DOMINGO DE RAMOS CICLO B MARZO 29 DE 2015
LA VIDA ES PROCESIÓN Y SUFRIMIENTO
No olvidemos cuando caminemos en procesión, escuchemos la pasión de Jesús este
domingo, participemos en un viacrucis, miremos al crucificado o hagamos memoria
de su muerte el viernes santo en la tarde, que el siervo Jesucristo es un hombre de
dolores capaz de acompa￱ar nuestros sufrimientos: “ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los
insultos y salivazos” (Primera lectura). Otro poema, esta vez en la carta de San
Pablo a los Filipenses, nos permite comprender la fuerza de este misterio: “Cristo,
siendo Dios... se anonadó así mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo
semejante a los hombres... se humilló y por obediencia aceptó incluso la muerte, y
una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el
nombre que está sobre todo nombre” (Segunda lectura).
El “Siervo” utiliza la lengua para dar palabras con las que nosotros podamos dar
aliento al abatido y excluido; el siervo, Jesucristo, nos da oídos para escuchar a los
que no tienen quien los escuche. “Pero, a pesar de tanto sufrimiento, el Se￱or me
ayuda, por eso no quedé confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé
que no quedaré avergonzado” (Segunda lectura).
LA CRUZ UN GRANO DE TRIGO
Mirar la cruz y leer reflexivamente la pasión en el evangelio de Marcos que nos trae
la liturgia de hoy, implica volver a leer la historia personal y social para descubrir
que la pasión ocurre aquí y hoy. Leer la pasión con fe permite sentir como trata
Dios al hombre y como maltrata el hombre a Dios en su vida y la de sus hermanos.
En semana santa todo recurso vertical a Dios está excluido; porque la cruz es el
grano de trigo que muere para dar la vida y ser fecundo; de lo contrario la vida se
pierde por infecunda, egoísta. A Jesús crucificado le interesa más la antropología
que la teología, la calle que el templo, el hospital que el club, el desprotegido que el
sobreprotegido.
La sola expresión corporal del siervo de Yahvé en la procesión y la pasión nos hará
más sencillos y humildes, es decir, más humanos. Así estaremos de acuerdo con el
salmista: “El se￱or Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he puesto resistencia
ni me he echado atrás” (Primera lectura).
El MAL ES UN IMPERIO EL REINO UN DON.
En un domingo de primavera del año treinta, partió Jesús con sus discípulos de
Galilea hacia Jerusalén, era el viaje más esperado del año para celebrar la semana
de Pascua que terminaría el viernes siguiente. Betfagé (casa del hambre) fue la
penúltima etapa, esta peregrinación se convirtió en una procesión. Al otro lado de
la ciudad terminaba otra procesión de Poncio Pilato gobernador romano de Idumea,
Judea y Samaría, acompañado de soldados romanos y una fuerte caballería. La
procesión de Jesús celebraba la liberación de Israel de un antiguo imperio, Egipto;
la de Poncio Pilato mostraba el poder y la violencia del imperio romano. La
procesión que hacía Jesús mostraba el reino de Dios como alternativa para las
víctimas y los victimarios.
Después Jerusalén se convirtió en un centro de opresión política, económica y
religiosa en colaboración con Roma. Las autoridades del templo, sumos sacerdotes
y maestros de la ley (Escribas) entregaron a Jesús a los gentiles, autoridades del
imperio romano para matarlo, por lo tanto, seguir a Jesús implicaba ponerse en
camino solidario hacia Jerusalén, lugar de conflictos con las autoridades judías y
romanas; lugar de la muerte de Jesús.
Al final terminó ganando, aparentemente, el imperio del mal sobre el Reino con una
muerte a cuestas. La Semana Santa es el relato de estas dos confrontaciones en el
interior de los creyentes y de la sociedad en el contexto de una ciudad, que al
mismo tiempo, como Jerusalén, es religiosa e incrédula, pagana y creyente, libre y
esclava, piadosa pero sin compasión, pujante aunque insolidaria.
¿PORQUE LOS SUFRIMIENTOS SE CELEBRAN?
Cuando hablamos de la celebración de Pascua, o del domingo de ramos primero en
procesión y después con la pasión, tendemos a pensar en dos situaciones
contrarias; pero ambas son celebraciones que en Jesús jamás pueden separarse. La
celebración es real cuando el miedo y el amor, el gozo y la pena, las lágrimas y las
palmas pueden coexistir. La madurez de la vida cristiana está en hacer de las penas
y los gozos una celebración: de las primeras porque en la fe tenemos la esperanza
de salir adelante ya que Jesucristo ha vencido la muerte y los signos de la muerte;
las alegrías porque tenemos la certidumbre que la resurrección es el signo de la
victoria sobre la muerte, porque le quitó el veneno y el drama a la muerte. Quienes
celebran en su vida la Pascua de Jesús, el paso de la vida a la muerte, pueden decir
con fe: “He conocido a Dios en mi propia carne”
LA VIDA ES UN COMPLEJO DE SIGNOS.
Quien es capaz de celebrar la vida, es decir el sufrimiento y el gozo, como lo hizo
Jesús, jamás cae en la tentación de buscar en la vida diaria el gozo y la tristeza en
estado puro; la vida es el complejo mundo de los signos de la muerte, y la vida
experimentadas desde la muerte y resurrección de Jesús; es decir, los sufrimientos
convertidos en salmos de acción de gracias; gracias a la resurrección de Jesús.
La procesión es por las calles y momentos donde ocurre nuestra vida diaria. Pero el
domingo de ramos la procesión sale de un punto de la ciudad para hacer un éxodo
hasta llegar a la cruz y la resurrecci￳n. “Somos los peregrinos que vamos hacia el
cielo”, “Venid a mí todos los que están cansados y agobiados que yo os aliviaré”.
P. Emilio Betancur