Encuentros con la Palabra
Domingo V de Cuaresma – Ciclo B (Juan 12, 20-33)
“Si alguien quiere servirme, que me siga”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Una de las meditaciones más típicas de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola
lleva por nombre: “ El llamamiento del rey temporal ayuda a contemplar la vida del rey
eternal ”. Esta meditaci￳n comienza proponiéndole al ejercitante que imagine “las sinagogas
villas y castillos por donde Cristo nuestro Se￱or predicaba”. Enseguida, san Ignacio le
sugiere a la persona que hace los Ejercicios que pida “gracia a nuestro Se￱or para que no
sea sordo a su llamamiento, sino presto y diligente para cumplir su santísima voluntad”.
Una vez se han establecido el escenario y la petición, san Ignacio propone dos partes en
esta meditaci￳n; la primera es poner delante a un “rey humano, elegido de mano de Dios
nuestro Señor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres
cristianos”. El ejercitante debe imaginar c￳mo este rey habla a los suyos y los invita a
conquistar toda la tierra de infieles, diciéndoles: “quien quisiere venir conmigo ha de ser
contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.; asimismo, ha de trabajar conmigo
en el día y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria,
como la ha tenido en los trabajos”. Termina esta parte haciendo que el ejercitante se
pregunte qué cree él que deben responder “los buenos súbditos a rey tan liberal y tan
humano” (desde luego, liberal aquí significa generoso). La respuesta parece obvia; por tanto,
a￱ade san Ignacio, “si alguno no aceptase la petici￳n de tal rey, cuánto sería digno de ser
vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero”. La segunda parte del ejercicio
consiste en aplicar el ejemplo del rey temporal a Cristo nuestro Señor, conforme a los tres
puntos anteriores: un rey que invita, un proyecto y la respuesta que debería suscitar.
El mundo lleva varios a￱os sumido en una guerra ‘ preventiva ’, contra el mundo infiel que no
quiere desarmarse por las buenas. Surgen ante nosotros las imágenes de países como Irak,
Irán, Afganistán y tantos otros pueblos invadidos o amenazados porque no se postran ante
un líder mundial que nos invita a todos a unirnos a su causa. Desde luego, la invitación no
incluye participar junto a ellos en el proyecto, compartiendo su comida, su bebida o su
vestido; y mucho menos trabajar con ellos en el día y vigilar en la noche... para eso tienen un
ejército de marines que cumplen fielmente sus obligaciones con la ‘ libertad ’... Cuántas
personas han respondido con su apoyo a este proyecto que da por descontada la victoria.
Pienso también en la manera como este mundo respondió a los llamamientos de un Papa
anciano que, en su momento, declaró inmoral una guerra que trajo muerte y desolación para
naciones demasiado maltratadas por la historia.
La invitación de Jesús es a entregar la propia vida antes de levantar un dedo contra otro ser
humano, aún en defensa propia. Y es una invitación que lo implicó a él desde lo más radical
de su propia existencia. No es un proyecto para los otros, sino que él mismo lo asumió
primero y supo hacer realidad lo que dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda él solo; pero si muere, da abundante cosecha. El que ama su vida, la perderá; pero el
que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna. Si alguno quiere
servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva”. El rey eternal
nos sigue llamando hoy a seguirlo en la pena, para también participar con él en su gloria.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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