VIGILIA PASCUAL ( Gen 1,1-31; 2,1-1; Ex 14,15-15; Tercera: Is 54,5-14; Rom 6,3-11; Mc 16, 1-8)
No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado ” ( Mc 16,6).
Al alba del primer día después del sábado, como narra el Evangelio, algunas mujeres van al sepulcro
para embalsamar el cuerpo de Jesús que, crucificado el viernes, rápidamente había sido envuelto en una sábana
y depositado en el sepulcro. Lo buscan, pero no lo encuentran: ya no está donde había sido sepultado . De Él
sólo quedan las señales de la sepultura : la tumba vacía, las vendas, la sábana. Las mujeres, sin embargo,
quedan turbadas a la vista de un " joven vestido con una túnica blanca ", que les anuncia: " No está aquí. Ha
resucitado " (San Juan Pablo II, 19 de abril de 2003)
Esta desconcertante noticia, destinada a cambiar el rumbo de la historia, desde entonces sigue resonando
de generación en generación: anuncio antiguo y siempre nuevo. Ha resonado una vez más en esta Vigilia
pascual, madre de todas las vigilias, y se está difundiendo en estas horas por toda la tierra.
¡ Oh sublime misterio de esta Noche Santa ! Noche en la cual revivimos ¡ el extraordinario acontecimiento
de la Resurrección ! Si Cristo hubiera quedado prisionero del sepulcro, la humanidad y toda la creación, en
cierto modo, habrían perdido su sentido. Pero Tú, Cristo, ¡has resucitado verdaderamente! “¡Qué noche tan
dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos”. Así se ha cantado en el
Pregón pascual, al comienzo de esta Vigilia solemne, madre de todas las Vigilias.
Después de la noche trágica del Viernes Santo , cuando el “poder de las tinieblas” (cf. Lc 22, 53) parecía
prevalecer sobre Aquel que es “la luz del mundo” ( Jn 8, 12), después del gran silencio del Sábado Santo , en
el cual Cristo, cumplida su misión en la tierra, encontró reposo en el misterio del Padre y llevó su mensaje de
vida a los abismos de la muerte, ha llegado finalmente la noche que precede el “tercer día” , en el que, según
las Escrituras, el Señor habría de resucitar, como Él mismo había preanunciado varias veces a sus discípulos.
“¡Qué noche tan dichosa en que une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino!” ( Pregón pascual ). Esta
es la noche por excelencia de la fe y de la esperanza . Mientras todo está sumido en la oscuridad, Dios – la Luz
vela . Con Él velan todos los que confían y esperan en Él.
¡Oh María! , esta es por excelencia tu noche . Mientras se apagan las últimas luces del sábado y el fruto
de tu vientre reposa en la tierra, tu corazón también vela. Tu fe y tu esperanza miran hacia delante . Vislumbran
ya detrás de la pesada losa la tumba vacía; más allá del velo denso de las tinieblas, atisban el alba de la
resurrección.
Madre, haz que también velemos en el silencio de la noche, creyendo y esperando en la palabra del
Señor. Así encontraremos, en la plenitud de la luz y de la vida, a Cristo, primicia de los resucitados, que reina
con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. ¡Aleluya! (San Juan Pablo II, 30 de marzo de
2002).