Conocimiento de la fe
Hay preguntas que deberíamos hacernos de cuando en vez, a lo largo de la vida. ¿En quién
creo?, ¿por qué creo?, ¿alimenta la fe mi vida?, o, lo que es lo mismo, ¿qué relación hay
entre fe y vida? La Palabra de Dios nos va urgiendo, en proceso definido, un conocimiento
claro de nuestra fe. Juan va perfilando este proceso: Mantener clara la conciencia del don
recibido, vivir en comunión con Dios, servir a los hermanos/as.
El primer regalo de la fe es la filiación de Dios. Somos miembros de su familia, hijos e
hijas, es decir, hermanos y hermanas. Pero es una verdad que hay que asumir en sus
consecuencias. Pablo habla de una verdad en ciernes, por qué no decirlo, en oscuridad que
tiene que irse bañando de luz en la caminada de nuestra vida. Santiago va a decir que tiene
que clarificarse en las obras y Jesús lo dice del amor como el signo de los creyentes.
Jesús dice que “conoce a sus ovejas”. Conocer es amar. Sabe sus nombres que es lo mismo
que recrearnos en la identidad. El problema es cuando las “ovejas” dicen “conocer a su
pastor”. ¿De qué conocimiento podríamos hablar? Viene un discernimiento entre el bien y
el mal. Entre el “asalariado” y el buen Pastor. Entre el responder a la voz del Pastor o
ignorarla. Entre el permanecer en el “redil” o abandonarlo, abandonándonos nosotros.
Y el buen Pastor da la vida. ¿Tan simple? Su vida será igual, entonces, a la vida por quienes
se ha consagrado. Si su vida no corresponde en ecuación identitaria a la vida de los demás,
tomados en conjunto, como pueblo o familia, se ha equivocado, es un mercenario. Pienso
en mi Sacerdocio y en el Sacerdocio de mis hermanos. Mi sacerdocio tiene sentido en esta
ofrenda permanente de darme totalmente a los demás. Conocerlos, será amarlos. Y amarlos,
será hasta dar la vida por cada uno, cada una y por todos, todas.
Cochabamba 26.04.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com