Jueves Santo/B (Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Co 11, 23-26; Jn 13, 1-15)
Con la Misa de hoy damos por concluida la Cuaresma e iniciamos el Triduo Pascual, que abarcará los
tres días siguientes: Viernes, Sábado y Domingo. La Semana santa , que para nosotros los cristianos es la
semana más importante del año, nos brinda la oportunidad de sumergirnos en los acontecimientos centrales de
la Redención, de revivir el Misterio pascual, el gran Misterio de la fe.
El Jueves santo tiene como preludio la solemne Misa Crismal , que por la mañana celebra el obispo con
su presbiterio y en el curso de la cual todos renuevan juntos las promesas sacerdotales pronunciadas el día de
la ordenación. Es un gesto de gran valor, una ocasión muy propicia en la que los sacerdotes reafirman su
fidelidad a Cristo, que los ha elegido como ministros suyos. También en la Misa Crismal se bendijeron el óleo
de los enfermos y el de los catecúmenos, y se consagrará el Crisma. Con estos ritos se significa simbólicamente
la plenitud del sacerdocio de Cristo y la comunión eclesial que debe animar al pueblo cristiano, reunido para
el sacrificio eucarístico y vivificado en la unidad por el don del Espíritu Santo.
En esta Santa Misa de la Cena del Señor la Iglesia conmemora aquellos momentos en que Cristo nos dio
las máximas pruebas de su amor, ofreciendo su vida por nosotros. En primer lugar tenemos el sacramento del
servicio (lavatorio de los pies), como mandato del Señor, se realizó siempre en este día como expresión vivida
del espíritu que tiene que animar a los seguidores del Maestro: No vine a ser servido sino a servir. El
Sacramento de la Eucaristía, misterio de fe de una comunidad constituida por la memoria del Señor, se realizó
de manera especial el Jueves Santo, como sacramento de la fraternidad. El sacramento del sacerdocio fue
siempre proclamado en este día, como la mediación de la presencia de Jesucristo, el Buen Pastor.
¿Qué simbolizan esos tres regalos ? En el lavatorio es el amor que se humilla . En la Eucaristía es el
amor que se inmola, o sea, se parte, se comparte y se reparte, perpetuando el sacrificio de Cristo en la cruz. En
el sacerdocio es el amor que se hace visible y se prolonga en hombres de carne y hueso a quienes Jesús hace
“otros Cristos” que lo representen y se configuran con Él, que es Cabeza y Pastor.
E l regalo del lavatorio y el mandamiento del amor, sólo cabe dejarme lavar mis pies y mi conciencia y
abajarme para lavar los pies de mis hermanos con la caridad. Con el gesto humilde pero sumamente expresivo
del lavatorio de los pies, se nos invita a recordar lo que el Señor hizo a sus apóstoles: lavándoles los pies
proclamó de manera concreta el primado del amor, amor que se hace servicio hasta el don de sí mismos,
anticipando también así el sacrificio supremo de su vida que se consumirá el día después, en el Calvario. Según
una hermosa tradición, los fieles concluyen el Jueves Santo con una vigilia de oración y de adoración
eucarística para revivir más íntimamente la agonía de Jesús en el Getsemaní.
San Pablo ofrece uno de los testimonios más antiguos de lo que sucedió en el Cenáculo la víspera de la
pasi￳n del Se￱or. “El Se￱or Jesús —escribe san Pablo al inicio de los años 50, basándose en un texto que
recibió del entorno del Señor mismo— en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y después de dar
gracias, lo partió y dijo: "Este es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía”. Asimismo,
después de cenar, tomó el cáliz diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre. Cuantas veces la
bebiereis, hacedlo en memoria mía” ( 1 Co 11, 23-25).
Estas palabras, llenas de misterio, manifiestan con claridad la voluntad de Cristo: bajo las especies del
pan y del vino él se hace presente con su cuerpo entregado y con su sangre derramada. Es el sacrificio de
la alianza nueva y definitiva, ofrecida a todos, sin distinción de raza y de cultura. Y Jesús constituye ministros
de este rito sacramental, que entrega a la Iglesia como prueba suprema de su amor, a sus discípulos y a cuantos
proseguirán su ministerio a lo largo de los siglos. Por tanto, el Jueves santo constituye una renovada invitación
a dar gracias a Dios por el don supremo de la Eucaristía, que hay que acoger con devoción y adorar con fe
viva. Por eso, la Iglesia anima, después de la celebración de la santa Misa, a velar en presencia del santísimo
Sacramento, recordando la hora triste que Jesús pasó en soledad y oración en Getsemaní antes de ser arrestado
y luego condenado a muerte.
El tercer regalo que nos dejó Jesús es el nuevo sacerdocio de Jesucristo y su continuación en la
consagraci￳n de los ap￳stoles, en la participaci￳n de los discípulos en el sacerdocio del Se￱or. En efecto, hoy
hacemos memoria del día feliz de la Instituci￳n del sacerdocio y del de nuestra propia ordenaci￳n sacerdotal.
El Se￱or nos ha ungido en Cristo con ￳leo de alegría y esta unci￳n nos invita a recibir y hacernos cargo de este
gran regalo: la alegría, el gozo sacerdotal. La alegría del sacerdote es un bien precioso no s￳lo para ́l sino
tambín para todo el pueblo fiel de Dios: ese pueblo fiel del cual es llamado el sacerdote para ser ungido y al
que es enviado para ungir.
¿Agradezco todos los días el don de la Eucaristía, del Sacerdocio y del Mandamiento de la caridad?
¿Vivo la Eucaristía cada día con más fervor y me compromete a ser yo Eucaristía para mis hermanos mediante
el sacrificio de mi vida? ¿Trato a todos los hombres y mujeres como hermanos en Cristo y los trato como
trataría a Cristo? ¿Rezo todos los días por los sacerdotes y les agradezco el servicio insustituible que realizan
en bien de mi alma?
Señor, gracias por el don de la Eucaristía, que te comamos y te asimilemos con alma limpia. Gracias,
por el mandamiento de la caridad fraterna que cura nuestros egoísmos y ambiciones. Gracias, por darnos
sacerdotes según tu corazón; guárdalos en la fidelidad a ti y a la Iglesia.