D O M I N G O XI (B) (Marcos, 4, 26-34)
Jesús nos invita a descubrir, el valor divino de lo ordinario hecho por El.
- Del Evangelio se ha dicho, y con razón, que es, “ la Palabra de Dios
siempre vieja y siempre nueva” porque, leyéndola y releyéndola, siempre
podemos encontrar en ella nuevas luces y descubrir nuevos horizontes.
- A pesar de haber leído muchas veces este pasaje evangélico, nunca había
caído en la cuenta de la reflexión que hoy me ha suscitado. Dice Jesús:
“El Reino de los Cielos se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. El duerme
de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que el sepa como.
La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después
el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz porque ha llegado la siega.”
- En ese relato que Jesús hace del proceso de la simiente echada en tierra,
hasta que grana en el apetecible fruto, he visto hoy una acabada imagen del
transcurrir de la vida cristiana. Y un reconocimiento de esas vidas calladas,
anónimas de multitud de cristianos que no suscitarán titulares en los
periódicos pero que, cada día practican el heroísmo de la vida ordinaria:
- Cumpliendo sus deberes de estado.
- Llevando a cabo su trabajo profesional con fidelidad y honradez.
- Y afrontando cada día, a veces de forma heroica, todo un cúmulo
de situaciones tratando siempre de acomodar su conducta al querer de Dios.
- A esa mayoría de cristianos anónimos, que viven ese heroísmo de la vida
ordinaria y que, pudieran tener la sensación de que nadie los valora, Jesús
viene a decirles hoy, a través de esa imagen de la Parábola:
“Mi Padre si os valora y yo os garantizo que, esa perseverancia en los deberes de cada
día, hecha cara a Dios, realiza el Reino de Dios en la tierra y, además, os lleva a vosotros
a conseguir el Fruto Imperecedero llegado el “día de la siega”.
- Bendita perseverancia la del borrico de noria! - dice San Josemaría en un punto de
Camino - Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. Un día y otro: todos iguales.
Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín.
(Camino, 998)
- No olvidemos que, ser santos consiste, más que en hacer cosas
extraordinarias, en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias. De
ahí que haya dos clases de heroísmos, igualmente valorados por el Señor:
- El de las personas singulares y extraordinarias, (como nuestros
mártires), que en un momento fueron “héroes”, dando la vida por Cristo.
- Y ese otro heroísmo de, “ la fidelidad a Dios en la vida ordinaria”.
- Pienso que, no es muy previsible que nosotros estemos llamados al
heroísmo de esas personas singulares pero, ¡puedes tener por seguro!, que
Dios, a ti y a mí, sí nos llama a ese heroísmo de la vida ordinaria. ¡Que este
Evangelio nos estimule a gastarnos en el empeño! Guillermo Soto