V Domingo de Cuaresma, Ciclo B
MIRAR HACIA DELANTE
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Que la cuaresma es un periodo de penitencia, es lo que más se repite durante este
tiempo, y no es erróneo. Ahora bien, si solo fuera esto, o lo fuera sin mayores
pretensiones, sería un tiempo de modestos contenidos. Cuaresma es mirar de
frente el misterio fundamental de nuestra Fe y acercarnos anímicamente a él,
enriqueciéndonos espiritualmente, situándonos próximos al Señor.
El que vive consciente la Cuaresma es, pues, persona avanzada. Serlo se confunde,
en el lenguaje de hoy y con frecuencia, con aquella postura que implica querer y
proclamar que es preciso reventarlo todo y que este fenómeno es nuevo, que
tampoco a nadie se le había ocurrido, que es invento genuino de quien se siente
satisfecho de lo que cree es una prodigiosa hazaña y lo va diciendo a todos. A poco
que hayáis vivido, mis queridos jóvenes lectores, habréis conocido a algunos de
estos personajes, o más bien personajillos. Su huida oportuna y silenciosa, su falta
de coherencia entre lo que dicen y cómo se comportan, perjudica a muchos. Más
que gente avanzada son pueriles vanidosos.
Jesús fue un avanzado, avanzado para su tiempo y avanzado todavía para el
nuestro. Continúa siendo innovador. Para comprenderlo debemos ser conscientes
de nuestra realidad, reconocer nuestra indigencia, nuestras faltas y pecados,
mirando al frente, para no caer en depresión.
Los contenidos de las lecturas litúrgicas de estos días, son un sprint final de una
carrera cuya meta es Pascua.
De esta meta nos habla el profeta Jeremías.
Habréis observado que en su esfuerzo final los deportistas sufren un intenso dolor
que a veces les produce un agotamiento tal, que caen cuando están cercanos a la
cinta que deberían romper a su llegada. La Carta a los Hebreos nos recuerda, para
que no perdamos el ánimo, que al mismo Señor le pasó algo semejante. Se retorció
de dolor y clamó, hizo de tripas corazón, como se dice vulgarmente, y su triunfo se
convirtió en fuente de salvación para todos los que vivimos sometidos, unidos,
hermanados a Él.
Respecto al evangelio, quisiera, antes de continuar, daros alguna explicación.
La expresión “griegos” significa que eran gente de cultura griega, seguramente que
su lengua familiar también era esta. Por indicios, los autores afirman que se trataría
seguramente de fieles judíos que no acomodaban su vida a criterios y lengua
hebrea, o más bien aramea (personas generalmente más cultivadas en el sentido
espiritual, de más amplios horizontes, carentes de provincianismo). Que el lugar del
encuentro era ya dentro del Santuario, franqueado el gran patio que recibía el
nombre de atrio de los gentiles, dicho de otra manera, nuestros interlocutores
estaban en la plazoleta a la que solo entraban hombres y mujeres fieles a la fe de
Abraham. Y que estaba prohibido a los gentiles.
Estos peregrinos son gente religiosamente inquieta. Han oído hablar del Maestro y
se preocupan de entrar en contacto con Él. Buscan contactos para conseguirlo. Se
dirigen a Felipe y este lo comunica a Andrés, ambos galileos. Jesús recibe el recado
y, antes de acercarse a estos griegos, reflexiona en voz alta. Su deliberación es de
doble contenido.
Primero se refiere a lo que a Él se le avecina. Utiliza una imagen libre de
dramatismo para un agricultor, pero muy expresiva. La semilla enterrada, al
germinar pierde su apariencia, evoluciona, cree uno que se va a pudrir y perecer.
Ahora bien, es preciso que ocurran estos cambios visibles y los ocultos, para que
nazca una planta, crezca una espiga, madure el grano. Lo que el Maestro dice es
una amigable advertencia previa para los que desean entrar en contacto con Él.
Una enseñanza para que los transitorios fracasos no nos hundan, ni depriman
demasiado. Un poco sí, no hay que olvidarlo.
Pero no oculta su estado de ánimo. Su gran turbación. El Maestro, por mucho que
lo sea, no ejerce de tal distanciándose, comparte también sus miedos. Teme,
aunque reconozca la necesidad de pasar por el mal trago que se le avecina.
El Padre, que para la humanidad se manifiesta únicamente como voz, acude y
clama. Te glorifico y continuaré glorificándote, se escucha. Lo entienden algunos,
otros confunden la voz con un sonido propio de fenómeno atmosférico. Escuchar a
Dios será siempre consecuencia del interés personal que uno ponga y de la bondad
de Dios que le otorga el don. Siempre tendrá dosis de misterio y aceptación de
riesgo. Que seguir al Señor siempre será correr una fantástica aventura, no se
olvide
El Maestro complementa. Elevado, no adelanta el significado de esta palabra,
atraerá miradas. El evangelista, cuando lo redacta, ya ha entendido el sentido que
tenía.
Tenemos a las puertas el Triduo Sacro. No debemos improvisar cuando nos llegue.
Cada uno debe pensar, estudiar y decidir qué es lo que debe comportar en su
interior los tales días santos.