DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO CICLO B
LA COMPASIÓN ES INCLUYENTE.
Con frecuencia para comprender un texto bíblico no solo basta su aspecto
religioso sino que exige conocer el contexto social, como ocurre con el libro
levítico y el evangelio de hoy. El libro del Levítico no es de los más fáciles; en la
primera alianza las leyes con respecto a los leprosos se inspiraban en la
protección a la comunidad de toda contaminación peligrosa.
La lepra y la ceguera eran dos enfermedades sufridas como consecuencia del
pecado lo que implicaba la exclusión religiosa y social. Lo grave de la lepra era
su condena. Un correcto acercamiento al fenómeno de la lepra es lo que hoy se
llama “soriasis”, cuando el agua es mayor que la sangre ocurre la hidropesía y
cuando ésta es mayor que el agua, se produce la lepra; en general la lepra era
todo tipo de enfermedad de la piel. No se trata de un exorcismo o sanción; es
una purificación (limpiar, liberar). Jesús no busca la santidad del leproso; lo que
está en juego es su falta de relación con su religión y la comunidad por la
impureza de la lepra. El leproso pone en manos de Jesús su poder de
“liberación”, y la última oportunidad de cambiar su vida, orar en el templo, ir a
la sinagoga y compartir con su familia: “si tú quieres, tú puedes”. Si Jesús se
llenó de cólera, como dicen pocos manuscritos, fue contra el mal de la lepra,
contra las injusticias que se comenten con la ley; o de misericordia y compasión
fue por la angustia del leproso.
NO HAY COMPASIÓN SIN PASIÓN
El leproso en lugar de ponerse en manos de un curandero de la época o de
alguien que simplemente le impusiera las manos por limosna, escucha la palabra
de Jesús quien descubre un justo donde el hombre siente un mal.
En el evangelio el leproso no tiene nombre y así es un signo de toda clase de
marginación y exclusión, de todos los que la sociedad y las religiones todavía no
han tenido en cuenta y los sostienen con limosnas, pagando la exclusión, cuando
lo que más necesitan es una comunidad de hermanos. Primordialmente por ellos
Jesús siente lástima, se le conmueven las entrañas, lo enternecen, tiene
misericordia y siente compasión; todo cuanto termina en una acción eficaz en
favor de quien se ha sentido agobiado y excluido por la lepra. Cuando Jesús
aparece las barreras excluyentes desaparecen. No hay compasión sin la pasión
que Jesús comparte por haber sufrido. La compasión es una comunión en el
sufrimiento por parte de quien sabe de sufrimientos.
Sanar a un leproso equivalía a resucitar a un muerto. Hay que tener primero
compasión para luego extender la mano hacia todo tipo de lepra. “Jesús se
compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó, lo mantuvo en sus manos, y
le dijo: “¡si quiero, sana!” es decir lo reconoce como puro en lugar de rechazarlo
como enfermo. El leproso no lo contagió pero Jesús si lo salvó.
LA RELACIÓN PERSONAL ES INDISPENSABLE.
Con la compasión incluyente se forma la nueva familia de discípulos, iglesia,
compuesta con enfermos y excluidos. Jesús separa la lepra del pecado, y libera a
todos los hombres de la condena moral y religiosa que pesa sobre ellos. No
niega el pecado, pero suprime la dirección directa entre pecado y enfermedad.
La purificación del leproso nos enseña además que cuando se trata de sanar
salvando no hay sustituto adecuado para unas manos extendidas, unos ojos
comprensivos y unos oídos atentos; el toque personal de la vida en la vida, la
relación personal, es indispensable dese el inicio en todo proceso de
evangelización; de lo contrario el kerigma no es experiencia sino “doctrina”. La
Encarnación de Jesús es insustituible para su relación con los excluíroslos
pobres; o cualquier otra relación personal en la fe. No se puede jugar con la ley
o los prejuicios para no dejarnos tocar por los pobres. Ningún comité social u
organización religiosa puede suplantar la relación personal con los excluidos. Sin
ella, se atrofia el nervio de la compasión y se agota la solidaridad. “La Palabra se
hizo carne y puso su morada entre nosotros” después que el verbo se hizo carne
toda nuestra vida humana puede ser revelación de Dios. El misterio de la
encarnación es la maravillad le la Encarnación. ¡No fue eso lo que celebramos en
Navidad!
AMOR DE DIOS SIN PREJUICIOS.
¿Reflexionemos acerca de los tabúes que anidan en nuestro corazón y que nos
impiden mirar, extender la mano y levantar? Tiene sentido que el leproso vaya
a un lugar de la gracia, el templo, para presentarse a Dios como lo había creado
con capacidad de ser humano; y ante los sacerdotes para ofrecer por su
purificación según lo prescrito por Moisés. Jesús con la purificación del leproso
no rompió con el protocolo judío sino que lo retornó al orden de la creación.
Tanto el leproso como Jesús transgredieron la forma de exclusión tradicional
llamada, lepra, pero era necesario para renacer. Jesús desafiando el abismo de
los tabúes delos hombres, por tradición, uso social, discriminación política o
económica, explotación o exclusiones a nombre de Dios, lo tocó indicando que
no pueden existir prejuicios ante el amor de Dios.
“IMÍTENME A MI”
Un creyente no puede excluir a nadie sino hacerse prójimo de todos, es decir,
acercarlos a todos, sigue la acción de Jesús y el testimonio de Pablo. Vale la
pena detenerse en la estupenda reflexión de la carta a los Corintios. “Yo procuro
dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino el de los demás,
para que se salven. Cada una de nuestras acciones pueden ser dignas de Dios
“Háganlo todo por gloria de Dios”, “imítenme a mí como yo imito a Jesús”
(segunda lectura).Es significativo que quienes mejor anuncian el evangelio son
los que primero han sido sanados del pecado que es la lepra más dañina porque
mata el Espíritu.
Padre Emilio Betancur Múnera