COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2015)
2º Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, Ciclo B
Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al atardecer del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar
donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y
poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía
esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como
el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló
sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a
los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos
cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les
respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en
el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde,
estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás.
Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y
les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí
están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas
incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le
dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se
encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
VIVIR COMO RESUCITADOS ES TOMAR FUERZA DEL DIOS QUE ESTÁ VIVO.
Es importante reconocer que la Palabra de Dios es el verdadero alimento que nos
da la fuerza para vivir, para entender y para profesar nuestra fe. Es importante
escuchar la Palabra y luego participar de la mesa del Pan de Vida, es decir la
Eucaristía.
Los Apóstoles estaban juntos aquél primer día de la semana, el domingo. Para los
judíos el sabbat, el sábado, era el último día antes del reposo y el primer día es el
domingo. Con Cristo se celebra la Fiesta el domingo, es decir el primer día de la
semana, que es el día de su resurrección, donde nos reunimos para escuchar la
Palabra, testimoniarla y compartir el Pan Vivo, la Eucaristía. Signo y realidad.
Una realidad que ya la estamos viviendo y un signo que debemos continuar a
vivirlo, para poder ser un solo corazón y una sola alma, es decir ser una sola cosa
para que el mundo crea. Existen mediocridades, contrastes, tensiones, pero
tenemos que reconquistarlo sin caer jamás en el descorazonamiento.
Queridos hermanos, vivir como resucitados significa tomar la fuerza del Dios que
está vivo, que podamos adorarlo y decir “¡Señor mío y Dios mío!”. Estas dos cosas:
el siervo sufriente y el Dios que se hizo carne en el seno virginal de María. Dos
títulos “Señor” y “Dios” mío.
Que podamos reconocerlo y, reconociéndolo a Él, tengamos la fuerza para
testimoniarlo y anunciarlo en nuestra vida, en nuestra familia, en la Iglesia, en la
sociedad. Que vivamos como resucitados y no como vencidos ni derrotados. ¡Feliz
fuerza en la Resurrección de Jesucristo que está vivo y no muerto!
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén