FIESTA DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
YO SOY EL PAN QUE SE PARTE Y SE REPARTE.
El presidente de la celebración eucarística termina la consagración repitiendo las
palabras de Jesús: “Hagan esto en conmemoración mía”; pidiendo luego la
aclamación: “Este es el misterio de nuestra fe” y la comunidad responde:
“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven señor Jesús!”. En
cada eucaristía repetimos el signo para hacer memoria de la muerte y
resurrección del Señor convirtiéndola en experiencia de la fe personal y
comunitaria al servicio de la transformación de los demás. De la memoria
también hace parte recuperar el significado que Jesús le dio a la Eucaristía; por
sobre los sentidos que le queremos agregar nosotros.
“Esto es mi cuerpo”, es lo mismo que decir: Esta es mi persona, esto soy yo el
pan que se parte para compartirlo. El cuerpo de Jesús es el mismo que se
convierte en pan para ser comido. Al decir “este es el cáliz de mi sangre” está
indicando lo que es como persona, sufriente, crucificada, pero luego resucitada
por el amor de su padre Dios.
La fe desde el inicio siempre ha hablado de la corporalidad de Jesús que
comenzó con la encarnación “El verbo se hizo carne, cuerpo, habitó entre
nosotros (los hombres como cuerpo) (Jn 1,14).
Pasados sesenta o setenta años de la muerte de Jesús el evangelista Juan,
interpretando dice como explicación de la eucaristía “Yo soy el pan de vida;
quien se acerca a mí nunca pasará hambre y quien me presta adhesión nunca
pasará sed”. No deja la menor duda sobre qué significa comer el cuerpo del
Señor cuando dice: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
definitiva” porque ya la muerte ha sido vencida. Ahora bien, comer el cuerpo de
Jesús es hacer nuestra su vida como la de Jesús, que es la vida de Dios “El
Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que
me coma vivirá por mí” (c 6).
LA FE ENCUENTRO CORPORAL.
En el cuerpo nos encontramos con Dios en la persona de Jesucristo Eucaristía.
Jesús no tiene nada mejor para ofrecerle a los discípulos y en ellos a nosotros
que dispongamos de su cuerpo; experimentando en la entrega su máxima
vulnerabilidad. De hecho cuando entregó su cuerpo alguien lo había vendido,
otro lo había negado y la mayoría había huido.
Lo más profundo de la vida cristiana que celebra la liturgia de hoy fiesta del
“Corpus Christi”, es que somos creyentes por participar de un cuerpo, el cuerpo
de Jesús.
La fe siempre ha hablado del crucificado mostrando la anatomía de su cuerpo
perfecto por estar de acuerdo al don cualificado de su vida por el amor. Es un
cuerpo diferente a un cuerpo pornográfico, arruinado por la droga, o exaltado
por la moda o la cirugía plástica. Juan Pablo II, recogiendo el pensamiento del
Concilio, se refería así al cuerpo de Jesús: “nacido del cuerpo de María, amó con
corazón de hombre, pensó con inteligencia de hombre, trabajó con sus manos
de hombre; se hizo corporalmente hombre como uno de nosotros pero no
semejante en el pecado”. El argumento de la resurrección fue haberlo visto y
palpado. Para la biblia la diferencia entre los ídolos de muerte y el Dios vivo
reside en que los primeros tienen ojos y no ven ,tienen oídos y no oyen, tienen
pies y no andan(Sal 113)
¿COMULGAR PARA QUE?
Una vez le pidieron a Teresa de Calcuta una consigna para quienes trabajan por
los pobres; y ella respondió: “Que celebren bien la eucaristía. Si yo me dedico a
los pobres y los atiendo, es porque acabo de comulgar. Al mismo Cristo a quien
he adorado y recibido en la eucaristía es al que veo presente en la persona del
prójimo, sobre todo en los más pobres”.
Estas reflexiones pueden ser un itinerario pedagógico pero no exhaustivo de la
innegable presencia real de Jesucristo en la eucaristía celebrada como Corpus
Christi; en términos más comprensibles y comprometedores para el creyente de
hoy.
Padre Emilio Betancur Múnera