PRIMER DOMINGO DE PASCUA
(Marcos 16:1-7)
La viuda llevó a su familia al cementerio. No era un viaje sencillo. Porque no
tenían coche, tomaron buses: dos para llegar al fin de la línea urbana y uno para
transitar por los suburbios. De la parada de bus la familia caminó a pie otra milla
para llegar a la fosa del padre de la familia y su hijo. Llevaron herramientas para
trabajar el suelo de la fosa. Como esta familia, las tres mujeres se dirigen al
sepulcro de Jesús en el evangelio.
Las mujeres llevan perfumes para embalsamar el cadáver una vez que lo tengan
limpio. Pues como San Marcos cuenta la historia, no tenían tiempo para lavar la
sangre del cuerpo el viernes antes de anochecer. A lo mejor las mujeres piensan
que van a demostrarle a Jesús su cariño por la última vez. Después de todo,
piensan ellas, es muerto y no pueden hacer nada acerca de eso. Tal vez muchos
acudan a la iglesia con una resignación semejante esta Pascua. ¡Aunque sólo fuera
como antes – dicen entre sí mismos – con todos los hombres llevando corbatas y
las mujeres sus sombreros nuevos!
Hace cincuenta años en muchas partes del país el domingo de Pascua era como un
desfile de modas. Después de asistir en los servicios religiosos la gente pasaba por
las calles llevando su ropa nueva con saludos para uno y otro. Se suponía que los
vestidos representaran el ser humano nuevo que fue recreado por las gracias de la
resurrección. Pero había algo de alarde en el comportamiento de algunos. Muchos
acudían la iglesia sólo ese día. Era como si la Pascua fuera para mostrar la ropa en
vez de que la ropa era para mostrar la Pascua. Se puede comparar esa desgracia
con la dura realidad que enfrenta a las mujeres en el evangelio. Pensando en la
piedra cubriendo la entrada del sepulcro, preguntan: “¿Quién nos la quitará?”
Pero encuentran el sepulcro abierto. Es la primera de dos sorpresas que
experimentan. La segunda es que no ven al cuerpo de Jesús sino a un joven
angélico sentado en su lugar. Así es la situación paradójica en que nos
encontramos a nosotros el día hoy. Aunque hay muchos valores en picada en
nuestro tiempo, también hay varios valores válidos en crecida. Por ejemplo los
laicos más que nunca están tomando responsabilidad para la pastoral. Vemos a
mujeres y hombres comprometidos dando testimonios en retiros, encargándose de
la lucha contra el aborto, y visitando a las cárceles.
Sin embargo, no es que todos se involucren en el ministerio. Muchos piensan que
basta su asistencia en la misa dominical. No ven la necesidad de anunciar la
resurrección por actos de servicio a los necesitados. Aún más gente ha perdido
completamente el sentido religioso. Les interesa sólo el avance del yo en la
búsqueda de placer y prestigio. Cuando miramos las películas del cine que ganan la
mejor clientela casi siempre son historias de conquistas, sean violentas o sean
románticas. Por eso, deberíamos tomar al pecho las palabras del joven a las
mujeres en el evangelio. Después de contarles que Jesús ha resucitado de la
muerte, las comisiona a anunciar la buena nueva a los discípulos. Dice que ellos
verán a Jesús en Galilea.
Galilea comprende una región grande. Es semejante a decir que vayan a Illinois
para encontrar a Jesús. El propósito es que regresen a sus propios pueblos donde
Jesús hizo la mayor parte de su ministerio. Nosotros podemos entender esta frase
como un mandato a volver a nuestras comunidades para encontrar a Jesús entre
los enfermos, los pobres, y los ancianos. Una vez que mostremos a los necesitados
la compasión, vincularemos nuestro destino con lo suyo. No solamente
encontraremos a Jesús en el hospital del campo -- en las palabras del papa
Francisco – sino también en la resurrección de la muerte.
En una novela un hombre recibe una invitación a comer. Se supone a presentarse
en tal restaurante a tal hora. Pensando que es una broma de sus amigos que
quieren hacer una fiesta, el hombre va. Allí no encuentra a sus compañeros sino a
Jesús. En este evangelio todos nosotros recibimos una invitación semejante.
Cristo quiere encontrarnos en las calles. Está entre los pobres que necesitan
nuestra compasión. Viene para vincular nuestro destino con lo suyo en la
resurrección de la muerte. Viene para vincular nuestro destino con lo suyo.
Padre Carmelo Mele, O.P.