DOMINGO TERCERO DE CUARESMA, CICLO B
Ex 20, 1-17; Sal 18; 1Cor 1, 22-25; Jn 2, 13
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el
Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus
puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las
ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y
dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi
Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito. El
celo por tu Casa me devorará. Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué
señal nos muestras para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruid este Santuario
y en tres días lo levantaré.» Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se
han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero
él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos,
se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en
las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la
Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús
no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le
diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.
En este tercer domingo de cuaresma, la Iglesia como Madre y Maestra nos invita a
vivir nuestra vida en una común unión con Dios; pero para esto es necesario vivir la
fe, y vivir la fe es tener a Dios presente en cada acontecimiento de nuestra vida y
preguntarnos, y a la vez pedirle a Dios que nos ayude con un corazón dócil a
encaminarnos por donde Dios quiere conducirnos: como una oveja guiada por el
pastor. Es así que la historia del pueblo de Israel, anuncia lo que Dios quiere hacer
en la vida de cada hombre, como lo ha hecho con el pueblo de Israel, según las
Sagradas Escrituras: una historia de salvación, donde el pueblo ha experimentado
el amor fiel de parte de Dios, aún en medio de sus rebeldías y dureza de corazón.
En la primera lectura, es importante remarcar que la ley mosaica es el corazón
(Decálogo o 10 mandamientos), del pueblo de la antigua alianza. Así podemos
entender a los profetas sobre todo en el tiempo del exilio del pueblo de Israel, que
en síntesis dicen: “…este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos
de mí…”. El profeta Jeremías, en el capítulo 31 dice: “… ya no inscribiré mi ley en
tablas de piedra sino mi ley será inscrita en el corazón de los hombres…”, es así
que el espíritu de la ley era el camino por el cual Dios quería conducir a su pueblo,
como dice el Deuteronomio, para que Israel pudiera vivirlo; y por eso, cuando a
Cristo le preguntan cuál es el mandamiento principal, responderá: “…amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas (…), y al prójimo como a ti mismo…”; así se entiende cuando
Cristo en el evangelio de Mateo, capítulo 5 manifiesta que ÉL no ha vendió a abolir
la ley ni los profetas sino a darle cumplimiento. Esta manera de vivir interiormente
la ley debía llevar al pueblo de la antigua alianza a un culto exclusivo al Dios del
Sinaí, pero como el pueblo no había interiorizado las diez palabras de vida (el
Decálogo), se entiende por eso, como el pueblo cae en la idolatría y el rechazo al
Dios de la alianza. Esto es importante porque en nuestra vida cristiana actual
sucede lo mismo si no dejamos que Dios penetre en nuestro corazón, como dice
nuestro actual Papa Francisco: “…en el mejor de los casos viviremos un cristianismo
burgués, acomodado a nuestra vida o tantas veces aislado de los demás…” (El Gozo
del Evangelio, 10 y ss). De esta manera el día santo del sábado que era un día que
anunciaba el descanso verdadero, que Cristo iba a inaugurar en el octavo día, se
convierte en una carga por el cumplimiento de la ley por la ley, ausente la caridad y
el amor, y por eso Cristo dice: “…el hombre no ha sido hecho para el sábado sino el
sábado para el hombre…”. De esta manera, la primera lectura nos hace ver en el
pueblo de la antigua alianza la ley era el camino de preparación para la venida del
Mesías, porque el hombre sin la gracia de Dios no puede mantenerse fiel a lo que
Dios le llama ni le invita a vivir.
El Evangelio de este domingo, pone de manifiesto al pueblo totalmente alejado del
sentido profundo y natural de la ley y los profetas, porque cuando el hombre pierde
el sentido de la originalidad, ya vive y se deja encaminar según las intenciones y
conveniencias de su corazón; es así que vemos a Cristo, con un celo que lo devora,
echando a los mercaderes del lugar más Santo de lo Santo, para el pueblo de
Israel, que es el TEMPLO, y por eso, Cristo, como dirán los evangelistas: “…mi casa
es casa de oración y lo han convertido en una cueva de bandidos…”. Tantas cosas
que hoy día vemos en el mundo que suceden (neopaganismo), o en el interno
propio de la Iglesia, es porque muchas veces no aceptamos la realidad del hombre,
que marcado por el pecado está inclinado al mal, ya San Pablo lo dice en la carta a
los romanos (capítulos 7 y 8), “…quiero hacer el bien pero es el mal que realizo…”.
En el rito del Bautismo, en la primera unción sacramental, después del exorcismo,
el celebrante le dice al catecúmeno (o aquel que está recibiendo el sacramento del
Bautismo): “...para que seas templo de Dios…”, porque Cristo con su muerte y
resurrección, en la Nueva Alianza que ha sellado con su sangre derramada en la
cruz, no solamente ha hecho de cada hijo de Dios una piedra viva del nuevo
templo, sino que cada uno también está llamado a ser templo y morada de Dios; en
el Evangelio de San Juan el mismo Cristo dice: “…el Padre y Yo vendremos a hacer
morada en él…”. Pero tendríamos también que decir como la ley para el pueblo, en
la mayoría que se había alejado de Dios, solo se había convertido en una norma
externa, la vida se vivía de una manera paralela; como hoy es la vida de muchos
creyentes, donde se dice que hay una dicotomía entre la vida y la fe; Cristo da
respuesta a la pregunta y dice: “…destruiré este templo y en tres días lo
reconstruiré…”; de esta manera, queda de manifiesto, que la ley que tenía que
preparar el corazón del pueblo a acoger al Mesías, por su práctica y uso la utilizaron
para rechazarlo; así este tiempo de cuaresma para muchos creyentes católicos,
puede llegar a suceder como para los judíos en el tiempo de Jesús, donde se ha
hecho de la vida cristiana una ley a la medida, y cuando se escucha la palabra
“conversión” (cambio de vida, purificación del corazón), decimos de manera
sencilla: no me molesten, cumplo los mandamientos y no hay que hacer más; y
que lejos estamos de amar al prójimo, a Dios con todo el corazón y más aún una
palabra que hoy día desconcierta a muchos católicos cristianos: hacer la voluntad
de Dios; que en una opinión humilde, debe ser el camino de una verdadera
conversión en este tiempo de cuaresma, y a la luz del Evangelio para que nuestra
vida-templo no lo llenemos de mercaderes (por ejemplo: si tengo dinero es para
ayudar a los pobres; pero puede ser un medio para llenarme de vanidad, de una
vida superficial, etc.).
En la carta a los corintios, San Pablo dirá concretamente. “…mientras los judíos
piden milagros y los fariseos piden sabiduría nosotros predicamos un Cristo y Cristo
crucificado…”, es así que desde el momento de la Encarnación, nacimiento, vida,
pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo; Cristo nos ha revelado la nueva
vida que es fruto de la Nueva Alianza que Él ha sellado con su Misterio Pascual,
debemos comprender que la vida cristiana es un escándalo o algo incomprensible a
la razón, tanto para un hombre religioso, piadoso (judío), o un hombre agnóstico,
pagano (griegos); debido a que Cristo no se le puede comprender fuera de su
Misterio Pascual, o sea que toda su vida ha estado orientada y se comprende desde
el Misterio de la Cruz, y como hoy día dicen los modernos académicos, es la clave
para interpretar o comprender, o entrar en el misterio que Cristo ha revelado:
“sobre Dios, el espíritu Santo, sobre su vida misma y misión”, y como dice el
documento Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, “…el misterio del hombre se
desvela desde la vida de Cristo…”. Remarco la idea, la vida del hombre es un
escándalo, cuando la vida no resulta como nos la proyectamos o suceden hechos
que nos superan, como el hecho de la muerte de un ser amado; y por ello es más
escandaloso poder aceptar como respuesta que a través del Misterio Pascual de
Cristo, Dios nos fortalece y nos da respuesta a todo acontecimiento de nuestra
vida, en este contexto existencial y real, y tan humano, el Evangelio es la Buena
Noticia de parte de Dios para nosotros, y esta Buena Noticia se ha encarnado en
Jesucristo, y en nuestros días se hace presente a través de la predicación y la
evangelización, que es la misión que Cristo ha encargado a su Iglesia y que todo
cristiano católico está llamado a hacer presente con su vida (en lo que realiza
ordinariamente), y con su palabra. Solamente viviendo una vida en comunión con
Dios, a través de los sacramentos de la Iglesia y en la comunión con los hermanos,
iremos viviendo y proclamando que Dios hace en cada hombre una historia de
salvación y redención, que es el testimonio que nos han dejado los santos y
mártires de la Iglesia; Templo de Dios.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar