Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
La fuente y la cima de la vida cristiana
- El Sacramento de la Eucaristía, instaurado por Jesús la víspera de su
muerte, realiza plenamente el Plan de Dios: establecer una Alianza
Nueva y Eterna con la multitud de la humanidad. Él es Palabra que
pide (demanda) nuestro compromiso. Él es comida que sostiene
nuestra caminada hacia el Reino.
- “Corpus Christi”, lo llam£bamos antiguamente, Solemnidad del Santo
Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Al escuchar la Palabra
de Dios y al volver a hacer los gestos de Jesús la víspera de su Pasión,
nosotros reanudamos la alianza que nos une a Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Nosotros revivimos también el vínculo que nos hace
hermanos en Jesucristo. Y nosotros nos alimentamos de esta comida y
tomamos las fuerzas que necesitamos para ir a llevar la Buena Noticia
al mundo.
Comer todo lo que hay en mi plato
Recuerdo que cuando éramos niños, mi hermana que me sigue y yo éramos
de muy “mal comer”, parecíamos nunca tener apetito, cosa que enojaba a
nuestra resucitada madre. A ella le gustaba, o esperaba que todo lo que nos
servía en el plato nos lo comi←ramos sin peros…
Durante los casi 5 años que fui misionero en Camerún, tuve la oportunidad
de apreciar como nunca antes lo había hecho, el gesto de comerme todo lo
que (se) servía en mi plato…vista la escasez de comida y la precariedad de
las familias que hacia sacrificios considerables para comer al menos una vez
por día.
Así pues, comer todo lo que hay en el plato, simboliza para mí, una
dimensión de la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Cuando se evoca la última cena de Jess con sus discípulos: “Jess tomó el
pan …y dijo: “Tomen , este es mi cuerpo”. Despu←s ←l tom￳ la copa…y les
dijo: “Tomen y beban, esta es mi sangre”… uno encuentra entre los
cristianos de hoy toda una gama de sentimientos y de percepciones. Para
algunos, es ante todo el momento cuasi-mágico de la transubstanciación
donde Cristo está presente con su cuerpo y su divinidad, aquello que
demanda toda nuestra veneración.
Para otros, es la evocación de la institución de la Eucaristía y el momento
que hace que una misa sea una misa. Para otros aún, es la evocación de las
palabras de un ritual bien familiar, usadas por largo tiempo, pero que
resuenan como una música que da seguridad y permiten la comunión al
final.
Para mí, la evocación de la última cena de Jesús es otra cosa. Ella es ante
todo el momento emotivo de su comida de adiós, donde él resume lo que ha
sido el sentido de su vida, todo lo que él ha tratado de hacer y decir. Él ha
dado todo, incluyendo su ser total, como lo expresa el simbolismo del
cuerpo y de la sangre. Todo ha llegado ser comida en Él…Cada vez que yo
revivo este momento, en el fondo me digo: No, yo no olvido, no, Cristo,
jam£s olvidar← lo que ha sido tu vida, por siempre, yo me acordar←!”
Por lo tanto, no se trata aquí de un simple recuerdo, de una evocación del
pasado, como cuando uno hojea un álbum de fotos. Para los judíos, cuando
se evoca la salida de Egipto y la celebración de Pascua, uno recuerda que no
solamente fueron los padres quienes fueron salvados y comieron la Pascua,
sino que con ellos, fueron salvados todo el pueblo, incluyendo los
contemporáneos. Cuando se evoca la última cena de Jesús, yo me siento en
la misma sala, en el mismo momento, alrededor de esta misma mesa
compartida por los discípulos. Es a mí a quién se dirige Jesús, es a nosotros
en un verdadero presente. A pesar de toda mi indignidad, yo me siento
enviado en misión, en igualdad y o al nivel de Pedro, Juan, Andrés…Por
otro lado es este presente que evoca la escena de los discípulos de Emaús,
cuando Jesús camina misteriosamente con ellos y preside la mesa de la
comida. Llamemos a esto, si se quiere, una presencia real. Se ha sabido de
un padre dominico, en Paris, que se negaba a sentarse en la gran silla del
presidente o celebrante principal de la Eucaristía, cuando él aseguraba la
presidencia: esta estaba reservada para Cristo. El verdadero presidente.
Finalmente hay una dimensión que no atrae quizás verdaderamente nuestra
atención sino en el momento de comer el pan de comunión.
Por qué pan y vino? Por qué evocar el cuerpo y la sangre de Cristo? Para mí,
aquí está resumido en pocas palabras todo el misterio de la Encarnación. El
pan esta en el centro de nuestra alimentación, el vino es el centro de nuestra
fiesta. El cuerpo somos nosotros, todo nuestro ser con lo que le caracteriza,
la sangre es la vida que circula y que nos permite actuar. Comer de este pan,
beber de este cáliz, es reconocer que a Jesús vivo no se le encuentra sino en
aquello que constituye el centro de nuestra vida y de nuestras fiestas, que Él
no puede actuar sino a través de lo que constituye nuestro ser, nuestra
personalidad, nuestra respiración.
Pero hay más. Cuando yo como el pan, cuando yo digo AMÉN, yo le digo
SI a aquello que constituye mi vida, yo acepto comer todo lo que se
encuentra en mi plato, las cosas magnificas como aquellas que son menos
importantes, del mismo modo como Jesús ha dicho Si al suyo, de igual
manera como Él ha bebido el cáliz hasta el residuo (hasta el fondo).
A veces en mi plato hay cosas amargas. Me las comeré? Todo? Es un
verdadero cruce de caminos. En ese momento pienso en los padres de
familia que han dicho SI al amor de la vida, hasta aceptar sostener un hijo
con el síndrome de Down o que sufre la acidosis láctea. Ellos han escogido
la vida verdaderamente.
Para finalizar, me permito hacer una oraci￳n: “Se￱or, como Tu lo has hecho.
Permíteme poner mi mano en la comida, y beber el cáliz de mi vida hasta el
final, con sus fiestas y su residuo”. AMÉN!
Referencias:
Paroissesaintefamilledevalcourt.org
HÉTU, Jan-Luc. Les Options de Jésus.
BEAUCHAMP, André. Cmprendre la Parole. Année B. Novalis, 2007.
Regardons l’←vangile maintenant. Jésus veut célébrer la pâque
avec les siens. La p¬que est un repas sacr← o l’on se rem←more
l’oeuvre de salut de Dieu et l’alliance entre lui et son peuple. On
immole aussi un agneau que l’on mange et que l’on partage dans
un repas rituel où le chef de famille prononce une bénédiction et
o l’on chante des psaumes.
J←sus c←l│bre la p¬que avec les siens. Il sait qu’il va mourir. Il
établit nettement un lien symbolique entre la pâque et sa mort prochaine.
Il prononce la bénédiction, partage le pain et dit : « Prenez,
ceci est mon corps. ᄏ Cela veut dire : ᆱ Ceci est ma personne, c’est
moi. En mangeant ce pain, vous vous associez à moi. »
Il fait de m↑me pour le vin et ←voque directement le rite d’Alliance
de Moïse : « Ceci est mon sang, le sang de l’Alliance, r←pandu
pour la multitude ᄏ (Mc 14, 24). J←sus n’a pas peur de parler de
sang. Qui parle de sang parle de violence et de mort. Le sang, c’est
la vie. Jésus donne sa vie. Jésus descend dans la mort pour le salut
de la multitude. Le mot multitude est une formule sémitique pour
d←signer l’ensemble de l’humanit←. Le sang est le symbole de la
vie offerte. Jésus ayant traversé la mort, étant ressuscité et glorieux,
chaque eucharistie rappelle sa mort et le don de sa vie. Elle rappelle
aussi notre salut et notre libération, le pardon de nos péchés et la
vie nouvelle qui nous est offerte.
C’est pourquoi, dans le christianisme, il n’y a plus de sacrifices
sanglants, ni d’humains ni d’animaux. Notre vrai sacrifice, c’est
notre foi, c’est la vie sainte, c’est la primaut← de l’amour et du service.
Mais la violence pour la violence, la douleur pour la douleur,
non merci : le jeûne, le sacrifice, la mortification, le renoncement
à divers plaisirs, toutes sortes de formules ascétiques pour disposer
à la prière ou pour assurer un meilleur service à autrui (par exemple,
jener pour offrir l’argent ←conomis← ¢ des pauvres), tr│s bien.
le saint - sacrement 243
Mais la violence pour elle-même, le sacrifice pour lui-m↑me, c’est
du masochisme, ou c’est le fruit d’une culpabilit← morbide qui n’a
pas compris le salut et la libération offerts par Jésus. Ce serait faire
comme si le Christ n’←tait pas mort et ressuscit←.
Or il y a actuellement des faits inquiétants dans notre société,
comme le retour de la violence et la complaisance dans le fait de
répandre le sang. Je pense à la violence des films, notamment de
Sylvester Stallone (les Rambos) et d’Arnold Schwarzenegger. C’est
violent et sanguinaire. Les meurtres accomplis sont souvent rituels et
s’inspirent souvent d’une justice compensatoire avide de sang. Faut-il
évoquer tous les rituels du terrorisme : les bombes, les kamikazes,
les enlèvements et les décapitations rituelles? Faut-il évoquer tout
ce qui court sur Internet où sexe et violence se confondent dans
un univers proprement pervers? Faut-il évoquer les sports extrêmes,
comme si, vivant dans une société trop facile et trop permissive,
les gens avaient besoin de subir la violence pour retrouver le droit
d’exister? Et que dire, chez les jeunes, de ces rituels de gang si violents,
ces viols, ces tatouages? Et le marquage du corps, ces nez, ces
lèvres, ces oreilles, ces joues, ces sourcils percés, quand ce ne sont
pas d’autres parties plus intimes du corps? Pourquoi faut-il associer
plaisir et violence?
Nous assistons à un gigantesque retour du sang. Jésus a mis fin à
la violence sacrée, mais nous avons oublié le sens de son sang versé
pour la multitude. En la présente Fête-Dieu, nous n’irons peut-être
pas faire procession dans la rue en portant le Saint-Sacrement. Mais
pourquoi ne parlerions-nous pas avec nos enfants, les adolescents, les
professeurs d’←coles et de coll│ges, les chauffeurs d’autobus scolaires
de cette violence qui n’arr↑te pas de surgir au milieu de nous? Le
sang de l’Alliance aurait-il été versé pour rien?
comprendre 244 la parole année b
PRIÈRE
Comment rendrai-je au Seigneur
Tout le bien qu’il m’a fait?
J’←l│verai la coupe du salut,
J’invoquerai le nom du Seigneur. [...]
Je t’offrirai le sacrifice d’action de gr¬ce,
J’invoquerai le nom du Seigneur.
Ps 115 (116), 12.13.17