DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO
Lev 13,1-2.44-46, Salmo 31 (32), I Co 10,31-11,1;
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si
quieres, puedes limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó,
diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y
quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a
nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu
purificación lo que mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar
el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía
entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado;
y aun así acudían a él de todas partes.
El día domingo en la Iglesia Católica, celebramos el día del SEÑOR, día en que de
manera particular estamos llamados a vivirlo en familia (la gran familia de la
Iglesia); día exclusivo en que los esposos-padres cristianos están llamados a
transmitir la fe a sus hijos, como así lo manifiesta la celebración del rito
matrimonial en la Iglesia Católica, cuando los contrayentes, el sacerdote que
preside la ceremonia les pregunta: “¿están dispuestos a aceptar los hijos de parte
de Dios y educarlos en la fe de la Iglesia?”. De esta manera podríamos decir que en
esta relación de los padres con los hijos se va dando una comunión de vida, no solo
por los vínculos biológicos parentales sino por la misma fe que los padres profesan
y transmiten a sus hijos. La familia cristiana es llamada por su misma naturaleza y
ejercicio de la fe: “iglesia doméstica”.
En el evangelio del presente domingo, Marcos, presenta a un leproso, pero este
leproso, según el texto que hemos escuchado se puede comprender que tenía
conocimiento de quien era Jesús, pues a la petición: “¿si quieres puedes curarme?;
y la repuesta de Jesús no se hace esperar: “quiero”. A partir de este dialogo que
Jesús tiene con el leproso podemos decir que Dios en Cristo no solamente quiere
curar al hombre de sus males, sino que el hombre viva una vida digna, porque
según el libro del génesis en el capítulo 1, Dios crea al hombre y a la mujer a su
imagen y semejanza. Esta curación que Cristo realiza en el leproso hace presente
que Dios en Cristo da al hombre la posibilidad de retornar a su condición
primigenia, como hemos dicho líneas anteriores, ser imagen de Dios, y como dice
San Mateo: “sed santos como nuestro Padre Celestial”.
Sabemos por los datos de la Sagrada Escritura, y sobre todo en el pueblo judío,
según las prescripciones que el autor sagrado describe en el libro del levítico, aquel
a quien se le verificaba la enfermedad de la lepra, no solo era excluido del pueblo
sino desterrado, y en este caso perdía todo derecho y pertenencia del pueblo. En
nuestros días, en la sociedad post moderna en la cual vivimos, el sentido del
pecado a perdido todo su significado, en incluso en muchos cristianos católicos. Yvis
Conga, un gran teólogo, en la Iglesia Católica, en su libro, la Santa Iglesia, decía:
“en la vida de muchos cristianos hay herejías practicas”. Según la moral cristiana,
la conciencia moral a la luz de la fe nos ayuda a distinguir el bien del mal, pero
cuando la fe se va perdiendo, la conciencia moral se va debilitando o perdiendo; de
esta manera llegamos a lo que nuestro Papa Benedicto XVI, al inicio de su
Pontificado, dijo expresamente: “en nuestros días nos encontramos en una
dictadura del relativismo”; dicho en palabras del actual Santo Juan Pablo II, en su
carta pos sinodal, Reconciliación y Penitencia, dijo: “el pecado social, es la suma de
los pecados individuales ( de las personas)”.
En el libro del Levítico, donde se hace mención de la enfermedad de la lepra que
sufría una persona, ésta era excluida de la comunidad por el simple hecho de estar
infectada. Pues el significado para el pueblo judío de la enfermedad de la lepra era
de una persona impura y la impureza debía ser desterrada de la comunidad y del
pueblo. En este contexto cultual se entiende porque a Jesús los ancianos, escribas y
fariseos, le decían: “que solo Dios podía perdonar los pecados”; porque la
impureza, la interpretaban como un signo de Dios, para que el pueblo se convirtiera
de sus actos malos e idolatría. Haciendo una lectura cristiana de la lepra y el
sentido de la impureza es lo que realmente el pecado causa en la vida del creyente,
y aun mas según la gravedad del pecado mismo, pero en esencia el pecado es una
ruptura con Dios, con el prójimo y la comunión de los hermanos, un ejemplo, y
lamentablemente en nuestra sociedad se está verificando: la calumnia, la
difamación, el adulterio, la doble vida, etc.
San Pablo en la carta a los Corintios, hace referencia al escándalo, según la
gravedad del pecado, no solo creará una ruptura en cuanto a la comunión entre las
personas, sino que su consecuencia, entre otros, puede ser de escándalo, y el
escándalo se debe entender en el sentido que desdice y debilita aquello que se
presenta como verdad fundamental y modelo a seguir. Y continuando en la línea de
la enfermedad de la lepra, Dios en Cristo quiere curar el ser del hombre, porque en
el sentido cristiano, la lepra se debe entender como una enfermedad existencial,
como dice el profeta Ezequiel: “os arrancare el corazón de piedra y os daré un
corazón de carne”, como dice San Pablo en la Carta a los Corintios: “pasó lo viejo y
todo es nuevo”. Termino con las palabras del Papa Francisco que en el numero 3 de
su Encíclica, El Gozo del Evangelio, nos dice: “Dios no se cansa de amarnos, somos
nosotros que nos cansamos de su misericordia”.
P. Oscar Balcazar Balcazar