VIERNES SANTO. CICLO B
LO QUE LE OCURRIÓ A JESÚS FUE PARA NOSOTROS.
Lo que ocurrió el Viernes Santo fue la conclusión y colisión entre la Pasión de Jesús,
el Reino para los pobres y las pasiones que son normales en toda civilización que
quiere ser dominante y excluyente. Está bien afirmar que murió a causa del pecado
del mundo, y fue la injusticia que carga todo poder, dictadura o civilización lo que
acabó con Él.
QUE NO ES Y QUE ES LA CRUZ.
Pablo no cuenta simplemente la gravedad de lo ocurrido a Jesús, como hacen los
noticieros de hoy, sino que dan razón de un acto salvífico. ¿Qué podrá tener de
salvífico la Cruz, cuando los viacrucis son coloristas y dramáticos, hasta el punto de
tener compasión por Jesús y querer ayudarle, así sea por pocos momentos a llevar
la Cruz? Él nos dijo que cargáramos con nuestras cruces y lo siguiéramos, cargando
con ellas, a ejemplo Suyo, o ¿Qué podrá tener de Salvífico la Cruz, cuando la
cristiandad nos acostumbró a hablar de la cruz del matrimonio, la cruz del trabajo,
la cruz de la pobreza, o una manera de vivir? “¿Cómo estás? Ahí… llevando esta
cruz”. La Cruz de Jesucristo tiene el sentido salvífico del que carecen nuestros
sufrimientos. Es precisamente ése sentido salvífico, el que hace que nuestros
sufrimientos se conviertan en cruz gloriosa del Señor Resucitado.
Con frecuencia en la predicación o en las visitas a los enfermos, los sufrimientos
nos lo relacionan con la Vida Eterna: “te estás ganando el cielo…”, pero no es este
el sentido que Pablo le da a la Cruz. Pablo creía en la Vida Eterna, pero la Cruz era
algo que incidía en la vida antes de la muerte y nos afecta antes de ir al Cielo. La
más importante convicción que tuvo Pablo al encontrarse con el crucificado, fue que
Dios lo había resucitado. Si no hubiera sido así, la Cruz no hubiera pasado de ser
una ejecución del poder romano. El camino de Damasco, no sólo transformó a Pablo
sino que también transformó la manera de mirar la muerte de Jesús. Lo mismo
debe ocurrirnos a nosotros si nos encontramos con el crucificado, cambiará la forma
de ver la muerte de Jesús en Semana Santa y por el resto de vida nuestras propias
cruces. ¿Por qué se nos aparecerá más la virgen que el crucificado?
EN LA FE TODOS SOMOS PABLO.
En semana santa podemos acoger la misma experiencia de Pablo: “Cuando acudí a
vosotros hermanos no me presente con gran elocuencia y sabiduría para anunciaros
el Misterio de Dios; pues entre vosotros decidí no saber otra cosa de Jesús, Mesías,
y éste crucificado” (2 Cor. 2,1-2) ”Dios dispuso salvar a los creyentes por la locura
de la cruz. Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras
que nosotros anunciamos un Mesías crucificado; para los judíos escándalo, para los
paganos locura; pero para los llamados, judíos y griegos, un Mesías que es fuerza
de Dios y sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que los hombres,
la debilidad de Dios más fuerte que los hombres” (1 Cor 1,21-25)
La más importante convicción que tuvo Pablo al encontrarse con el crucificado, fue
que Dios lo había resucitado. Si no hubiera sido así, la Cruz no hubiera pasado de
ser una ejecución del poder romano. El camino de Damasco, no sólo transformó a
Pablo sino que también transformó la manera de mirar la muerte de Jesús. Lo
mismo debe ocurrirnos a nosotros si nos encontramos con el crucificado, cambiará
la forma de ver la muerte de Jesús en Semana Santa y por el resto de vida
miraremos de manera distinta nuestras propias cruces. “Mirad al que traspasaron”
(Jn 19,367)
¿DONDE ESTAMOS?
Si en la Pascua no tenemos en cuenta el juicio del imperio romano, al que como
civilización pertenecemos; el comportamiento de los líderes y sacerdotes judíos,
con quienes estamos emparentados; y lo que personal y socialmente agregamos a
la Pasión de Jesús, entonces simplemente asistimos a la pasión de Jesús como un
sufrimiento suyo y no nuestro, sin caer en cuenta lo que nos ocurrió a nosotros
porque le pasó solo a Jesús. Así la Pascua sin Viernes Santo sería un triunfalismo,
cuando, en realidad, significa la reivindicación por parte de Dios de la pasión que
Jesús tenía por el Reino, como expresión de la compasión de Dios por los que
sufren a causa de la exclusión, la indiferencia y el olvido; por los que no tienen
palabras para defenderse, aunque sí razones para preguntar. Pascua significa que
ha llegado la vida nueva de Dios aunque no tendrá lugar sin nosotros. El Viernes
Santo y la Pascua sirven para plantearnos preguntas fundamentales: ¿Por qué
sufrimos, o, mejor por quienes sufrimos? Para responder que “mi yo”, mis éxitos y
mis intereses son el centro de la mayoría de mis angustias y preocupaciones. El
Viernes Santo y la Pascua son el ofrecimiento de un camino para transformar mis
egoísmos, hasta tal punto de llegar a decir con Pablo: “estoy crucificado con Cristo
y ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,19-20). “Si alguien vive
en Cristo es una nueva criatura” (2 Cor 5,7).
NO NOS HEMOS ENTERADO.
Llevamos mucho tiempo pasando desapercibido el significado personal y social de
la Semana Santa sin caer en cuenta que el Viernes Santo no es un problema solo
de muerte sino de crucifixión, es decir, cargar con la cruz. El viaje alternativo de la
vida cristiana es el camino de la transformación personal del corazón, inspirado por
el Espíritu del Resucitado que Dios ha puesto en nuestros corazones con la palabra
y los Sacramentos, por medio de la Iglesia.
El Domingo de Ramos nos preguntamos en qué procesión íbamos; el viernes santo
nos pregunta Jesús en qué viacrucis estamos, cual es el viacrucis de nuestros
hermanos, y por quien sentimos compasión. Si compartimos esos viacrucis se nos
aparecerá el resucitado; y el sitio, que puede ser tu casa, tu trabajo o tu colegio; y
primordialmente nuestro corazón lo llamaremos Galilea.
¿No será mejor comprender que el Viernes Santo no es para tener compasión de
Jesús sino el día en que nuestro perdón se hizo posible? ¿Cuántas cosas
maravillosas nos sucederían si el viernes santo o la semana santa el crucificado
resucitado nos cambiara como a Pablo de la religión natural a la fe? caeríamos en
cuenta de la sabiduría de la cruz que ilumina nuestra cruz y la de los otros. No
podemos encerrarnos en lo que históricamente le ocurrió a Jesús como intentan, las
mal llamadas semanas santas en vivo o las narraciones de la pasión de Jesús que
narran lo que le ocurrió a Jesús pero dejan en la penumbra de la predicación como
y porque todo fue para nosotros; todo ocurrió para hacernos más humanos. Así, la
semana santa tendría más duración que el tiempo de celebración.
P. Emilio Betancur