COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
17 de mayo de 2015 – Domingo de la Ascensión del Señor
Evangelio según San Marcos 16,15-20
Jesús resucitado se apareció a sus discípulos y les dijo: "Vayan por todo el
mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se
bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios
acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y
hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y
si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos
sobre los enfermos y los sanarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús
fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a
predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con
los milagros que la acompañaban.
“YO ME VOY, PERO ESTARÉ CON USTEDES HASTA EL FINAL DE LOS
TIEMPOS”, Jesús
Es el misterio de la Ascensión del Señor, junto a la creación, donde Dios nos
crea y luego se revela en su propio Hijo -en el Verbo que se hizo carne, la
Encarnación de Cristo en el seno virginal de María- este Cristo, Verdadero
Dios y Verdadero Hombre, es crucificado, muere y resucita; es el misterio
de la Pascua, es decir el triunfo sobre el pecado y sobre la muerte.
Rotundamente Cristo venció al maligno que ya no tiene poder absoluto
sobre nada ni sobre nadie; Cristo asciende al Padre y está sentado a su
derecha, presentándole todo su Reino: lo que hizo, lo que vivió, lo que
entregó y lo que nos comunicó.
Para nosotros esta ascensión es un envío, como lo hizo con los Apóstoles:
“vayan, prediquen, anuncien, sanen, reconcilien a la gente, levanten al
caído, al herido, al derrotado, al lastimado, al vencido, tengan caridad con
todos, curen a los enfermos”; pero hermanos ¡hay tanta gente enferma!, no
solo física sino moral, espiritual y psíquicamente. ¡Hay mucha gente
enferma, destruida! Y nosotros tenemos la tarea de llevar el nombre de
Jesús a los demás.
¿Por qué tenemos que llevarlo? Porque Él lo pide; y si lo pide es porque lo
da y si lo da, lo da con su gracia, lo confirma con su presencia y nos dice
algo muy hermoso: “Yo me voy, pero estaré con ustedes hasta el final de
los tiempos” Cristo nos asegura y nos afirma su presencia, su cercanía.
Por eso la fuerza del apostolado -la apostolicidad- en la Iglesia, está
sostenida y sustentada por la presencia viva de Jesucristo. En la medida
que uno crea que Jesucristo está, uno es fuerte en lo apostólico. Pero si se
debilita esa creencia en nuestra vida, el apostolado se opaca, se debilita, se
obnubila, se enflaquece.
En esta fiesta de la Ascensión, pidamos al Señor la fuerza de saber que Él
está en nosotros, al lado de nosotros y que camina con nosotros. Por eso
¡no tengamos miedo!
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén