I Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Convertirse al Evangelio de la Pasión
Hoy no podemos empezar una reflexión cuaresmal sin hacer referencia a la Pasión
de Cristo de nuestros días . En Guiza (Egipto) ha empezado la Cuaresma de este
año con la decapitación de veintiún cristianos coptos por parte del Estado
Islámico. No muy lejos de aquella tierra, en otro foco de conflicto, también los
yihadistas del Estado Islámico persiguen a los cristianos de las Iglesias de Irak,
fundadas por el apóstol Santo Tomás, y desde Junio pasado han obligado a medio
millón de personas a escapar de sus casas en la antigua ciudad de Nínive, la actual
Mosul. Son cristianos que han sufrido por el nombre de Jesucristo todo tipo de
persecuciones y de asesinatos. Más de sesenta templos han sido atacados de los
cuales unos treinta han sido destruidos. Pero todos estos cristianos, hermanos
nuestros, están actualizando la Pasión del Señor en nuestro tiempo, ya que al igual
que Cristo, experimentan como víctimas el asesinato propiciado por los hombres,
pero estamos convencidos de que como mártires auténticos de la fe reciben la
acción del Espíritu en ellos, gracias a la cual pueden transformar el sufrimiento
injusto de los inocentes en manifestación de amor y de vida de Dios en ellos (cf. 1
Pe 3,18), pues no hacen más que seguir el ejemplo de las huellas de Cristo hasta
la pasión y la muerte.
Con su testimonio empezamos el recorrido cuaresmal. La cuaresma es el
camino hacia la Pascua, es decir, hacia la renovación de la fe cristiana en la
confesión de que Jesús, el crucificado resucitado, es el Señor. Es la renovación
del bautismo, como experiencia de un Dios que decidió salvar definitivamente a
los hombres. Dios empezó a realizar esta salvación librando a Noé del diluvio y
estableciendo ya una primera Alianza de vida con la humanidad (Gn 9,8-15).
Aquello era figura de las aguas del bautismo que nos está salvando por medio
de la resurrección de Cristo, bautismo que también nos compromete con
Dios tras la purificación y transformación de nuestra conciencia . Pero este acceso
a Dios ha sido posible gracias a Cristo, que sufrió su pasión de una vez para
siempre, el justo por los injustos, para conducirnos a Dios, pues mientras él
sufría la muerte como víctima humana, recibía la vida por la acción del
Espíritu (1Pe 3,18-22).
En la Pascua el Señor que liberó a su pueblo de la opresión es quien nos libera del
dominio del diablo, del pecado y de la muerte. Empezar la cuaresma es acoger la
llamada a la conversión que Jesús nos hace, escuchar el mensaje del Evangelio y la
propuesta de incorporarnos plenamente en la dinámica del Reino de Dios, revisando
nuestras actitudes, nuestras conductas y nuestro estilo de vida, asumiendo con
Jesús y como Jesús el camino hacia la pascua. Convertirse es creer en el
Evangelio de la Pasión. Es un camino de pruebas, de dificultades y, a veces, de
conflictos por causa de la fidelidad, a través del cual se puede ir configurando en
cada uno de nosotros una criatura nueva, impulsada por el Espíritu de Dios en la
identificación con Jesús. Éste, con su muerte por fidelidad a la voluntad del Padre,
ha conseguido la gracia y la amnistía para el género humano, el perdón de Dios y la
rehabilitación del hombre pecador, y quiere llevar a cabo la transformación del
corazón humano con su entrega por amor en el sacrificio redentor de la cruz.
Al recibir la señal de la cruz con la ceniza se nos dice la segunda parte de un
versículo clave del evangelio de Marcos: "Se ha cumplido el plazo y se ha acercado
el Reino de Dios; conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc 1,15). El anuncio
del Reino, como don de Dios, es una realidad viva y dinámica, que nada ni nadie
puede detener. Su definitiva proximidad es una propuesta abierta y universal para
que la humanidad participe en la salvación que Dios le ofrece. El Reino de Dios y de
su amor se manifiesta en la actividad liberadora de Jesús en favor de los oprimidos
y excluidos, de los enfermos y marginados. La autoridad de Jesús puesta al servicio
del hombre anula el poder de los dirigentes políticos y religiosos. Jesús presta su
atención al ser humano necesitado por encima de toda ley. La llamada a la
conversión conlleva principalmente un cambio de mentalidad , una visión
nueva de la vida, del hombre y de la sociedad. Creer en el evangelio como Buena
Noticia implica un cambio de modo de pensar. La invitación que el evangelio hace
en este texto no es sólo a creer en Dios, sino a creer que la persona de Jesús, su
mensaje y su obra de liberación, su misión profética conflictiva y su destino de
muerte violenta e injusta en la cruz constituyen paradójicamente la singular y
sorprendente Buena Noticia de la salvación para los seres humanos. En la acogida
de su palabra, en la vivencia de su presencia y en el seguimiento radical de sus
pasos se puede vivir en la dinámica del Reino de Dios.
Pero el paso decisivo para convertirse en verdadero discípulo de Jesús y participar
de su Reino, no será otro que reconocer en él al Hijo de Dios, cuando, como el
centurión (Mc 15,39) contemplemos su muerte en la cruz. Sólo con esta
reorientación de la mirada y de la perspectiva hacia Jesús en la cruz y, con él, hacia
todas las víctimas de la injusticia y hacia todos los que sufren en este mundo se
producirá en nosotros la auténtica conversión que pide el Evangelio y que nos lleva
a la resurrección y a la vida.
El mensaje bíblico del primer domingo de cuaresma presenta a Jesús en su
confrontación directa con el mal de este mundo, cuya representación personificada
es Satanás. Experimentar la tentación es un hecho de la vida humana por el
que Jesús también pasó. En el ámbito religioso la gran tentación consiste en
servirse de Dios en vez de servir a Dios. Y esa tentación se presenta de muchas
maneras. En Marcos sólo se constata el hecho de que Jesús experimentó la
tentación (Mc 1,13). La tentación a la que Jesús es sometido manifiesta las
tentaciones reales de la vida de una persona extraordinaria. El diablo es la imagen
del adversario por antonomasia del plan de Dios sobre la humanidad. Lo que está
en juego en la confrontación de Jesús con el diablo es el concepto de Dios , la
comprensión de la misión que Jesús asume como Mesías y, en definitiva, la
concepción de la religión.
En Marcos los que realmente tientan a Jesús y lo ponen a prueba más adelante son
los fariseos . La primera tentación en Marcos es la petición caprichosa de una
demostración del poder taumatúrgico de Jesús solicitada por los fariseos (Mc
8,11) . Los fariseos no querían dar crédito a los milagros realizados hasta ahora por
Jesús. Éste no hacía los milagros para realzar su poder ni en beneficio propio sino
para atender a las necesidades primarias de la gente, hambrienta, enferma y
leprosa, manifestando a través de ellos la ruptura con todo tipo de barreras de
exclusión de los marginados así como el alcance universal de su salvación al
traspasar las fronteras étnicas y religiosas entre judíos y gentiles. Pero Jesús se
negó a hacer más señales de las ya hechas.
La otra prueba puesta por los fariseos fue la cuestión de la igualdad del hombre
y de la mujer. En Mc 10,2, mediante la indisolubilidad del matrimonio, Jesús trata
de defender, entre otras cosas, a la mujer indefensa ante la frecuente arbitrariedad
del marido que la podía despedir por cualquier motivo, abandonarla y dejarla en
condiciones muy precarias de vida. Jesús no entró en el juego de la injusticia
institucionalizada. ¿No es ésta otra de las grandes tentaciones de los varones en las
sociedades que marginan, postergan y maltratan a la mujer? ¿Cuántas mujeres han
cargado con sus hijos, abandonadas por el padre de los mismos? En el plan de
Dios sobre una humanidad no cabe ninguna legitimación de discriminación
de la mujer, sino la llamada a vivir en el amor de la entrega generosa entre
hombre y mujer, en condiciones de igualdad y de reciprocidad.
En la tercera (Mc 12,15) , ante la imagen del César en una moneda, Jesús
recrimina al poder religioso de los fariseos y al poder político del emperador la
opresión que unos y otros ejercen sobre el pueblo. Jesús desenmascara así los dos
tipos de opresión ejercida sobre el pueblo de Dios, la política y la religiosa.
Tampoco aquí cayó Jesús en la tentación de tomar partido por unos o por otros,
pues ambos tiranizaban a la gente. Lo que hay que hacer, según Jesús, es
devolver a Dios lo que es de Dios . Con ello quería decir Jesús que las gentes del
pueblo no pertenecen a ningún poder político, ni a ningún sistema económico, sino
a Dios y sólo a Dios. Por eso lo que hay que devolver a Dios es lo que los poderes
públicos indebidamente se han apropiado, es decir, la dignidad y la libertad de las
personas. Lo que Dios quiere es la libertad para su gente.
La opresión política puede tener muchos rostros, enmascarados por ideologías y por
sistemas económicos. Cuando una ideología atenta contra los derechos
humanos individuales, extorsiona y manipula la justicia y quiere legitimarse
como actuación habitual en nombre del Estado, o en nombre de los "mercados"
económicos, esa ideología es opresora y diabólica. Caer en esta tentación es un
grave peligro hoy. Pero Jesús puso las cosas en su sitio.
Por último, el evangelio cuenta cómo incluso Pedro , el apóstol, es
llamado Satanás por Jesús (Mc 8,33). Y es que la tentación más real es no querer
asumir el conflicto que implica la predicación del Reinado de Dios con todas sus
consecuencias. Los poderes religiosos, políticos y económicos quedan cuestionados
por la autoridad moral de Jesús, que se enfrenta abiertamente al templo, que
corrige la concepción mesiánica centrada en el poder y que rompe todos los
esquemas sociales al anteponer al ser humano que sufre por encima de toda ley.
Ser coherente con las exigencias de solidaridad, de misericordia y de servicio a los
que sufren y permanecer fiel en el trabajo por el Reino de Dios y su justicia lleva
consigo estar dispuesto a aceptar la cruz de cada día, a asumir, con firmeza y
esperanza, el conflicto con las fuerzas antagónicas del Reino. Cuando Pedro no
quiere oír hablar de esto e increpa a Jesús, éste lo llama Satanás. También a
Pedro le faltaba convertirse al Evangelio de la Pasión.
Podríamos añadir todavía una última tentación en nuestro tiempo. La tentación
del miedo por sentirnos derrotados ante la magnitud de los problemas sociales,
nacionales e internacionales que nos acosan y abruman. Ante esta tentación es
fundamental mirar a Jesús, que abre un camino de esperanza para la humanidad y
nos muestra nuestras capacidades para sobreponernos a toda adversidad y a toda
fuerza diabólica de nuestro mundo. Y la esperanza cristiana no defrauda nunca,
pues está anclada en el amor manifestado por Cristo en la cruz, donde el ser
humano se encuentra verdaderamente con Dios en su Hijo.
Señor Jesús ¡No nos dejes caer en la tentación! Sabemos que tu victoria sobre toda
tentación te llevó a la cruz. Pero esta cruz es la palabra más potente de Dios
en el mundo, como expresión del amor más fiel, que no acaba en la muerte,
sino en la vida del Resucitado , y por eso el crucificado es anuncio de gracia y
de vida nueva en el amor . Hacia esa Pascua nos encaminamos al comenzar la
cuaresma y convertirnos al Evangelio de la Pasión.
José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.
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