XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
A UDACIA TIMIDA Y GENEROSIDAD
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- “Por oír misa y dar cebada, nunca se perdi￳ jornada”. Hasta ahora había creído
que el dicho formaba parte del sabio refranero popular, pero veo, acudiendo a
enciclopedias, que la frase es fundamento de bastantes escritos de categoría, en la
historia de la literatura castellana. Pues mejor que mejor. Nadie en el presente
relato va a ir a misa, ni a dar cebada, pero sí será el sentido que tendrá la
narración. Generosidad sin precauciones, ni prudentes esperas.
2.- El protagonismo del fragmento evangélico de la misa de hoy, mis queridas
jóvenes lectoras, lo tiene gente de vuestro mundo. La intrepidez femenina, a veces,
tiene tintes de anónima modestia. Que en el terreno mujeril heroico, no todas son
Juana de Arco o Agustina de Aragón, ni siquiera Teresa de Ávila. Puede tratarse de
una mocetona enfermiza, Teresa de Lisieux, e imponerse y enriquecer el mundo
cristiano, con su elevado mensaje.
3.- La dinámica del relato la inicia el “gerente” de la sinagoga. No se trataba de un
rabino, no, era el responsable del local de oración que había en la población, como
en casi todos los lugares. Tal vez fuera más apropiado llamarle conserje. Sí, era un
hombre honrado, responsable y de cierta categoría social. Amaba a su hija y estaba
decidido acudir a todos los medios posibles, para librarla de su enfermedad. Había
oído hablar del maestro de tierras de poniente, que tenía fama de persona buena y
hábil, dispuesto siempre con generosidad a favor de los necesitados y acude
solicitando su ayuda, ya que se encontraba por la cercanía.
4.- Jesús accede a la petición y se dirige a su domicilio. La gente le rodea. No todos
son curiosos, o gente ávida de escucharle. Una buena mujer busca su curación. Es
persona de esperanza. Deposita su confianza en el Señor, no teme interrumpirle, la
oración siempre es audaz. Proyecta hacerlo de una manera indirecta. Piensa que
tocar la borla de su manto, será suficiente. Se decide a hacerlo.
5.- Para comprender la valentía de su gesto, hay que saber que una mujer, tanto
en sus periódicas perdidas de sangre, debido a sus reglas, como en este caso, por
enfermedad crónica, era una persona impura. Ni podía tocar, ni podían tocarla. La
marginación social, se unía a las molestias inherentes. Añádase, sin que lo diga el
texto, que su enfermedad le causaría anemia, desgana, apatía, continuo fastidio.
No obstante, la esperanza supera estos inconvenientes y el peligro de ser
descubierta por el gentío no la arredra.
6.- Sus dedos tocan la borla, es un tacto suave, pero cargado de esperanza. Esta
virtud la cura. El Señor, que ve en lo escondido, que aprecia lo espiritualmente
valioso, quiere dirigirse a ella, no tiene suficiente con haberle curado la hemorragia.
También este gesto es osadía. Habla con ella y elogia su Fe y le comunica que su
curación no es momentánea, para que se vaya tranquila y más contenta. Se
despide de ella. No se entretiene, esperando elogios o felicitaciones. Otra enferma
le está esperando.
7.- Eso es lo que piensa Él. Los de la casa, creen que no tiene remedio, que ya ha
muerto. Son gente buena y creen que deben advertirle al Maestro que no se
moleste en acudir. Van a decírselo. No son unos frescos que piensen que si llega y
la ve muerta, será su problema y allá él. Jesús para una tal situación, necesita paz
y ambiente tranquilo, sigiloso, dispuesto a guardar el secreto con el que quiere
obrar. Debe alejarse de una multitud que interferiría su labor. Le van a acompañar
unos pocos, los más íntimos, los que no alborotarán, ni enojarán tal vez,
enfrentándose a la familia.
8.- Las palabras que dirige a la jovencita sonaron tan bien, que el evangelista, que
redacta en lengua griega, las recuerda en el texto, tal como sonaron: talita, cum.
No era una niña. Una chica a esa edad, por aquel entonces, había acabado su
segunda infancia y estaba a las puertas de la juventud. En esa cultura, como
todavía ocurre hoy en ciertas civilizaciones, no existe la adolescencia. Sus padres
ya estarían buscándoles esposo y ella soñaría la nueva familia que iba a crear. La
enfermedad en estas circunstancias era más trágica aun. Se despertó, se espabiló,
resucitó, como queráis llamar a lo sucedido.
9.- El Maestro es delicado y detallista. Se da cuenta de la situación de la jovencita,
imaginaos corporalmente a una cualquiera de vosotras que pueda tener 17 o 18
años, sus debilidades, sus caprichos y sus necesidades. El Señor las sabe y por eso
les dice que le den de comer. ¿qué le traerían? el texto no lo dice. Es de suponer
que sería grano de trigo tostado, mitad manjar, mitad golosina. Como le habían
ofrecido los mozos a una antepasada suya, joven también, aunque no tanto, a decir
verdad, que se llamaba Rut.
10.- Mis queridas jóvenes lectoras, pedid al Señor que os diga: chica levántate. Sal
de tu monotonía, de tu frivolidad, de tu egoísmo.
--Solicitadle al Maestro, con la Fe de la buena mujer de los párrafos anteriores, que
os diga a cada una de vosotras, a vuestras amigas, tal vez a vuestro enamorado:
cum.
--Pronunciad vuestro nombre, o el de la persona que queréis que sea sanada o
cambiada radicalmente.
--Encerraos en el silencio y la soledad. Allí habla el Señor, allí se habla al Señor.
--Talita cum, voy a solicitar dentro de un rato por vosotras.
--Pedidlo también para mí. Aunque sea mayor y varón. Aunque no me sienta
muerto, ni me sientan muerto los demás.
11.- La Madre del Se￱or, Santa María, también fue “talita”, precisamente cuando lo
era, escuchó la proposición de Gabriel. La despertó e Ella de proyectos familiares,
no se enojó y dijo de inmediato que sí. A imitación de Ella, escuchad las palabras
del Maestro, levantaos prestas, decid que sí, y resucitad a una nueva vida. Que
tantas como vosotras se lo han dicho. Tantas jovencitas que las vemos clasificadas
en el catálogo de santas que elabora la Santa Madre Iglesia. Y tantas otras que
nadie clasificó, pero que fueron igualmente generosas y atrevidas. Cualquiera de
vosotras, aunque biol￳gicamente no seáis “talitas” lo podéis ser de coraz￳n, no lo
ignoréis. Talita, cum. Pero en plural. Y con esto acabo.