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Domingo 13B TO
“¡Niña, levántate” (Mc 5, 21-43)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Hemorroísa)
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
¿Por qué busca la gente a Jesús?
En el evangelio de hoy hay dos personas que buscan desesperadamente a Jesús para
conseguir la salud corporal.
Jairo es influyente y tiene dinero. Es uno de los líderes de la sinagoga (v. 22). Guía la
oración en la sinagoga, pero además está a cargo de las instalaciones, de la seguridad de las
volutas, de la selección y supervisión de los que guían la oración y de la administración
general de la sinagoga. Jairo es una persona que cuenta. Jairo se arrodilló delante de Jesús, y
le ha suplicado que vaya con él a ver a su hija, que se está muriendo, y le ponga las manos.
El tocar a la niña muerta va en contra de la Torá, que declara impuro hasta la noche
(Levítico 11:39), o por siete días (Números 19:11), a quien toque un cuerpo muerto. Tal
persona debe permanecer fuera del campamento (Números 5:2-3).
Jairo y Jesús caminan rápido, seguidos por la multitud.
De pronto Jesús se detiene y vuelve la vista atrás inquisitivo, mirando a cada uno de
los que le siguen, como buscando algo. Jairo se pone nervioso:
No hay tiempo que perder, Jesús. Mi hija se muere. Apúrese. ¿Qué busca?”
La hemorroísa había tocado la túnica de Jesús, e inmediatamente “la fuente de su
sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote” (v. 29). Al mismo tiempo
Jesús nota que una fuerza ha salido de Él, y pregunta, “¿Quién ha tocado mi vestido?”.
Los discípulos se miran extrañados, pues los apretujones de la multitud eran
frecuentes. Pero la mujer se adelanta, cae ante Jesús y le dice toda la verdad (v. 33). Y Jesús
le dice: “ Hija, tu fe te ha salvado: vete en paz, y queda sana de tu azote ” (v. 34).
¿Por qué llama Jesús ‘hija’ a la hemorroísa?
Es la única vez que Jesús llama ‘hija’ a alguien en el evangelio.
La palabra “hija” puede sonarnos como algo demasiado paternal para nosotros del
siglo XXI. Pero en la época de Jesús era una manera normal de hablar. El uso de esa palabra
refleja un cariño y una aceptación, que esta mujer no habrá sentido de hace tiempo.
Jesús la llama "hija", la declara familia de Dios, y la alaba por su fe que es la que ha
producido el milagro. Ella se sentiría muy feliz, no sólo por ser curada, sino también por ser
tratada con tanto cariño. El enfermo necesita medicinas, pero también mucho cariño.
Jesús da todo su tiempo a la hemorroísa, que se lo merece igual que Jairo. Ni rehúsa
a Jairo por su dinero y nivel social, ni ignora a la mujer por su pobreza y marginalización.
¿Quién era la hemorroísa?
No conocemos su nombre. Es una mujer insignificante, perdida en medio del gentío
que sigue a Jesús. Ella es «impura», según la Ley, pues tiene pérdidas de sangre (Levítico 15,
19-30). Ella ensucia hasta la cama en la que duerme y la silla en que se sienta, y éstas después
transmiten su impureza al que las toque (Lev. 15:25-30). Y no podía tocar nada. Esta mujer
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era marginada y excluida. Tampoco podía encontrar trabajo, ni siquiera como sirvienta
doméstica.
Aquella mujer enferma ha escuchado a Jesús. Se da cuenta de que Él no habla de
impureza ni de indignidad. Él sólo habla de amor e irradia fuerza curadora. Ella intuye que Él
puede arrancar la «impureza» de su cuerpo y de su vida entera.
Pero no se atreve a hablar con Jesús como lo hace Jairo, el jefe de la sinagoga.
Ni siquiera se siente con fuerzas para mirarle a los ojos. Por eso ella se acercará por
detrás. Le da vergüenza hablarle de su enfermedad: actuará calladamente. No puede tocarlo
físicamente: le tocará solo el manto. La hemorroísa cree que con solo tocar el vestido de Jesús
se curará (v. 28). Y tocando a Jesús, quedó curada.
¿Y cómo cura a la hija de Jairo?
En esto llegan de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
"Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?".
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
"No temas, basta que tengas fe".
Jairo y Jesús vieron que el rito de los muertos ya había empezado: mujeres que gritan
y lamentan de manera profesional, que gimen y lloran, se baten el pecho, se tiran del pelo, y
rasgan sus prendas; flautas, que tocan canciones de lamentación.
Todos se ríen cuando Jesús dice que la niña sólo está dormida.
Pero Jesús le dice a la niña: “ Talitha qumi ” (“Muchacha, a ti te digo, levántate).”
Talitha qumi ” es arameo, una lengua semítica relacionada con el hebreo. “Entre los judíos,
el arameo era utilizado por la gente común, mientras que el hebreo permanecía siendo el
lenguaje de la religión, del gobierno y de la clase alta” ( Encyclopedia Britannica 2003,
“Arameo” ). Marcos traduce “ Talitha qumi ” al griego para los cristianos gentiles de la
temprana iglesia, que quizá no sabían arameo.
¿Qué lecciones sacamos de este evangelio?
- Importancia de la fe . La fe es un componente imprescindible de estas dos historias.
La hemorroísa era una mujer con mucha fe en Jesús. YJesús se lo reconoce:
-“ Hija, tu fe te ha salvado ”.
A su vez, Jairo está convencido de que Jesús curará a su hija simplemente con tocarla
(v. 23). Y cuando Jairo oye que su hija ya está muerta, Jesús le dice, “ No temas, cree
solamente ” (v. 36), y resucita a la niña.
-Cariño de Jesús , que llama a la hemorroísa ‘hija’. Jesús se preocupa por las
necesidades de los demás, es solidario, nos impulsa a vivir atentos a los demás.
Hay mucha gente que vive en circunstancias parecidas. Se siente humillada por heridas
secretas que nadie conoce, buscan ayuda, paz y consuelo. Se sienten culpables cuando muchas
veces solo son víctimas.
Para expresar el amor y la aceptación de la otra persona, mejor que cualquier discurso,
es el tocar y el abrazar. El abrazar a una persona es muy saludable. Eso recomiendan a los
padres: que abracen a sus hijos.
-Jesús atiende nuestras necesidades, sin hacer diferencias entre ricos y pobres, entre
hombres y mujeres . Atiende a mujeres enfermas, despreciadas…
En la balanza de Dios no existe diferencia de sexos. Hombre y mujer valen lo mismo.
El evangelio reivindica la igualdad fundamental de la mujer respecto al hombre y la igual
dignidad de ambos ante Dios (Gálatas 3, 28).