DOMINGO II DE CUARESMA (B)
Homilía del P. Antoni Pou, monje de Montserrat
1 de marzo de 2015
Gén 22,1-2.9a.10-13.15-18 / Rom 8,31b-34 / Mc 9,2-10
¿Quién de nosotros no ha vivido en un momento u otro, una experiencia de
transfiguración? Después de un día cansado, pero con la sensación de que uno ha
hecho lo que ha podido, dando gracias simplemente por el hecho de poder vivir y
amar. Conduciendo el coche y oyendo, de manera inesperada en la radio, esa música
que te recuerda tantos momentos difíciles que pasaste, y que ahora ya puedes
contemplar, desde la distancia, con una sonrisa amorosa. O caminando por la
montaña entre la niebla, y de repente ver como un claro te levanta el telón de un
paisaje maravilloso ... que estaba, pero que no podías ver.
En la transfiguración, se hace manifiesto lo que es pero que nosotros somos
incapaces de ver. Como cuando un día nos acordamos de limpiar las gafas, o pasar el
paño por la pantalla del ordenador o del televisor, y descubrimos maravillados que
todo recupera un color más vivo.
El tiempo de Cuaresma es precisamente un tiempo para la conversión, para un cambio
de mentalidad, para limpiar el polvo que se ha ido acumulando en el camino, y que nos
impide ver las cosas tal como son, con todos los colores y matices.
Es un tiempo para escuchar la voz de Dios. En la primera lectura hemos oído como
Abraham, ofreció a Dios lo que más quería, su hijo amado... no es una lectura que nos
quiera mostrar la imagen de un Dios cruel, sino que nos transmite el mensaje de que
sólo si somos libres, no dependientes, en relación a lo que más queremos, este amor
tiene futuro y es creador de vida. Como Dios que no se guardó celosamente a su hijo
amado para sí mismo, sino que lo compartió con todos nosotros.
La Cuaresma es un buen momento para mirar e iluminar las partes más oscuras de
nosotros mismos, reconociendo y aceptando lo que encontramos, porque sólo se
pueden transfigurar las cosas que primero se han reconocido y aceptado.
Es también un tiempo para indignarnos por las injusticias de la sociedad, y de nuestro
mundo. Porque si nos propusiéramos durante esta cuaresma llevar una vida más
piadosa, pero estando ciegos a nuestras colaboraciones con la injusticia social, sería
como colar los mosquitos y tragarnos los camellos.
Os propongo de vivir una Cuaresma de manera creativa. Por ejemplo interesándonos
por las leyes de la macroeconomía: descubrir cómo funcionan los bancos, conocer
cómo las especulaciones con el dinero hacen que se encarezcan los alimentos en los
países pobres y por ello aumenta la pobreza y la miseria, y muchos mueran de
hambre. O cómo la conquista a cualquier precio del petróleo, en nombre de la
democracia, ha generado todo tipo de miseria, de resentimientos y de terrorismo.
Seguro que encontrareis documentales, artículos, conferencias. Escuchemos lo que
nos dicen grupos como Cristianismo y Justicia, lo que nos dice Cáritas en sus
comunicados sobre la pobreza, u otras ONGs, para formarnos un criterio propio... no
nos conformemos con lo que nos dicen aquellos políticos que piensan más en el
partido que en los problemas reales de la sociedad... Y "sabiendo", si somos un poco
creativos y tenemos un poco de corazón, alguna u otra cosa se nos ocurrirá para
colaborar a hacer una sociedad más justa.
Hacernos conscientes de las partes más oscuras que hay en nosotros y en la sociedad
en un primer momento no nos dará más paz, sino más inquietud... y seguir el camino
del Reino de Dios nos puede meter en conflictos. Pero nadie nos ha dicho que seguir a
Jesús sea un camino de rosas sin espinas. La paz y el bienestar que Jesús nos da en
los momentos de transfiguración no es una paz que nos aleje de la realidad... la paz
que nos da Jesús es la alegría que nos viene en medio de la lucha y del conflicto, ...
cuando seguimos lo que creemos que debemos hacer, guiados por nuestra
conciencia, y escuchando la Palabra de Dios.
En el relato de Marcos que hemos oído hoy, la Palabra de Dios, está representada por
Moisés y Elías, la Ley y los profetas. Pero sobre todo por Jesús, ya que la voz de Dios
que sale de la nube dice " Este es mi Hijo amado; escuchadlo ". Jesús transfigurado,
oye la voz de Dios que le confirma su amor, como la oyó en el Bautismo. Sus vestidos
se volvieron tan blancos que ningún tintorero del mundo habría podido blanquearlos
así. Cuando sentimos profundamente el amor de Dios nos transfiguramos.
Y Pedro se encuentra tan bien allá arriba que se querría quedar para siempre. Pero,
¡ay Pedro!, ¿aún no has entendido, que la paz que experimentas es sólo una paz para
recobrar fuerzas? ... ¡Cobrar energía para seguir el camino con Jesús hacia Jerusalén!
Allí Jesús te mostrará hasta dónde nos ama; y después de tres días, irradiará de
nuevo la misma blancura de la transfiguración... entonces sí que será para siempre.