Miercoles de Ceniza, Ciclo B
¿POR QUÉ EMPEZARLO EN MIÉRCOLES?
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Es el inicio del santo tiempo de cuaresma. ¿Por qué empezarlo en miércoles,
obviamente os preguntaréis, mis queridos jóvenes lectores? No se trata
precisamente de escoger un día cualquiera de la semana, ciertamente. La elección
se hace en función de la fiesta de Pascua. Ya lo veréis. La celebración de una
solemnidad, exige preparación adecuada. De hoy en adelante nuestra mirada, pues,
cuando nos reunamos en los encuentros litúrgicos y cuando solitarios
recapacitemos en lo más profundo de nuestro interior, deberá tener siempre
presente que se acerca la anual gran jornada cristiana. Cualquier preparación
supone de inicio el examen de la estancia donde ocurrirá, de la actitud personal de
los asistentes, del atuendo y de la postura espiritual que se deba tener.
Cambio de tercio. En los tiempos posteriores a la etapa apostólica de la
comunidad cristiana, se dio un fenómeno, no precisamente general, más bien
restringido a unos pocos, pero que no debemos olvidar. Pese al gran entusiasmo en
que los fieles vivían su Fe, también las dificultades y las embestidas contra ella eran
grandes. A la común dificultad de adherirse a unos preceptos que no eran los que
seguían los ciudadanos romanos, inclinados al placer de los sentidos. Pan y circo
ofrecían los gobernantes, austeridad y fidelidad suponía la vida cristiana. Cosas
muy diferentes entre sí, hay que añadir a esto una interpretación diferente de la
religiosidad. Restringida, retorcida e intolerante. El pueblo romano era muy
religioso a su manera. Aceptaba, absorbía e implantaba todo lo que encontraba. Le
cuenca mediterránea conserva todavía innumerables restos de templos dedicados a
las grandes divinidades, pero también a los pequeños dioses locales de los
territorios que conquistaba. Ahora bien, lo que creían al principio que era una
simple secta judía, observaba que rompía moldes mentales. La comunidad cristiana
se presentaba sin templos, sin sacrificios rituales, sin pontífices. Le faltaban
también justificaciones de lógica jurídica. Evidentemente, debían, pues, ser
aniquilados.
Nacieron las persecuciones y los fieles a Jesús vieron peligra su vida,
precisamente por su adhesión al Salvador. No todos fueron valientes, algunos
claudicaron. Excluidos de la comunidad, posteriormente, hubo quienes lamentaron
estarlo y solicitaron el retorno. El bautismo no se repetía, surgió la penitencia, que
culminaba en el perdón y la vuelta al seno de la comunidad. Cuarenta días suponía
cumplir los requisitos. Cuarenta, un número de conjunto, como para nosotros
pueda ser un trimestre, un cuatrimestre o un curso. Cada sociedad se rige por sus
números. Así que este periodo que se llamó cuaresma, lo era de los pecadores. Un
tiempo de esperanza para ellos, no se olvide.
La comunidad gozosa, entusiasmada con los que querían reincorporarse, rezaban
por ellos. Este periodo, sin explícitamente buscarlo, fue de santificación para los no
pecadores. Pasó el tiempo y no se vio tan clara la diferencia entre unos y otros.
Fueron todos conscientes de que, de alguna manera, todos caían en la infidelidad,
era preciso pues, que todo cristiano se convirtiese. Nosotros también somos
conscientes de que debemos convertirnos, sea un cambio radical o un gran
mejoramiento.
Se preparan los mejunjes para soportar la intensidad del sol de la playa, se
buscan las prendas de abrigo para soportar el frío del invierno, se entrena uno para
aguantar una excursión que supondrá grandes recorridos a pie, se ponen otros a
régimen, para gozar de buena salud y agilidad. Situados en esta actitud y en el
nivel espiritual, advertimos que es preciso aceptar un régimen de penitencia si
queremos celebrar con plenitud y sinceridad la Pascua. Obtenerlo supone dos cosas
muy simples. Buscar la reconciliación con Dios, al que tal vez teníamos olvidado o
habíamos ofendido. Cambiar el rumbo espiritual de nuestro viaje hacia lo Eterno.
Añádase la necesidad de hacerlo con modestia, sin exhibicionismo.
( Los equipos deportivos a veces ofrecen el espectáculo de sus entrenos. De los
esfuerzos que cada jugador debe hacer para estar preparados para el gran Derby.
El cristiano debe entrenarse con recato, nos pide Dios).
Os recomiendo, mis queridos jóvenes lectores que os busquéis un entrenador. En
este campo se le llama un consejero, o un director espiritual. Ejercitarse solo, es
correr el riesgo de equivocarse, o de no ser suficientemente exigente, o muy al
contrario derivar a peligrosos estados neuróticos.