Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, Ciclo B.
Domingo de Ramos
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Resulta difícil para nosotros vivir sinceramente la liturgia de hoy ya que tiene dos
orígenes muy significativos y diferentes.
Los niños ciertamente serán incapaces de entenderlo. Para ellos el ramo o la palma
centrarán su atención. Lamentablemente y con probabilidad no les ayudará a
entender el contenido la compañía de sus familiares que tal vez les han comprado
la preciosa rama de palmera o proporcionado el ramo de olivo, les dicen lo guapos
que están y les sacan un montón de fotografías. Lo que venga después son
incapaces de soportarlo. Tal vez la familia, absurdamente, se los lleve. Se habrá
perdido una ocasión para enseñarles el valor del domingo.
A los mayores les sonará como cosa sabida, como cada año, pensarán también que
el protagonismo es de los niños. Hay que aguantarlo, sin gozarlo.
Se me ocurre pensar que sois vosotros, mis queridos jóvenes lectores, los que
debéis sentiros responsables. La reunión cristiana debe estar centrada en la
liturgia, abierta a todos y animada por vosotros, gente joven.
Nos deberíamos encontrar en dos lugares diferentes, no siempre es posible.
Empezar por imaginar que estamos por el Olivete, un promontorio plagado de
olivos, como su nombre indica. No lejos también crecen palmeras datileras, con
frutos o sin ellos, eso no tiene importancia.
Los ramos sean del árbol que sean son para levantarlos y agitarlos con entusiasmo.
Como las banderas, bufandas o pañuelos, en los acontecimientos deportivos. Si los
actuales espectadores de tales actos se comportan así, no lo han inventado ellos,
hace siglos los chiquillos de las afueras de Jerusalén ya lo hicieron y con más
espontaneidad. La risa de los niños y la sonrisa de los mayores, es obligada. Me
atrevería a decir que hoy es litúrgica. Si está cerca algún río o riachuelo hoy se
llamará Cedrón.
Se acaba el rito. Nos vamos a otro lugar o, tal vez nos limitemos a entrar en la
iglesia. Estamos imaginativamente en Roma. La capital de los juristas, gente seria.
Cambia, pues, o debería cambiar, el estado de ánimo.
Cuesta captar el dramatismo, casi trágico, de la proclamación de la Pasión del
Señor, es preciso esforzarse. Es un toque de alerta, una llamada de atención al
sentido que deberá tener toda esta semana que llamaremos santa y que deberá
notarse que, de alguna manera, lo es.
El silencio que se incluye al final de la notificación de que Jesús dio un grito y
expiró, no debe ser un protocolario “minuto de silencio”.
El muy querido amigo, Hijo de Dios, Maestro nuestro, muere como último gesto
histórico de Amor. Dejémonos invadir por el asombro.
¿qué es asombrarse? Preguntaos. Los animales son incapaces de ello.
Comulgad, o salid pensando en que debéis preparar una buena confesión, para
celebrar con menos indignidad los misterios de nuestra salvación. Para sentirnos
más incorporados a ellos.
Ofreceos, mis queridos jóvenes lectores, a labores de voluntariado. Decidid quien
se ocupará de preparar los actos, desde el lugar de las limosnas, los cirios de la
procesión de Jueves Santo, la Cruz del Viernes, las de la Solemne Noche Pascual.
Hablando de ello entre vosotros y compartiéndolo con el sacerdote o los diáconos,
os comprometeréis. Comprometidos, os prepararéis más honradamente a la
vivencia del Triduo Sacro
.