DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
¡EN DONDE ESTA EL MILAGRO!
La biblia utiliza cuatros expresiones para explicar, no definir lo que allí se entiende
por milagro: prodigio, signo, maravilla, portento. Los evangelios nunca tuvieron
interés en definir que era milagro pero si en narrar el significado de los prodigios de
Jesús. Acerquémonos por este camino al evangelio de hoy para mirar lo que hizo
Jesús en medio de la tempestad, la angustia y falta de fe de los discípulos; pero
ante todo el milagro que nos puede ocurrir a nosotros en las malas noches que
pasamos con el mar de dificultades que nos ahogan si permitimos que el Espíritu
del resucitado actúe en nuestra vida a pesar de la oscuridad de nuestra poca fe.
Para una mejor comprensión del milagro debemos entender que la barca siempre
ha sido símbolo de la comunidad dado que allí iba la Iglesia, los doce, con la misión
de evangelizar a los paganos residentes en la otra orilla del lago. A lo mejor esto
explique la dureza con que recriminan a Jesús quien dormía: ¿No te importa que
perezcamos? No deja de ser un prodigio la manera como Jesús actúo con la primera
tormenta de la comunidad cristiana constituida por los discípulos.
EL MILAGRO ES OTRO.
La fuente de todos los milagros es la experiencia que Jesús tiene de la presencia de
Dios en su interior, sobre todo en los momentos de mayor dificultad como la
relación con los judíos, el sanedrín, la contradicción con la mala actitud del imperio
romano en Israel, la angustia en Getsemaní, su pasión y muerte en cruz. Dios no
fue alguien que se manifestó en Jesús, con signos espectaculares para la gente
piadosa con beneficio exclusivo de sus milagros y bendiciones, como lo pretenden
los que piden milagros hoy. Nuestra confianza, como la de Jesús con su padre Dios,
no está en creer que alguien externo nos puede ayudar pero no quiere por estar
dormido y desentendido de lo nuestro. Dios actúa permanentemente desde nuestro
interior por la acción del Espíritu del Resucitado en el bautismo, los demás
sacramentos, la catequesis y la predicación. Bastaría con darle más espacio a su
Palabra para saber que Él está en nosotros para decirnos que quiere de cada uno y
de todos; como Jesús supo por la oración y compasión con la gente.
Job después de haber escuchado muchas propuestas humanas de sus amigos
acerca de sus pérdidas y sufrimientos escuchó la palabra de Dios y su sufrimiento y
soledad adquieran un sentido y encontraron una compañía. (Primera lectura)
CUIDADO CON LAS AYUDAS EXTERNAS.
La experiencia de la presencia del resucitado en el corazón es la clave de todo
cuanto se diga del seguimiento cristiano; de lo contrario intentamos seguir a un
extraño que intenta ayudarnos desde afuera, negando así la encarnación y la
muerte y resurrección de Jesús que nos evita hacer de Dios un imaginario
milagroso y extraño. El bautismo quiere decir que Dios me salva sanando mis
tormentas interiores; de ahí el cuidado que el Espíritu tiene con mi interior como
templo donde habita la trinidad y la delicadeza que debe tener la comunidad para
que Dios siga creando por nosotros y así poder continuar su creación en otros.
UN PROBLEMA MAL PLANTEADO.
Está mal planteado desde la religión natural, no desde la fe, decir que si Dios está
presente no tendremos más tempestades ni angustias porque Él puede protegernos
de todo mal. La fe dice que las tempestades humanas requieren de la presencia de
Dios para que el hombre no se hunda; la fe no es para evitar tempestades sino que
ganar victorias sobre el mar agitado de nuestro interior y alrededor. El sueño de
Jesús es el dominio sobre nuestras tempestades con sus respectivos miedos.
Sólo sentiremos que hemos llegado a la otra orilla cuando seamos conscientes que
Jesús nos acompaña desde nuestro interior; a pesar de estar dormido. La fe es
confiarnos cuando duerme, porque está con nosotros; ese es el signo, la maravilla,
el prodigio y portento llamado milagro de nuestra tempestad calmada. “El que vive
según los sentimientos de Jesús es una criatura nueva; para él lo viejo ya ha
pasado, ahora todo es nuevo” (segunda lectura)
P. Emilio Betancur