DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
Jb 38, 1.8-11; Sal 106; 2Cor 5, 14-17; Mc 4,
Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.» Despiden a la gente y le
llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una
fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la
barca. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal Le despiertan y le dicen:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» El, habiéndose despertado, increpó al
viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran
bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Con mucha frecuencia, en el camino de la conversión los creyentes ante las
adversidades de la vida, naturales como la vejez, la enfermedad e incluso la muerte,
cuando se ven inmersos en medio de estas situaciones piden a Dios muchas veces a
través de “la oración”, que no sucedan, y cuando suceden se debilitan en la fe
pensando que Dios no los ha escuchado. Ya en el Evangelio de Mateo, Cristo dice:
“…la casa que se construye sobre roca, aunque hayan situaciones difíciles como
tempestades, tormentas, etc., permanece siempre la casa en pie…”; y esto sucede
porque han puesto su confianza en Dios, en Jesucristo. Y esta confianza, este
abandono en Dios son signos de la fe, porque la fe se vive en el quehacer diario de
la vida, la fe no es solamente saber o participar de las celebraciones litúrgicas; sino
que la fe es un encuentro con una persona, y esta es Jesucristo, muerto y resucitado.
En la primera lectura en el libro de Job se habla de que: “…Dios se manifiesta…”, y
esta expresión es muy importante, porque en nuestros días en muchos cristianos
católicos se da una realidad preocupante, que no saben hablar del Dios que se
manifiesta en la vida, que acontece; hablan más bien de un Dios que ha curado de
la enfermedad, que ha dado trabajo, que ha hecho que el nieto entre en la
universidad, que ha ayudado en los exámenes, etc. Esto pone en evidencia que la fe
en muchos cristianos se vive a un nivel de inmadurez, porque a un niño que es propio
de su lenguaje y de su pensamiento, su confianza en Dios la puede manifestar de
esta manera, pero a una persona ya adulta, la manifestación de Dios debe irrumpir
desde dentro de la vida hacia afuera, como dice el Evangelio de Mateo: “…habéis oído
que se dijo no adulterarás, más yo os digo quien mire deseando a una mujer en su
corazón ya ha adulterado…”, San Pablo también tiene una frase elocuente cuando
dice: “…ya no soy yo es Cristo que habita en mí…”, o lo que dirá San Pedro en su
primera carta: “…hay que dar razón de nuestra esperanza…”. La vida del creyente,
por consiguiente, está llamada a ser manifestación de la acción de Dios en cada
persona, así tenemos en el pasaje cuando Cristo muere en la cruz, según el Evangelio
de San Juan, el soldado cuando agarra la lanza y atraviesa a Cristo por el costado
dice: “…verdaderamente este era Hijo de Dios…”; así tenemos como hemos dicho
líneas anteriores, la vida del creyente está llamada a ser una manifestación de la
acción de Dios, que aquellos que lo ven reconocen en el otro la obra de Dios.
El Evangelio del presente domingo, tenemos a Cristo que invita a pasar a la otra
orilla, la tormenta que zarandea la barca en medio del mar donde se encuentran los
discípulos, y a Cristo que estaba durmiendo, y que los discípulos gritando lo
despiertan, Él con autoridad hace calmar las aguas. El autor sagrado está
primeramente queriendo poner en evidencia que los apóstoles, aun habiendo visto
tantos signos y señales por parte de Jesucristo, y aún siendo oyentes de la
predicación del Reino de los Cielos, no son capaces de confiar y de creer en Dios,
porque aún en ellos el Espíritu Santo no ha hecho una nueva creación, porque Cristo
aún no ha llevado a cumplimiento la Nueva Alianza que se realizará en su Misterio
Pascual; por eso Cristo aparece durmiendo, como queriendo manifestar que el
hombre en medio de las calamidades y adversidades de la vida, la confianza en Dios
no le hace perder la paz, no se angustia, no se llena de temor. Pero es importante
mencionar como el evangelista señala que los discípulos gritan para despertar a
Cristo, y la palabra gritar en la Escritura hace referencia a la oración, de esta manera
podemos decir que este Evangelio nos invita a orar para confiar en Jesucristo, para
que Él nos dé la confianza de creer en Él y esperar en Él. La barca, que es signo de
la Iglesia, aún en medio de la turbulencia de la tempestad, se mantiene porque es
llevada por Cristo. Es así que la fe en el sentido cristiano no solamente es confiar en
Dios, sino es abandonarnos a Él, renunciar a nuestros pensamientos, y dejar que
Cristo sea nuestro Pastor que nos guíe al encuentro con el Padre.
En la Carta a los Corintios, dice San Pablo: “…el que está en Cristo es una nueva
creación…”, es así que el creyente que ha nacido a la nueva vida por las aguas del
Bautismo, vive una vida nueva en el Señor, pues ha pasado lo viejo y todo es nuevo.
La nueva creación indica que ha habido una conversión en la persona, una renuncia
a lo anterior, para vivir una vida nueva; en nuestros días resulta tantas veces extraño
cuando se habla de conversión, y nosotros sabemos que no puede haber creación
nueva si no hay una muerte a la vida antigua, ya por eso el evangelio dirá: “…vino
nuevo en odres nuevos…”; el hombre nuevo que es fruto de la nueva creación vive
en la fe que se nutre en la esperanza de Cristo Resucitado; es así como podemos
pasar a la otra orilla; como el pueblo de Israel, cuando salió de Egipto, para ir a la
tierra prometida, tuvo que pasar a la otra orilla; Cristo nuestro Nuevo Moisés nos
invita en este Evangelio a pasar a la otra orilla, de la esclavitud a la libertad; de la
muerte a la vida.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar