V Domingo de Pascua, Ciclo B
VIÑA, VIÑADORES Y SARMIENTOS
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
Como os digo con frecuencia, mis queridos jóvenes lectores, el leguaje del
evangelio es genuinamente idioma mediterráneo. Está impregnado de su paisaje,
de sus vergeles, desiertos y animales, domésticos y salvajes, que les son muy
propios y, por consiguiente, sus las imágenes mentales de su discurso, serán de tal
tipo. Desde mi infancia cómo uva, conozco los viñedos y bebo sus caldos. Con
sinceridad os digo que nunca me he emborrachado y que siempre he sentido pánico
a que pudiera caer en el alcoholismo, vicio que destroza individuos y familias.
A los mediterráneos no nos extraña que Jesús escogiera el vino para la Eucaristía. Y
añado siempre, para los interlocutores venidos de otros continentes, donde el vino
es un lujo, que el mismo San Benito, Padre de Europa y fundador, latino como el
que más, en su Regla se refiere a la medida que todo monje consumirá diariamente
de este caldo, sin que se exceda. Cuando llegué a la casa donde habito, me
satisfizo mucho que al lado de la entrada hubiera una solemne parra. Se calcula
que tendrá más de cien años. Su tronco se eleva pegado a una pared, por lo menos
siete metros. Plante al otro lado una higuera para que no me faltasen los símbolos
de la prosperidad bíblica.
Los que de entre vosotros, mis queridos jóvenes lectores, sois de otras culturas, no
os importe demasiado que no conozcáis la viña. Casi todos los árboles obedecen a
un mismo esquema. Es preciso recoger su fruto en otoño, vendimiar se llama a tal
faena y, de inmediato, someterlo a prensado que, tradicionalmente, se lograba por
simple aplastamiento de las uvas, mediante los pies desnudos, por parte de
hombres duchos. Caídas las hojas del arbusto, se poda adecuadamente y con mejor
o peor destreza. Los sarmientos recogidos, no sirven para otra cosa que para
quemarlos en las chimeneas hogareñas. (En algunos partes se les da otra finalidad,
pero es un asunto localista del que no hace falta que me ocupe ahora). Si no se
poda, la abundancia de ramaje supone gran proliferación de flores y racimos,
consecuentemente, las uvas serán de menor calidad. Supone también que se
enreden los nuevos brotes o caigan, sin que el labrador recoja la cosecha de vino
que esperaba.
Abandonando el terreno de las descripciones y yendo al de las enseñanzas, os
invito a que tengáis en la mano una rama seca de cualquier árbol y os detengáis a
reflexionar pensando que un día se desgajó, perdió el contacto con el tronco y a
partir de entonces empezó su declive como vegetal viviente. Ahora ya no sirve para
nada. Desmenuzada o triturada, irá a parar a una estufa o a un depósito para que
se pudra y convierta en abono natural. Triste fin.
Triste fin el nuestro si perdemos la amistad, el contacto, con el Señor. Puede uno
tener ideas luminosas, ocurrencias o proyectos importantes, si prescinde de Dios, le
faltará a su vida la satisfacción más íntima y grande. En el terreno trascendente,
aquel que se prolonga hasta la Eternidad a la que estamos destinados, aquella
existencia de total felicidad que nuestro espíritu tanto ansía, se desdibuja, se llega
a borrar, aboca uno a la insatisfacción mayor.