COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2015)
5º Domingo de Cuaresma
Evangelio según San Juan 12,20-33
Entre los que habían subido a Jerusalén durante la fiesta, había unos griegos que se
acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: "Señor, queremos ver a
Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les
respondió: "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les
aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si
muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está
apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera
servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera
servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré:
'Padre, líbrame de esta hora'? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica
tu Nombre!". Entonces se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a
glorificar". La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era
un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel". Jesús respondió: "Esta voz no
se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el
Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto
sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí".
CUARESMA: CRISTO NO SE BAJÓ DE LA CRUZ
El Misterio de la Pascua es el misterio central de nuestra vida: la donación de Cristo
que fue enviado por el Padre, encarnado en el seno virginal de María, que ha nacido
verdadero Dios y verdadero Hombre, que viene a cumplir una misión.
En esta misión nos deja su doctrina asumiendo el sufrimiento, la ignominia, la
barbarie, la insolencia, la crueldad, la perversión, el pecado de todo el mundo y los
carga sobre sus espaldas. ¡Cristo es crucificado y muere! Él no dice “yo me quiero
bajar de la cruz”, “yo me quiero escapar”, “yo no quiero hacer esto” ¡No! Él dice:
“para esto he venido, nadie me quita la vida sino que libremente la doy”. Ahí está el
señorío de Cristo. Él da la vida, muere en la cruz, resucita y nos da nueva vida. Es
como el grano de trigo que cae en la tierra y tiene que morir para dar fruto, ya que
si no muere no se abre.
Hoy nos acostumbramos a vivir una cultura muy fácil: hemos querido desterrar el
sacrificio, la abnegación, la entrega, la donación. ¡Cuántos padres que no se
quieren sacrificar por sus hijos! ¡Cuántos hijos que no se quieren sacrificar por sus
padres! ¡Cuánta gente está abandonada, dejada de lado o alejada! ¡Cuánta gente
no quiere entrar en problemas! Sólo buscan vivir bien, pasar el momento, viven el
individualismo. Es cierto lo que dice el Papa Francisco “se ha hecho una
globalización de la indiferencia” y por eso se perdió el entusiasmo, el coraje, el
esfuerzo, el sacrificio, se perdió hasta la cultura del trabajo.
Pidamos poder darnos cuenta que Cristo nos enseña a levantar la mirada, a
adorarlo, a contemplarlo. Cristo, crucificado, tiene muchas enseñanzas para
nosotros, pero Él no se bajó. ¡Cuántas veces nos hemos bajado de las exigencias y
de nuestras cruces!
En esta Cuaresma, retomemos y fortalezcamos la entrega, la decisión y demos
testimonio. Que la oración y la profundidad aumenten nuestra libertad, adhesión y
compromiso.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén