclavizan, los
afectos que nos hacen mendigos, las historias personales o pasadas de nuestra
vida, la mala jugada de los inconscientes que nos oprimen, las apariencias que no
permiten llegar a saber lo que somos, las doctrinas, incluso religiosas que no tocan
el corazón por mantenernos más informados que formados.
Jesús que es: “diciendo y haciendo”, le ordena al espíritu inmundo: “!cállate y sal
de él y el espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido
salió de él” (evangelio)
Jesús no le reconoce al espíritu del mal en nuestra sociedad ningún poder. Todo
mal es incompatible con el reino de Dios que Jesús ha venido a sembrar en el
interior del hombre: ser más humanos para afrontar el deshumanismo. Hoy el mal
ha emigrado del campo espiritual al comportamiento humano y cultural; es ahí
donde la violencia, la intolerancia, los ídolos, las esclavitudes, la corrupción, la
mermelada, la falta de transparencia y las mentiras en la economía, la política y
todo lo vinculado con el “egoísmo” restan humanidad y credibilidad a las personas
e instituciones.
“NO TE METAS CON LO NUESTRO”.
Es el grito de la codicia institucional y privada: “¿qué tienes que ver con nosotros,
Jesús? Atiende tus seguidores. Nuestro negocio secular es propio. Vuelve a
Palestina y a la Biblia. Da marcha atrás a la Iglesia por los errores de tu iglesia
¿Por qué tiene que mezclarse en nuestros asuntos civiles? Devuélvete, tan lejos que
no interfieras con nuestros intereses.
Los poderes que explotan los hombres protestan diciendo que las enseñanzas de
Jesús no tienen jurisdicción sobre ellos. “Tengo el derecho a vivir mi propia vida”
usualmente significa “¿Qué tienes tú conmigo, Jesús de Nazaret?” A este grito del
espíritu maligno Jesús contestó, ¡silénciate, y sal de allí! Porque él tiene que ver
con todo mal y sufrimiento que afecta a la gente. Es ahí donde el Espíritu por medio
de la palabra nos da discernimiento para descubrir el mal y las razones del
sufrimiento; haciendo presente la victoria de Jesucristo sobre la muerte como
esperanza de ser hombres y sociedad nueva por su resurrección. La palabra de
Jesús es una amenaza para todos los males que hemos dejado enraizar en nuestro
corazón y nos han quitado la paz, primer signo de la fe. Si estuviéramos más
asombrados del poder de la palabra de Dios en nuestra vida laica, religiosa o
ministerial los responsables de esa palabra nos asombraríamos más y seríamos
más creíbles .
P. Emilio Betancur