Solemnidad de la Ascensión del Señor
¿CONSEGUIR UN BUEN SELFIE CON EL SEÑOR?
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
1.- No ignoro, mis queridos jóvenes lectores, que la teatralidad con que
generalmente los pintores plasman este misterio de nuestra Fe, es un
inconveniente para que nosotros lo consideremos útil y lo contemplemos con
reverencia. Imaginaos que el Señor hubiera continuado con los encuentros
personales, con los mensajes que nos cuentan los textos evangélicos, los creyentes
estarían siempre pendientes de dichas apariciones. En nuestro tiempo, se desearía
más conseguir un buen selfie con el Señor, que ser fieles discípulos suyos. Pero la
Ascensión no es un fenómeno circense. Es la última aparición sensorial a la
comunidad.
2.- Es la última e implica con ello un mensaje exigente. No deben, no debemos,
permanecer estables, atesorando imágenes o recuerdos terrenales. Algo de esto
nos dice. Es preciso marchar, propagar la Buena Nueva. La Noticia que implica un
estilo de vida, un comportamiento peculiar de cada día, pero sin ignorar que hay un
final de ruta Trascendente.
3.- En el Olivete, el Señor no huyó de los hombres. Se quedó realmente en la
magisterial presencia de su Palabra proclamada. Germina, crece y vive en el Amor
que convoca y reúne. Siempre que así os encontréis, yo estaré en medio de
vosotros, dice. Permanece, sin duda, en la Eucaristía. Las tres presencias son
reales, aunque no sean propiamente sensoriales. Pese a que extrañe, es una
ventaja. Pisando caminos del mundo, puesta la mirada en el firmamento, seremos
buenos mensajeros suyos. No estamos solos, nos acompaña, sin que su brazo nos
abrace, sin que su aliento nos acaricie, sin que nuestra mano choque con la suya.
Está muy dentro, es profunda su presencia.
4.- La noche del Jueves Santo, durante la meditación de Getsemaní, nos sentíamos
avergonzados, identificándonos con los apóstoles medio dormidos, que no estaban
espiritualmente próximos a Él, pero que tampoco le habían abandonado del todo.
Nos preguntábamos sinceramente ¿por qué somos así? ¿Por qué le tenemos tan
alejado de nuestra mente, de nuestros proyectos, de nuestras ilusiones, sin que Él
conduzca nuestro obrar? ¿Estamos demasiado aprisionados por lo más próximo, por
lo que creemos es más urgente, por lo que, pobres de nosotros, nos atrae más?
5.- ¿Qué nos falta? Nos falta contemplarle con los ojos interiores en el Cielo y en
nuestro interior, libres de lo sensorial que nos cautiva tanto, pese a que tanto nos
engañe y lo efímero que acostumbra a ser. Pero nos falta, sobre todo, la fuerza del
Espíritu. La historia de Jesús y sus enseñanzas, cautivan a muchos. No debemos
nunca olvidarlo. El centro de nuestra Fe, Él que fue un hombre histórico, tuvo un
ejemplar comportamiento, con el que debemos identificar nuestra conducta. Su
vida y su muerte, serán siempre incomprensibles, pero sin ningún rasgo que la
afeen. Murió y resucitó. Dio pruebas de ello. Su Espíritu nos otorga fuerzas para
que seamos capaces de imitarle.
6.- Considerad ahora, mis queridos jóvenes lectores, la historia de otros fundadores
de religiones. La reseña que nos ofrezcan de sus ideas, tal vez nos cueste menos
creerla. Pero será una referencia pasada y carente de total perfección. La del
Maestro implicará la aceptación del misterio, eso sí. Su mensaje es,
fundamentalmente, de Amor y vosotros sabéis bien que todo enamoramiento, toda
amistad, aunque sean puramente humanas, tendrán siempre un rasgo ilógico.
Pues, mucho más lo será cuando se trate de Dios, de su existencia, de su
predilección, sin que implique que sea descabellado, pero sí paradójico.
7.- Cuando escuchéis la proclamación de la tercera lectura, la del evangelio de San
Marcos, no penséis que su actualización es puro cuento. Estamos inundados de
comunicaciones sociales, que raramente son comunicaciones personales. Lo
noticiable es lo espectacular, con frecuencia lo malvado, lo negativo, lo catastrófico.
Se dice acertadamente, que mete más ruido un árbol que cae, que todo un bosque
que va creciendo lentamente. Las maravillas que promete el Señor, son realidades
hoy, aunque no aparezcan en la prensa, ni en los reportajes televisivos.
Viajad, observad, preguntad, comprobaréis que los propagadores del Evangelio son
protegidos, los que nos son próximos, los del aburguesado ambiente en el que
estamos sumergidos y los de países que hemos venido a llamar del Tercer Mundo.
Por mi parte, no me canso de explicar el cariño que conmigo ha tenido el Señor y
los callados prodigios con que me ha honrado.