Encuentros con la Palabra
Domingo XV del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 6, 7-13)
“Les ordenó que no llevaran nada para el camino”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Cuentan que una vez, un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el
campo con el firme propósito de que éste viera cuán pobres eran las gentes del lugar.
Estuvieron por espacio de un día y una noche en la casa de una familia campesina muy
humilde. Compartieron con ellos las comidas y el descanso. Al concluir el viaje y de regreso
a casa el padre le pregunta a su hijo: "¿Qué te pareció el viaje?". "¡Muy bonito papá!".
"¿Viste qué tan pobre puede ser la gente?". "¡Si!". "¿Y qué aprendiste?"
"Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una
piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene
fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en la sala, ellos tienen millones de
estrellas que titilan toda la noche. Nuestro patio llega hasta la pared de la casa del vecino,
ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen tiempo para conversar y estar en
familia; tú y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo". Al terminar el
relato, el padre se quedó mudo... Y su hijo agregó: "¡Gracias Papá, por enseñarme lo ricos
que podemos llegar a ser!".
Hace algunos años, en las calles de Bogotá se vendió a montones un libro titulado: " Padre
rico, padre pobre ", que ha dado mucho qué pensar a los que viven para trabajar y no
trabajan para vivir ... Numerosas personas en nuestra sociedad no paran de buscarse los
medios para disfrutar de una vida cada vez más cómoda, pero nunca llega el momento de
detenerse a descansar y a disfrutar de lo que se tiene... Este libro presenta la idea de hacer
del dinero sólo un medio para vivir mejor, y no un fin que se convierte en ídolo y nos
esclaviza. A este propósito, don Alfredo, un habitante del barrio El Dorado, donde viví hace
algún tiempo, me decía un día: "Padre, yo me doy el lujo de ser pobre..." Y no le falta razón,
pues vive pobremente su ancianidad, pero dedicado a leer libros que siempre había querido
leer, y gozando de la vida familiar, como nunca antes lo había hecho…
Jesús envía a sus discípulos de dos en dos y les da unas instrucciones muy precisas: "Les
ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solamente un bastón. No debían llevar
bolsa ni pan ni dinero. Podían ponerse sandalias, pero no llevar ropa de repuesto". En
estas condiciones de pobreza radical, el ser humano se abre a lo que le llega de una
manera inesperada. Cuando nos apoyamos sólo en los medios para realizar nuestra
misión, no somos capaces de descubrir una infinidad de riquezas que nos han sido
regaladas por Dios con una generosidad infinita.
Predicar en pobreza es predicar la misma pobreza evangélica y la vida sencilla. La vida misma
del apóstol se hace predicación. En un contexto como el nuestro, en el que los medios son
cada vez más abundantes, no deja de incomodar y de resultar casi escandalosa esta
invitación. Pero Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte en cruz, nos propuso un estilo de
vida austero que nos enriquece con su pobreza y nos abre una infinidad de posibilidades que
no alcanzamos a imaginar. Como el niño rico que fue de paseo al campo, podremos apreciar
la riqueza de una amistad, un paisaje, un beso, una sonrisa… Algún día sabremos lo ricos que
podemos llegar a ser.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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