La noche del Sabado Santo.
Sabado Santo
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Debería ser esta jornada la más seria del año, hasta un día triste me atrevo a decir.
El ánimo cristiano, como el de los testigos o enterados de lo que le había ocurrido al
Señor en el Calvario, estarían desconcertados y silenciosos, incapaces de mirarse a
los ojos unos a otros.
Excepto Juan y las marías ¿Quién hubiera sido capaz de hablar con la Madre del
Maestro, o mirarle a la cara o sonreír?.
Es el día del gran silencio, sigilo cósmico. Aburrimiento.
En mis tiempos de bachillerato y en los del seminario, por una serie de
degradaciones de las costumbres litúrgicas, al Sábado Santo, se le llamaba Sábado
de Gloria. Se celebraba una liturgia a primeras horas de la mañana y durante el día
se repartía agua bendita a los que acudían a las iglesias. El gran Papa Pio XII se
atrevió a reinstaurar la Vigilia Pascual, sin que fuera obligatoria. Fue un gran paso,
como tantos otros acertados que dio este pontífice.
Por fin se instituyó y es la más solemne liturgia de todo el año. Larga parece ahora,
muchísimo más lo fue en tiempos primitivos. No me atrevo a describiros los detalles
que implicaba la vida cristiana desde el atardecer del jueves hasta la llegada de
esta Noche Santa. El fiel se había abstenido de tantas cosas, no sólo de comida,
que al llegar al amanecer y escuchar que Cristo había resucitado, saltaba de gozo.
Perdonadme el inciso. Os sugiero que cuando asistáis a la Vigilia y escuchéis que se
dice: no está aquí, ha resucitado, interrumpáis la proclamación prorrumpiendo en
aplausos, como se merece lo que se nos ha dicho. Desde hace muchos años, los
que conmigo celebran la Pascua lo hacen con gran entusiasmo y os confieso que, si
soy yo el que lo proclama, no puedo contener la emoción y lloro de gozo. Es uno de
los gestos que todos recuerdan siempre con ilusión y algunos nostalgia. Niños,
jóvenes, adultos y ancianos. Podéis estar seguros.
Pero si os decía que como celebración solemne y sabatina no existía en mis tiempos
j￳venes, recuerdo haber aprendido en mi ni￱ez uno de los “artículos de la Fe” que
decía: “creer que baj￳ a los infiernos a salvar a los justos que estaban esperando
su santo advenimiento”. Más tarde se nos explicaba el sentido de la palabra
infierno, que nos decían existían tres y, en lenguaje arcaico, se advertía que
estaban en el centro de la tierra (sic)
Os recomiendo, mis queridos jóvenes lectores, que os procuréis un ejemplar del
icono bizantino que se titula “bajada del Se￱or a los infiernos”. Dicho sea de paso,
en la mayoría de estas Iglesias Orientales, no existe el icono de la Resurrección,
propiamente dicho. El del Calvario, sí. El de que os estoy hablando también y el
otro es el del sepulcro vacio, con los ángeles y las santas mujeres a su lado. Es
idéntica la Fe, puesto el acento en diferentes aspectos. Ahora bien, este de la
“bajada” es extraordinariamente bello. Os confieso que ahora que ahora mismo,
cuando redactaba este mensaje que os dirijo, he consultado el “inefable google”
para ver si os podría orientar a vosotros en la búsqueda. Pues bien, he visto
primero unas cuantas imágenes y después que, como pasa siempre con este
buscador, se indicaban una infinidad de lugares, muchos más de los que uno
necesita. Así que allá vosotros, espabilaos. Yo ya tengo un icono de un tamaño un
poco superior a DinA3 que no me canso de contemplarlo.
Continúo. Ante este icono, mirado, estudiado y reflexionado, leed una y otra vez el
precioso texto que ahora añado. Yo lo he hecho una y mil veces y nunca me canso
de volverlo a hacer. Os lo adjunto con la referencia del lugar donde se encuentra el
total de la homilía. Os advierto que está redactada en latín y que me parece que el
trozo escogido es lo mejor. Por mi parte me propongo traducirlo y meditarlo todo.
Se trata de un arduo trabajo, dada la falta de definición de la grafía.
De una Homilía antigua sobre el grande y Santo Sábado
(PG 43, 439. 451. 462-463)
El descenso del Señor al abismo
¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y
una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa
y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que
dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al
abismo.
Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere
visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo
tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a
Eva.
El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a
ellos. Al verlo, nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran
acontecimiento, exclama y dice a todos: «Mi Señor esté con todos.» Y Cristo,
respondiendo, dice a Adán: «Y con tu espíritu.» Y, tomándolo por la mano, lo
levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y
Cristo será tu luz.»
Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu
hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados:
“Salid”, y a los que se encuentran en las tinieblas: "iluminaos”, y a los que
duermen: “Levantaos.”
A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas
cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los
muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi
semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos
una sola e indivisible persona.
Por ti, yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti, yo, tu Señor, he revestido tu
condición servil; por ti, yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he
bajado al abismo; por ti, me he hecho hombre, semejante a un inválido que tiene
su cama entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido
entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado.
Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer
aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para
reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada; contempla los azotes
en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte el peso de los pecados, que habían
sido cargados sobre tu espalda; contempla los clavos que me han sujetado
fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste
una mano al árbol prohibido.
Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el paraíso dormiste,
y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi
sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te
amenazaba en el paraíso.
Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en
el paraíso, sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida,
que no era sino imagen del verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy
la vida y que estoy unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilara; ahora
te concedo que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.
El trono de los querubines está a punto, los portadores atentos y preparados, el
tálamo construido, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos
tabernáculos y moradas, han sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el
reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad.
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