I Domingo de Pascua, Ciclo B
Encuentros con el Resucitado
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
1.- Desde mi quinto de bachillerato, más o menos 15 años de edad, para que estéis
orientados, mis queridos jóvenes lectores, pasando después por el macizo curso
correspondiente de apologética del seminario, hasta hoy, el episodio que nos narra
la lectura evangélica del presente domingo, ha servido de ejemplo para demostrar,
muy bien demostrada, la resurrección de Jesús. Pero este tipo de argumentación
sirve excelentemente para discutir y quedarse cada uno con la suya. Es lo que
sinceramente opino y que nadie se ofenda, aunque su actitud sea diversa.
2.- Por Santo Tomás, recordando aquellos tiempos de instituto de los que os
hablaba, siento mucha simpatía. Le tengo en mis adentros, lo considero y hablo de
él, como el apóstol científico, más que el evangelizador de la India, que no dudo
pudo serlo. Es el Tomás que quiere pruebas y desconfía de entrada. Criterio
fundamental de serio investigador. Quería tocar, ¡ingenuo de él! Me gusta con los
niños, hacer aquella prueba del lápiz que roza los dedos cruzados y que hace creer
que son dos ejemplares, siendo sólo uno, para que empiecen a desconfiar de los
sentidos.
3.- Es algo así como lo que me pasa con el Santo Síndone de Turín o el Santo
Sudario de Oviedo, de los que me intereso, leo y conservo libros y fotografías y me
asombra los procesos científicos a los que someten estas venerables piezas, los
expertos de los que no desconfío. Me interesan muchísimo, pero, os lo digo
sinceramente, queridos jóvenes lectores, no enriquecen mi Fe, no me mueven a
sentir dentro de mí mayor confianza en el Señor, no me exigen mayor rectitud de
conducta. Me identifico con el Tomás que pretende meter el puño en la herida.
Escucho al Señor lo que le dice a continuación. Imagino, son cosas y opiniones
mías, que las palabras de Jesús, las pronunció sonriendo y en tono que implicaba
una cierta ironía. (Alerta lectores del “Nombre de la rosa”, si todavía recordáis las
disquisiciones de aquellos avispados monjes) .Si bien es verdad lo dicho, también
añado que olvido los datos que me aportaron en aquella juventud mía, son cosas de
la edad, pienso.
4.- Tomás reconociendo que Jesús es su Señor y abrazado humildemente a Él, es lo
que me más emociona y aprovecha, al que más quiero, el que me convence. Un
Dios rodeado de certezas, no dudo admitirlo, pero, lo que mi persona más ansía no
son verdades físicas, ni siquiera trascendentes. Preciso aportación de Felicidad y
Esperanza.
5.- El Jesús de mi sagrario, el que recibe mis cuitas y acompaña mi vida, lo
experimento, ese es mi Dios y mi Señor. Y la de vosotros también, mis queridos
jóvenes lectores. Agradezco al que recogió la advertencia posterior que pronunció el
Maestro, al decir que más privilegiados somos los creemos sin tocar. Soy uno de
ellos y que Dios me conserve esta Fe, que es puro don. Y la de vosotros también,
mis queridos jóvenes lectores.